No supo cuántas veces gritaron el nombre del otro esa noche, no pudo contar cuántos besos fueron los que compartieron, ni todas las caricias, ni todas las veces que la hizo ver las estrellas con los ojos cerrados. Ella casi no fue consciente de nada, nada que no fuera el placer, y su amor. Incluso, luego de dormir un par de horas, volvieron a despertarse y su primer impulso fue volver a amarse y volver a entregarse al placer. Finalmente, el cansancio los golpeó con fuerza otra vez, luego de dos o tal vez tres veces más de hacer el amor, y ella se encontró recostada sobre su pecho con sus ojos entrecerrados, a un pelo de dormirse. Estaba demasiado cansada, pero aun así no se permitió dormirse. No, primero había algo que debía y necesitaba decirle.Como pudo, se arrastró por sobre su cuerpo hasta que finalmente logró unir sus labios en un último beso.—Te amo, Tristan —confesó felizmente.Notó sus ojos abrirse enormemente, pasmados e incrédulos, como si hubiera esfumado su cansancio c
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