La llave se atoró, como se le había atorado cada vez que había intentado abrir aquella puertadurante los meses que llevaba viviendo ahí. Era un modelo de cerradura viejo. Le encantaba,aunque necesitaba varios minutos y mucha paciencia para abrirla. Un gentil empujoncito haciaarriba y pudo entrar.Monica sintió que algo suave rozaba sus medias de lana. Duque maulló. El primer sertierno y cariñoso que le daba la bienvenida aquel día. —Hola, belleza, ¿cómo has pasado el día? —Se inclinó emocionada e intentó alzarla,olvidando que la gata no se dejaba coger por nadie que no fuera su dueña. Como era de esperar, sealejó maullando enfadada—. De acuerdo, de acuerdo, no te cojo, pero no te vayas.Sin hacerle el menor caso, el animal se precipitó por el corredor en dirección a la cocina,desde donde salía un delicioso aroma a comida caliente y un alboroto de trastos restallando. Suestómago gruñó y se dio cuenta del apetito que tenía. Se adentró en el pequeño espacio, y los ojos
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