CORNELIAPasamos el día recogiendo nuestras cosas para que estuvieran listas cuando el cochero viniera a buscarnos. Hicimos el amor varias veces durante el día, disfrutando de nuestros últimos minutos de soledad en esta bonita cabaña. —¿Volveremos? —le pregunté a Mile cuando terminamos de vestirnos. —Por supuesto, siempre que deseemos estar a solas lejos del resto del mundo, éste será nuestro escondite. —sus manos rodearon mi cintura. —Nuestro espacio. —Solo nuestro —Mile se inclinó y yo le rodeé los hombros con mis brazos para conectar su boca con la mía. Jamás pensé que lo amaría de esta manera tan ciega, pasional, entregada e incondicional. Su esposo siempre tan confiable, alto, protector. Mile la excitaba solo con un beso, el modo en que su boca y lengua se movía, tan suave, a veces brusco pero siempre se hallaba deseando más de aquella deliciosa tortura. Él se alejó dejando un último beso en mis labios —Te amo —dije mirándolo a los ojos viendo como sus ojos verdes se ilumin
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