AMÉRICA, NEW YORK. OCHO MESES DESPUÉS. CORNELIA.Mile me abrazaba y todo el tiempo ponía su palma con cuidado sobre mi hinchada tripa, los primeros meses de embarazo se me habían hecho eternos pero había podido superarlo, además que contaba con los consejos de mi hermana, Diana había dado luz a una hermosa niña hace unos meses. —Crece más con cada día que pasa. —comenté poniendo mi mano sobre la de mi esposo. —Ya quiero que nazca. ¿Qué crees que sea? —preguntó ilusionado.—Yo digo que un niño. —Será mi niñito consentido. —Ya debemos ir pensando en algunos nombres, ¿Heronimo?—¡Dios, no! —¡Mile!—Cariño, tu padre me agrada pero no lo suficiente para ponerle su nombre a mi hijo. —Ya verás que cuando lo vea se lo diré. —Que traicionera me saliste esposa —ambos empezamos a reírnos. —Por lo menos ya tenemos decidido de que si es una niña se llamará como tu madre, el nombre Verónica siempre me ha gustado. —Y mi madre te amará el doble, granuja. —Ja, poner celoso a tu padre es mi p
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