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Todos los capítulos de ENTRE EL AMOR Y LA VENGANZA: Capítulo 41 - Capítulo 50
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41. TRATO HECHO
Capítulo cuarenta y uno: Trato hecho—¿Y bien? —insistió Angelo con voz suave. Luego le preguntó, entornando los ojos—. ¿Qué es más importante para ti, la felicidad de tus hijos o la tuya?¿Cómo podía ser tan cruel, después del sacrificio que había hecho?, se preguntó Teresa. A no ser que Angelo todavía pensara que ella tenía la intención de huir con Michael. Después de haberlos visto juntos esa noche, y de presenciar el beso que Michael le dio a la fuerza, Teresa no tenía muchas esperanzas de que le creyera, cuando negaba tener interés alguno por el hermano de Lorna.—Es lo mismo —respondió Teresa y levantó la barbilla con orillo—. ¿Por cuánto tiempo sería?—¿Cómo voy a saberlo? El tiempo que sea necesario... mientras los dos podamos soportarlo.—Necesito tiempo para pensarlo... —dijo Teresa. En su mente aparecieron los rostros inocentes de sus hijos. Se había convencido de que podría soportar vivir apartada de ellos. Quizá, si no hubiera tenido otra alternativa, habría encontrado la
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42. UNA HERMANA POR SORPRESA
Capítulo cuarenta y dos: Una hermana por sorpresaAlice se casó con Luciano, un banquero amigo del abuelo de Teresa, al cual conoció durante una cena que ofreció este y a la cual Paulo fue invitado. Fue una ceremonia simple sin invitados para no atraer la atención de los paparazzi y la prensa. No obstante, siempre se filtró la información y la noticia se divulgó en algunas revistas de la alta sociedad.Días más tarde fueron preguntando por Alice, a la residencia donde se había mudado la feliz pareja, resultó ser nada más y nada menos que una hija del padre de Teresa. Alice la recibió muy intrigada.—Hola, ¿en que puedo servirla, señorita? —dijo Alice mientras la observaba, la chica era rubia y la piel anacarada como Teresa y tenía unos ojos color esmeraldas que le recordaron al padre de su hija de inmediato.—Buenas, señora, permítame presentarme, soy la hija de Thomas Johnson. Tengo entendido que usted tuvo algo que ver con mi padre.Alice se quedó boquiabierta sin poder articular pa
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43. ACEPTAR MI PRESENCIA
Capítulo cuarenta y tres: Aceptar mi presenciaTeresa se despertó cuando alguien llamó a su puerta. Se sentó y se apartó el cabello del rostro; vio que los rayos del sol entraban por la ventana.En respuesta a su invitación, Angelo entró. Llevaba a Stefano cargado al hombro.—El culpable quiere también tu perdón —anunció Angelo—. Vamos a ir a desayunar. Le he pedido a Ermini que te lleve una bandeja.—Gracias —respondió Teresa y abrazó al niño cuando Angelo lo depositó sobre la cama. Le examinó el rostro en busca de alguna herida y no encontró nada que la alarmara—. Tendremos que organizarnos para e1 futuro, si vamos a seguir adelante con lo que hablamos anoche.—Eso no será difícil —aseguró Angelo—. Estoy mucho tiempo fuera. Podremos evitarnos sin mucha dificultad.—Sí —respondió Teresa. Deseó desviar la mirada de aquel hombre de expresión indiferente, pero le resultó imposible.Angelo llevaba la camisa abierta y las mangas enrolladas hasta os codos. Teresa supuso que debía de haber
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44. LO QUE QUIERO
Capítulo cuarenta y cuatro: Lo que quieroTeresa no respondió y volvió la cabeza. Deseó que él se marchara de una vez y la dejara sola. Cuando escuchó que la puerta se abría y luego se cerraba, pudo relajarse y se dijo que estaba contenta porque él no se había atrevido a tocarla. Hizo caso omiso del sentimiento de desilusión que experimentó cuando se fue.Se abrazó las rodillas y se inclinó hacia delante; el cabello le cayó sobre el rostro. Pensó que el divorcio era el final, y no esa separación legal en la que se había quedado atrapada.Tres semanas más tarde, tuvo que admitir que, por primera vez en tres años, una sensación de paz y felicidad se extendía sobre Villa Rieti.Durante los días de trabajo, Angelo salía de la casa temprano después de desayunar con los niños. Últimamente, Teresa no había podido resistir la tentación de acercarse a la ventana de su habitación para verlo caminar hacia la limusina. Los recuerdos invadían su corazón cuando admiraba su paso atlético y su porte
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45. VIOLENCIA
Capítulo cuarenta y cinco: ViolenciaTeresa mintió, pues no podía decirle la verdad a Lorna.La expresión de Lorna se transformó y sus ojos reflejaron tristeza y conocimiento a la vez.—Todavía lo amas, ¿no es así, Tessa?—¡No! —exclamó Teresa con demasiada rapidez—. Él no me quiere —fijó la mirada en sus manos, humillada por su confesión.—No hay conexión entre esas dos frases, tú lo sabes —opinó Lorna—. Es verdad lo que Michael me dijo, ¿no es así? Él no tiene ninguna oportunidad contigo.—Lo aprecio como amigo... —explicó Teresa—. Es simpático y amable. Lo último que deseo es herirlo, pero...—No es el hombre adecuado para ti —terminó Lorna por ella—. Sí, estaba segura de que él no tenía posibilidades. Estoy segura de que la decisión que tomó era la correcta. —¿Decisión? —preguntó Teresa y esperó una explicación.—Sí, él no quiso avergonzarte al telefonearte o visitarte en la villa, por lo que me pidió que te diera la noticia. Aprovechó una oportunidad maravillosa para trasladar e
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46. UNA VISITA INESPERADA
Capítulo cuarenta y seis: Una visita inesperadaA la mañana siguiente, Teresa suspiró con enfado, sacó el disquete que había usado y apagó el ordenador. Había estado intentando continuar con sus muestrarios, pero todos sus talentos creativos parecían haberla abandonado. De forma vaga creyó oír el sonido del timbre de la puerta, pero no se preguntó quién podría ser, puesto que estaba absorta reflexionando sobre lo mucho que la había turbado su discusión de la noche anterior con Angelo.Ermini llamó a la puerta del estudio antes de entrar.—Es la señorita Andronicos. Desea verla —anunció Ermini. El ama de llaves parecía ansiosa, como si esperara una tosca negativa. Antes, ese hubiera sido el caso, pero no en ese momento, pensó Teresa. El sufrimiento le había hecho madurar... y la madurez le había dado cierta dignidad.—Está bien, Ermini. Precisamente iba a descansar ahora. Puedo dedicarle unos momentos —de manera automática, se arregló el cabello con dedos nerviosos.Hubo un tiempo, du
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47. ACEPTAR EL DESAFÍO
Capítulo cuarenta y siete: Aceptar el desafíoDesde la puerta principal, Teresa observó a Sylvana mientras se dirigía hacia su coche. Pensó que aquel asunto tenía que ser muy importante para la compañía, cuando Sylvana Andronicos en persona la había pedido que asistiera a la cita. Si Angelo se hubiera acercado a ella de otra manera la noche anterior, tal vez habría aceptado acompañarlo. No, eso era tratar de descargar la culpa de sus propios hombros. Se sintió inadecuada, incapaz de llevar a cabo un compromiso social con el suficiente aplomo. Comprendió que Sylvana le había contado la verdad, de la misma forma que Angelo tampoco le mintió nunca.Comprendió que, al ser incapaz de lograr que su matrimonio funcionara, había querido culpar del fracaso a otras personas y no aceptó lo que Angelo con tanta insistencia le aseguró. ¡Qué tonta había sido! Ya era demasiado tarde para salvar su matrimonio, pero no para ayudarlo en su trabajo. Era lo menos que podía hacer por él.Pensativa, fue a
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48. UN BESO DE CASTIGO
Capítulo cuarenta y ocho: Un beso de castigoTeresa miró a su esposo sorprendida. Sabía que no podría confesarle la verdad, no podía decirle que a pesar de todo lo que había hecho y dicho, había descubierto que todavía lo amaba y que deseaba que tuviera éxito, aunque ella no pudiera compartirlo con él.—Pensé que un buen detalle exigía otro por mi parte... —respondió Teresa encogiéndose de hombros—. Me prometiste que le enseñarías mi trabajo a Andreas Constanidou...—¿Y pensaste que no lo haría si no hacías lo que te pedí?—Algo así —manifestó Teresa y sonrió—. Me pareció un buen intercambio... pero si has cambiado de planes...—No —aseguró Angelo—, todo sigue igual. En el último minuto me iba a disculpar por tu ausencia. Espera un momento, vamos a librarnos de tus cosas —la cogió de la mano y la llevó con él a la recepción. Allí entregó la caja al empleado dejándole instrucciones de que la guardaran junto con su portafolios. En seguida, la condujo hacia el bar—. Esto es una sorpresa,
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49. MÁS HERMOSA QUE NUNCA
Capítulo cuarenta y nueve: Más hermosa que nuncaPara Teresa, esa noche no estaba empezando bien. Todavía turbada y confusa por el beso inesperado de Angelo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular ante esas personas. Pensó que era una situación insoportable para ambos y rezó para que la noche terminara bien y no volviera a repetirse esa situación.—Por supuesto, podíamos haber cenado en nuestra suite —le comentó Cecil a Teresa—, pero habríamos tenido que soportar una conversación de negocios.Ralph Robinson sonrió al otro lado de la mesa. Sus ojos grises brillaban divertidos después de haber escuchado la acusación de su mujer.—Sé sincera, cariño —dijo Ralph—. No fue solamente eso. Admítelo, eres una flor que no le gusta florecer sin ser vista.—Es un vestido precioso, ¿no te parece? —preguntó Cecil deslizando una mano por la prenda de chiflón negro con hilos dorados. Sonrió a su marido—. Pero la estrella de esta noche no soy yo, sino Teresa —sonrió y fijó su atención en Angel
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50. COMPARTIR LA CAMA
Capítulo cincuenta: Compartir la camaLa suite de los Robinson tenía el lujo que podía esperarse en un hotel de primera clase. Mientras los hombres hablaban de negocios, Teresa se puso a charlar con Cecil, que resultó ser una compañera divertida y estimulante.A medida que fue transcurriendo el tiempo, las dos mujeres descubrieron que tenían muchos intereses en común. Compartían gustos en la música y el teatro. Ambas tenían un especial talento creativo para la cocina.En ese momento, Teresa vio que Angelo usaba el teléfono, mientras seguía charlando con Cecil. Cuando colgó, la llamó a su lado con suavidad.—¿Sí, querido? —respondió Teresa. No se dio cuenta de que lo había llamado de esa manera hasta que vio que él levantaba una ceja, sorprendido. Relajada y feliz, como si estuviera viviendo en un sueño, permitió que sus defensas se derrumbaran. No podía disculparse por haber empleado esa palabra. Intentó disimular su preocupación y lo miró a los ojos.—Me temo que no me di cuenta de l
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