Un último empuje es todo lo que necesito para que nuevamente lleguemos al orgasmo y me dejo caer sobre ella, intentando no aplastarla con mi peso, pero sí relajando mis músculos que, hasta el momento, se habían mantenido tensos como cables de acero. En cuanto el clímax nos alcanzó por quién sabe qué número de vez, todo eso se fue al demonio y, como no creo poder evitarlo mucho más, me giro hacia el costado para retirarme de encima de ella. Jhoana, al igual que yo, jadea intentando recuperar el aliento e, imagino, debe sentirse agarrotada e irritada por la fricción y las posturas anormales a las que he sometido su cuerpo durante al menos la última hora. Debe pensar que soy una bestia, mas no la escuché quejarse en ningún momento realmente, porque si bien se notaba que le dolía en ciertos puntos y trataba de hacerlo mejor para ella cuando me daba cuenta, siempre terminaba pidiéndome más y se lo daba sin reservarme nada en absoluto. Había escuchado hablar del efecto que tenía la “Luna
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