Gracias por leer y seguir MI SEÑOR. Muy pronto CONDENÁME Y ÁDORAME, la tercera entrega de las historias Compláceme y Destrúyeme. Los finales felices no existen, pero si las segundas oportunidades.
Ese día, Susan permaneció conmigo, pero cuando comenzó a ponerse el sol, se despidió y prometió volver pronto, con noticias de mi padre. Yo la despedí en la puerta de la mansión, luego, cuando Alan se la llevó en coche, yo me dirigí a mi habitación.Pero cuando estaba a mitad de las escaleras, la voz de Anne me llamó desde abajo.—Así que tu apellido es Campbell.La miré con intriga; estaba a los pies de las escaleras, bebiendo whiskey. ¿Me había escuchado decírselo a Susan? No era posible, ella no estaba en los jardines. ¿Entonces, como lo sabía?Con delicadeza se acomodó un negro mechón de su corto cabello tras la oreja, antes de girar con elegancia en dirección al comedor.—¿Sabes? Me suena familiar. Tu apellido... cosquillea en mi mente... Creo que lo he escuchado antes. Pero... —chasqueó la lengua antes de desaparecer tras una puerta—… no sé...Aunque lo había dicho como si no tuviese importancia, a mí si me afectó. No sabía sí era bueno que ella lo supiera o no, pero la id
Ese día, en cuanto digerí lo qué pasaba, me solté de sus brazos y después de bajarme apresuradamente la falda, hui de la escena. Me oculté en mi habitación el resto del día, avergonzada por completo, y humillada aún más. Sí la había visto aparecer, ¿por qué no se había detenido? ¿Acaso no le importaba lo humillante que era eso para ambas?Dos días después de ese penoso acontecimiento, apenas terminé de darme un largo y reflexivo baño, una chica del servicio entró en mi habitación con una gran bolsa consigo.—El Señor desea que la preparé para esta noche —dijo, sacando un largo y negro vestido de la bolsa.Con algo de desconfianza toqué la tela. Era satín.—¿Por qué? —pregunté con recelo.La chica miró a la puerta, estaba cerrada por completo.—Eso sobre la invitación que recibió a su llegada. Es una especie de baile —me informó, a la vez que me tomaba de la mano y me sentaba frente a un espejo.Comenzó a arreglarme el cabello, a ondularlo y acomodarlo delicadamente en un sofist
La había visto sangrar frente a mí, desvaneciéndose poco a poco. La había visto mirarme una última vez, tirada en el suelo de esa casa en ruinas. Había visto exhalar su último aliento. Había muerto mientras yo la llamaba y el señor Fabian me arrastraba lejos de ella. Había gritado su nombre y llorado por ella. Así que, la mujer frente a mí, no podía ser Isabel. Era imposible que Isabel estuviera allí, de pie sonriente frente al señor Riva. —He estado esperando verte —le dijo entre una sonrisa y otra. Aun muda y cerca del shock, la observé con aterrada incredulidad. Esa noche, usaba un vestido negro, ya que parecía ser una fiesta cuyo único color era permitido, ninguna dama o caballero usaba algo distinto al negro. Su vestido era sobrio y sofisticado, de cintura caída, con flequillos finos en la falda y adornado con brillante pedrería negra. Sobre sus finos hombros, usaba un abrigador chal de perlas y joyas. Se veía como una verdadera dama de alto estatus social, igual a como la h
Lo miré conversar y reír a la distancia, preguntándome sí de verdad me creía muerta. Además, él se había casado, y no con cualquier mujer, sino con la hermana gemela de Isabel. ¿Acaso no sabía que yo había pasado los últimos años atrapada con la hermana de su esposa, hasta que el señor Riva llegó y de alguna forma me salvó? —Estás pálida —comentó de repente. Como anonadada, volteé la mirada y fijé mis ojos en mi atractivo y distante acompañante. Él, como yo, también observaba a la pareja, pero con una especie de rencor en su oscura mirada. —Creíste que era ella, ¿no es así? —preguntó al notar mis ojos en él. Tragué fuerte cuando apretó mi mano, como si quisiese desquitarse conmigo otra vez. —Lo pensé... —acepté suspirando, mirando bailar a la alegre gemela de Isabel con mi padre—. Durante un segundo, llegué a creer que había sobrevivido, y que usted me había mentido sobre su muerte. Soltó una risita seca por lo bajo. —Ella no podría serlo. A diferencia de Isabel, su gemela Isab
Lo había visto teniendo intimidad con 2 chicas, participando en un trio. Pero esa era la primera vez que me sorprendía tanto, al nivel de hacerme sentir helada. Y al fin lo comprendí, comprendí porque no le guardaba ningún luto ni respeto a Isabel, también comprendí su malhumor conmigo y su rabia al recibir la invitación para esa fiesta. Para el señor Riva, Isabel no era nada ni había significado nada, en cambio, su gemela Isabela... Las fotos en la mansión no pertenecían a mi amiga y al señor Riva, sino a Isabela y el señor Riva. —¿Por qué me abandonaste tanto tiempo, Rafael? —murmuró Isabela sin dejar de besarlo, acariciando su pecho frenéticamente. Él no le respondió, pero la tomó por las caderas y la pegó a su cuerpo. Ella gimió entre risitas bajas. —Parece que tu nueva compra no te satisface. ¿Es tan absurda como las otras? Él dejó de besarla, le acarició el cabello castaño, mirándola con anhelo y una ira controlada. —¿Ellas? Sabes bien porque las tengo. Tú me has co
Me jaló del brazo y me sentó sobre su regazo, de cara al volante, y me dobló sobre él. Jadeé y lo miré sobre el hombro, intentando golpearlo. —Tienes razón, Isabela es la razón de todo esto —con firmeza, me tomó de la nunca y me mantuvo quieta. Detrás de mí, lo escuché bajarse el cierre de los pantalones. —Incluso es la razón del porque te compré, en parte. Ella y yo tenemos una relación, quizás más carnal que romántica. Aunque, tampoco te equivocas respecto a lo que siento por ella, y no por Isabel. Apreté los puños, e intenté buscar la manija de la puerta. Cuando di con ella, vi que estaba asegurada. No había escape. —Es... usted despreciable —dije entre dientes, pero comenzando a sentir la piel caliente, a pesar del frio que había fuera del coche—. Y no... no puede ser el hombre a quien ella amó todos esos años... Apenas un segundo, después me subió el vestido. Lo sentí separarme las nalgas y buscarme a tientas. Cuando me penetró, extrañamente se sintió bien, como siemp
—Pero supongo que no estás aquí para hablar sobre esta chica, ¿me equivoco? Isabela desplazó la mirada hacia él, y sonrió un poco. No era nada amigable, parecía apenas estar conteniendo su ira. —Es verdad. Como dije, quiero resolver lo de anoche. Aunque, veo que no sufrías por mí, como yo por ti Rafael. El señor Riva alzó una ceja. —¿Sufrías por mí? Dime algo creíble, Isabela. Ella apretó los labios y me señaló con un gesto. —Quiero hablar solo contigo. Dile que se vaya. Él le sostuvo la mirada, como si le doliera verla, pero aun así lo deseará. Luego me miró sobre el hombro, ya había elegido. —Sal de aquí, Dulce. Lo miré antes de comenzar a alejarme. —Y no olvides que debes regresar por la noche —agregó antes de que yo abriera la puerta—. Si no estás aquí, pagaras por ello. A pesar de la sensación de humillación, agradecí poder irme. Y lo hice lo más rápido que pude. Salí de la habitación, preguntándome si así se sienten las amantes cuando son descubiertas por las esposas
Al llegar a nosotros, Isabela miró a Alan y le hizo un gesto poco educado. —Vete. Déjanos hablar a solas. Alan vaciló, aun tomando mi brazo. —Señora, yo quisiera... Ella apretó los labios y lo miró con molestia. Entonces yo zafé mi brazo del suyo con delicadeza y le sonreí. —No tienes que quedarte. Nos vemos más tarde. Isabela esperó hasta que Alan se dio la vuelta y se alejó, en dirección a la mansión, donde lo esperaba su hermana. Cuando entró y dejamos de verlo, Isabela exhaló y mirando al cielo, parpadeó varias veces. Parecía querer llorar. —No tienes ni idea de cuanto esperé para verlo de nuevo —dijo cerrando los parpados, haciéndome sentir incomoda—. Pero tú... ¿Por qué demonios le interesas? ¿Por qué de repente se ha encaprichado contigo? Enrojecí cuando me miró de nuevo, alejando mis difusos recuerdos de la noche anterior. ¿Qué había hecho con el señor Riva? No quería recordarlo. Él me había dado de beber, y yo había perdido en juicio. —Señora Isabela, yo no hice na