Lo miré conversar y reír a la distancia, preguntándome sí de verdad me creía muerta. Además, él se había casado, y no con cualquier mujer, sino con la hermana gemela de Isabel. ¿Acaso no sabía que yo había pasado los últimos años atrapada con la hermana de su esposa, hasta que el señor Riva llegó y de alguna forma me salvó? —Estás pálida —comentó de repente. Como anonadada, volteé la mirada y fijé mis ojos en mi atractivo y distante acompañante. Él, como yo, también observaba a la pareja, pero con una especie de rencor en su oscura mirada. —Creíste que era ella, ¿no es así? —preguntó al notar mis ojos en él. Tragué fuerte cuando apretó mi mano, como si quisiese desquitarse conmigo otra vez. —Lo pensé... —acepté suspirando, mirando bailar a la alegre gemela de Isabel con mi padre—. Durante un segundo, llegué a creer que había sobrevivido, y que usted me había mentido sobre su muerte. Soltó una risita seca por lo bajo. —Ella no podría serlo. A diferencia de Isabel, su gemela Isab
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