Todos los capítulos de Accettami di volta: una segunda oportunidad para el amor.: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Los abuelos Zimmel:
De regreso a la mansión, Sheila guardó silencio durante todo el trayecto, sentada en el asiento del copiloto mientras Marco conducía. Victoria se había quedado dormida en el asiento de atrás. Habían almorzado en un restaurante al mediodía y de allí habían ido a sentarse a un parque, a disfrutar de la sombra de los árboles. Vicky se había encontrado con su amiguita Rosie y se había pasado la tarde presumiendo a su nuevo papá, el señor bonito. —Quiero agradecerte lo que hiciste, Shey.— Susurró Marco mientras conducía. —Era lo correcto. —Sé que debió ser muy difícil para ti. —Lo fue, pero así deben ser las cosas. Marco frunció el entrecejo. Algo estaba sucediéndole a ella. Se suponía que luego de contarle la verdad a la niña, ella debería estar más relajada con él y en cambio se mostraba más distante y fría que nunca. —Ahora que Vicky ya lo sabe podrás regresar a Inglaterra sin problemas. Imagino que este tiempo con nosotros te ha costado muchas ganancias e inversiones. Un puño
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La persona indicada:
A insistencia de los Zimmel y de su padre, ella accedió a salir con Marco. No se tomó muchas molestias con su apariencia, se vistió con una saya negra de tubo, una blusa azul marino de encaje y unas botas de tacón alto, recogiéndose el cabello en una cebolla. Marco también vestía casual, llevando unos jeans desteñidos, pulóver negro ajustado al cuerpo y un par de tenis negros. Con todo y botas, no era suficientemente alta como para llegarle a Marco a la altura de los hombros. —Estoy muy agradecido por todo lo que has hecho, Shey. Vicky es una niña educada, sensible, amable, inteligente… —comenzó él durante la cena. Había seleccionado un restaurante italiano, ya que recordaba que a ella le encantaba la comida italiana. Él se había pedido unos spaghettis napolitanos en lo que ella devoraba una lasaña. —No lo hice para complacerte, Marco. Victoria es mi hija. —Lo sé.—respondió él con una sonrisa nerviosa.—es por eso que quiero… pedirte perdón, de todo corazón. Fui un idiota. —Marco
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Estás equivocada:
La cumpleañera había desaparecido y ya era la hora de picar el pastel. Marco notó que la puerta de atrás estaba abierta y se asomó, sospechando que tal vez la había utilizado como vía de escape. —Hace un par de días me llamó. Me dijo que quería hacer algo especial por tu cumpleaños. ¿Estás segura de que es el mismo ogro del que tanto te quejabas?- oyó que preguntaba Marissa. —Lo es, sin embargo aparenta querer enmendarse. Marissa se movió nerviosamente. —¿Estás completamente segura de que solo lo aparenta? Quiero decir, ahí dentro no te quitaba los ojos de encima. —Conozco a Marco, Mari. Sabe que ahora con sus padres al tanto de la existencia de Vicky las cosas se han complicado. Los Zimmel me han preguntado la incluso sobre la posibilidad de que les envíe la niña por vacaciones a Londres en próximos años. —No lo comprendo. ¿Estás queriendo decir que Marco hace todo esto por complacer a sus padres? No tiene ningún sentido. —Tiene todo el sentido del mundo. Cuando Marco descubrió
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Enamorada de otro hombre:
Ella frunció el ceño. —Yo creí… —Pues creíste mal. No puedes comparar el fiasco de matrimonio que tuvimos con la relación que deseo tener con nuestra hija. No tienen nada que ver. —Pero, no lo comprendo. ¿Vas a quedarte? No puedes hacerlo, Marco. Al menos no permanentemente. —¿Quién dice que no puedo? Desde hace semanas estoy encargándome de los negocios vía internet y no hay ningún problema con ello. Además, estoy buscando una casa para comprarla. Voy a mudarme permanentemente aquí, a Miami. La quijada de ella cayó al suelo. —¿Por qué? —Pues porque puedo. Porque quiero estar cerca de mi hija...y de ti. Sheila dio un paso atrás, negando vehementemente. —¿De mí? ¿Qué tengo que ver yo en todo esto? Marco se puso en pie, acercándose lentamente a ella. Ella sintió como si estuviera siendo acechada por un tigre —Estas semanas juntos me han hecho notar un par de cosas que no había visto antes. —Marco, no. ¿Qué haces?—protestó ella escandalizada mientras Marco le obstruía el paso
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Piénsalo cara:
Dentro de su habitación, Marco se maldecía por lo estúpido que había sido. Por supuesto que Sheila no lo elegiría. ¿Qué mujer en su sano juicio elegiría regresar con el ex que la había traicionado teniendo un amante candente y misterioso dispuesto a algo más? ¡Imbécil! Se había enamorado como un idiota de su ex esposa, notando los cambios en ella. Esa firmeza, esa seguridad con que decía las cosas tan diferente del comportamiento de aquella chiquilla de dieciocho años que nunca le llevaba la contraria. Él había sido honesto. Lo físico importaba, pero lo fundamental esta vez era el carácter atrayente y responsable que había visto en ella. Sheila Zimmel, la niña rica, su esposa, había sido para él un pastel vacío y desabrido, sin embargo, la doctora Stevens, era un banquete de delicias que lo atormentaba día y noche. No había nada más que él pudiera hacer, mientras ella estuviera encandilada por el italiano pasional y prohibido, no se voltearía a verlo a él, el hombre real, de car
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Ciao, bella:
En el auto de regreso, Marco se mantenía silencioso y con el rostro pétreo, por lo que ella optó por guardar silencio. Sin embargo, Victoria no se había percatado del ambiente gélido entre sus padres y parloteaba sin cesar. —Ya echo de menos a los abuelitos. ¿La casa de ellos en Inglaterra es grande, papi? —Sí, tesoro. —¿Más grande que nuestra casa? —Sí, Vicky. Es muy, muy grande. Pregúntale a tu mami, ella conoce la casa de tus abuelos. Vivimos en ella durante dos años. —¿Es eso cierto, mami? Pero ella estaba tan ensimismada, que ni siquiera oía lo que le preguntaban. —Shey—la llamó Marco. —Ah, perdón. ¿Qué decías? —¿Es verdad que la casa de los abuelos en Inglaterra es más grande que nuestra casa?- insistió Vicky.— dice papi que viviste en ella. Sheila miró a Marco de soslayo. —¿Le dejaste la mansión a tus padres? —Sí. Después de mi segundo divorcio no le encontré sentido a quedarme en aquella vetusta pila de rocas, yo solo. —Ya veo. Y sí, Vicky. La casa de tus abuelos
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Desastre:
—Sí, sono Io, cara. ¿Esperabas la llamada de alguien más? —No.— susurro entrecortadamente .—es…es solo que he intentado llamarte varias veces y tu celular estaba apagó o fuera del área de cobertura. —Lo sé. Lo he mantenido apagado porque he estado hasta las cejas en reuniones. —Comprendo. ¿Cuándo regresas a Miami, hay tanto que... —Realmente lo lamento, cara. Pero no voy a regresar. Sheila se paralizó en medio del pasillo, rápidamente se apoyó contra la pared porque sintió que el mundo le daba vueltas. —¿No regresas? Pero…¿por qué? —Me ha surgido un asunto importante en Italia y debo partir para allá inmediatamente. Tragó en seco, apretando su celular entre sus dedos, para no dejarlo caer, le temblaba la mano. —Pero planeas regresar a Estados Unidos una vez resuelvas tus asuntos en Italia, ¿cierto? Casanova guardo silencio y ella se desesperó. —Vas a regresar, ¡¿cierto?!—masculló ella, sintiendo que el corazón se le rompía en mil pedazos. —No puedo, cara. Ella gruñó. —¿
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Aguas estancadas:
Cuando despertó, notó que en su habitación habían alrededor de diez ramos de flores. Rosas, orquídeas, caléndulas y jazmines perfumaban todo el lugar. Junto a su mesa de noche encontró una nota: “ Un pétalo por cada vez que me fui de casa sin darte un beso.” Sheila se mordió el labio inferior, bufando de frustración y estrujando la nota en su mano. Esta situación no podía continuar, tenía que recalcarle los puntos sobre las ies a Marco. El hombre no podía seguir creyendo que ella era su monigote, y que un par de tonterías cómo estas la harían cambiar de opinión. Por desgracia, las cosas con Casanova se habían ido al carajo, y le dolía. ¡Le dolía tanto! Después de años de mantener su corazón bajo llave había aparecido ese sexy italiano que había puesto a prueba sus límites.Sheila se sonó la nariz con un pañuelo de papel. Necesitaba ayuda profesional. Tomó su celular y marcó el número de su más fiel y confiable consejera. —No me lo puedo creer. No puedo creer que te halla hecho
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Tormenta:
Su grito de sorpresa , se ahogó contra la boca de Marco, quien la besó como si se estuviera acabando el mundo. Luchaba por librarse de su agarre, con uñas y dientes, pero él no la soltaba. —Fiera.— Murmuró Marco, divertido. —¡Violador!—chilló ella, colérica. Marco soltó una risita. —No te estoy violando, cara. Solo estoy intentando ayudarte a entrar en razón. Eso la paralizó. Estaba comenzando a sudar frío. ¿Estaba alucinando? Tenía que estarlo. Marco no podía haber sonado exactamente igual que Casanova. —¿Qué te sucede, bella?— susurró él, contra su cuello.–te has puesto pálida de pronto. ¡ No! Ella tenía que estar equivocada. ¡No podía ser! Aprovechando que ella permanecía atónita, Marco la volvió a besar. Esta vez, lo hizo con lentitud, con delicadeza, derramando en cada movimiento de sus labios el terrible sufrimiento que le estaba produciendo tener a la mujer que tanto deseaba tan cerca pero tan lejos. Ella rompió el beso, apartando su rostro de él y manteniendo una
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El hombre tras la máscara:
Se paró de la cama de un salto, envolviéndose en la sábana y enfrentando a Marco con perplejidad. —Marco, ¿qué…?—se ahogó en sus propias palabras.—¿qué haces aquí? ¡¿Que hago yo aquí?! —Pasamos la noche juntos, cara. Ella dio un paso atrás, como si él la hubiera golpeado. ¡No! ¡No podía ser! —¡¿Tú?! No... ¡No puedes ser tú…! Dos meses antes, Hotel Carlton, New York: —Las manos contra el espejo.— le ordenó y ella obedeció intrigada. —Me gusta tu piel.— comentó él, mientras acariciaba su espalda, disponible a su tacto ya que el vestido no la cubría.— es rosada e impoluta…me pregunto si eres así de delicada en todos lados. Lentamente comenzó a desproveerla de las diminutas horquillas que habían mantenido aprisionado su cabello, dejando que sus castañas mechas cayeran alrededor de su pequeño rostro. Cuando ya todo su cabello estuvo suelto, lentamente, Casanova acarició su cuello y espalda, con ambas manos, hasta rodear su pecho y apoderarse lentamente de sus senos, apretándolos
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