Todos los capítulos de La virgen en el Harén: Capítulo 31 - Capítulo 40
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La batalla:
El ejército enemigo atacó en la madrugada.Alessios las había prevenido, ya que había sido capaz de escuchar el estruendoso ir y venir del enemigo preparándose. Las mujeres habían estado listas para el combate, habiendo cambiado sus pesados y lujosos vestidos desde hacía semanas por ropas de hombre, mucho más ligeras y prácticas para la batalla.Habían acordado mantenerse rodeando su carpa, ya que a Sarab no se le permitía utilizar su don y por lo tanto se le había convencido de quedarse dentro de la misma.Alessios combatía en primera línea, habiendo optado por mantener su forma animal. Los estragos que causó en el enemigo fueron incontables, con garras y dientes asesinaba a diestra y a siniestra. Aplastaba cabezas, extraía intestinos, desgarraba gargantas y devoraba a los rebeldes.Los capitanes del ejército dorado que se habían mantenido fieles combatían montados a caballo, degollando enemigos a su paso.Tras la primera ola de asalto, el blanco campo cubierto de nieve se había teñi
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La batalla II:
—¿Donde está tu señora?- interrogó Umara al rebelde que aún quedaba vivo, prisionero dentro de una cárcel de hielo.Habiéndo curado a Sarab, Umara le pidió a Mem que regresara con Cítiê y ella al campamento, las chicas protestaron, por supuesto, no deseaban bajo ningún concepto abandonar a Umara.—Por favor…puede que Burya y Zai necesiten refuerzos, además, si cuatro fieras hambrientas no pudieron devorarme, dudo mucho que Cassandra tenga mejor suerte.Tras varias protestas y muchas quejas, las mujeres se marcharon de regreso al campamento, dejando a Umara a solas con el rebelde—Aléjate de mí, bruja.- el rebelde escupió a Umara en el rostro.- en mi país a las mujeres como tú las quemamos vivas.Umara sonrío.—Es un alivio entonces que no estemos en tu país, ahora responde, ¿dónde está Cassandra?***Cassandra supo que la batalla estaba perdida en cuanto vio al ejército replegarse, los rebeldes estaban temerosos del terrible lobo que los despedazaba, de los capitanes que los pasaban p
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La punta de la flecha:
Ambos combates se desarrollaban a la vez.Mientras el portentoso lobo perseguía al arquero a través del espeso bosque, Umara huía de la furia asesina de Cassandra.—¡Te destriparé con mis propias manos, maldita! ¡Desde que apareciste mi vida y mis planes perfectos se vinieron abajo!—¿Llamas perfecto a envenenar a tu propio esposo?Una expresión de fatalidad cubrió el rostro de la rubia.—No lo habría hecho si él no me hubiera forzado a ello.—¿Quién? ¿Tu hermano?- masculló Umara, lanzando bolas de nieve en dirección a Cassandra con la esperanza de mantenerla alejada.—¡Por supuesto que no, imbécil!- rugió Cassandra, roncamente.- me refiero al infiel de Alessios, aún cuando yo portaba la marca que me convertía en su pareja destinada él fijó su vista en la siguiente mujerzuela que apareció, y la próxima, y la próxima, ¡hasta llenar su harén con esas vacas inmundas!Umara arrugó la frente.—A pesar de mis súplicas y lloros, no me prestó ni un ápice de atención. A él solo le importaba cu
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Lloro:
—¿¡Estas loca!?- ladró Burya enfurecida.- ¡¿tienes alguna idea de lo que estás pidiendo?!—¡Por supuesto que sí!- bramó Cítiê.- ¡pido, que ayudemos a descansar al único hombre que he amado en mi vida! ¿Crees que esta situación no me hiere? ¡¿Crees que me hace feliz siquiera pensar tal atrocidad?!Un nudo se apoderó de la garganta de todas las mujeres presentes en la habitación.—Nuestro amado no sanará. No hay nada que podamos hacer y debemos aceptarlo aunque nos duela.- el mentón de Cítiê tembló, mientras sus ojos volvían a inundarse de lágrimas.- está condenado a padecer los más terribles dolores y luego comenzará a convulsionar producto del envenenamiento de su sangre con la plata. Estimo que le han de quedar cuarenta y ocho horas de vida como máximo.Burya abandonó la tienda en un arranque de llanto, Mem salió detrás de ella para intentar consolarla, una ventisca era lo último que necesitaban en ese momento, con la mayoría de las tiendas de campaña echas jirones y chamuscadas a má
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Intercambio:
—¡¿Por qué no lo dijiste antes?!- chilló Burya colérica.—Oh, pues porque…- gruñó Sarab, acariciando su hermoso cabello.- …seamos honestas, si él muere, el caos subsiguiente sería muy divertido de contemplar.—¡Sarab!- gritaron las gemelas al mismo tiempo.La aludida solamente se limitó a rodar sus ojos.—Oh, por Anubis.¿De qué se sorprenden? Soy su enemiga jurada, después de todo. Esta vez todo hubiera resultado demasiado fácil, ya saben, no tendría que intentar deshacerme de él yo misma, solo tendría que sentarme y esperar a que muriera.Todas la miraron con diferentes grado de horror reflejado en sus rostros.—Pero, si el tirano está dispuesto a liberarme, si su amor por Umara es realmente tan grande que sería capaz de permitirme regresar a mi país con tal de hacerla feliz, entonces estoy dispuesta a cooperar.—Pero, pero…- balbuceó Burya atónita.- ¿habrías estado dispuesta a arriesgarte, no hacer nada y permitir que Cassandra y su hermano tomaran el trono?Sarab elevó un hombro de
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Compensaciones:
Umara:—¿Se ha tenido alguna noticia de Sarab?- pregunto al regresar al pabellón tras el infernal e incómodo banquete.—Pues sí.- responde Cítiê.- ayer recibimos a un mensajero de parte del faraón de Egipto, en su carta, el monarca agradece enormemente la liberación de su sobrina y da por terminada la enemistad con nuestro amado.—Es un alivio saber que regresó sana y salva.—¡Todavía no me lo puedo creer! ¡La muy loca nos hubiera sacrificado a todas con tal de ver a nuestro amado morir! – chilló Burya.—Lo sabemos.- susurró Mem. – estaba incluso dispuesta a dejarse asesinar con tal de lograr sus propósitos.—No hablemos más de ello.- pidió Cítiê nerviosamente.A la mañana siguiente el emperador convocó al Mayilis, Cítiê llegó temprano en la madrugada para apresurar a las mujeres del pabellón, ya que el Emperador demandaba la presencia de todas.Al entrar al gran salón del trono, Umara notó que éste resplandecía, los nobles se hallaban más ricamente vestidos que nunca y los capitanes
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A muerte:
Los nobles Kuranies no salían de su ensimismamiento. Aquella mañana había sido bizarra para todos, mucho más para las mujeres del pabellón, quienes habían sido honradas y elevadas de la forma más inesperada. —Muchos de ustedes piensan que me he tornado débil.- la voz de Alessios era un silbido cargado de burla.- Muchos creen que el haber tomado para mí tantas esposas ha ablandado mi corazón. Incluso, en los momentos más negros de nuestra historia reciente cuando parecía no haber esperanza y muchos de los presentes prefirieron huir antes que enfrentar al enemigo, mis esposas, esas mujeres por las que tanto se me ha criticado, estuvieron a mi lado y sostuvieron mi espada para que yo no flaqueara, por eso he tenido a bien honrarlas por encima de a cualquier hombre. Un silencio sepulcral se apoderó del salón del trono. —Ahora pasemos a asuntos más serios. Es momento de que impartimos la justicia de los dioses. ¡Que el día de hoy sea una demostración de cuán débil soy realmente!- ahora s
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Hiel:
Alessios enredó su masculina mano en el cabello de ella, Alessios la forzó a torcer su cuello, elevando su mentón y mirándole a los ojos.—Hiel.- bramó el emperador.- es lo que recibo de ti incluso después de tantos meses. ¿Es que no existe el perdón en tu corazón, pequeña nómada? ¿Qué quieres de mí? ¡¿Planeas torturarme hasta la locura, manteniendo la fruta prohibida de tus caricias al alcance de mi mano pero privándome de ella una y otra vez?!Los ojos de Umara permanecieron fríos, inexpresivos, vacíos, y Alessios conoció un miedo que nunca había experimentado antes.—¡¿Qué quieres de mí?!- insistió enfurecido, tirando de los negros cabellos de su jueza y ejecutora, hasta el punto del dolor.Umara comprimió los labios, cerrando los ojos. Lágrimas se habían reunido en ellos pero se negaba a dejarlas salir.—¡Dilo de una vez, maldita bruja!- espetó él entre dientes.- ¿Qué es lo que complacería a tu negro corazón? ¿Qué persigues con tu hielo? ¿Acaso buscas conducirme a la desesperación
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Manjar de los dioses:
Achino los ojos, en lo que acaricio su nuca.—¿Lo aceptas ,entonces…- susurro esperanzado.- …lo declaras ante los dioses?Arruga el entrecejo y me mira dudosa.—¿Que debo aceptar, Señor?Mi lobo gruñe, frustrado.—¿Aceptas que soy tu dueño? ¿Declaras ante los dioses que soy tu amo y Señor?¿ Me reconoces como tu amado?Se le llenan los ojitos de lágrimas y no lo comprendo. ¿Por qué llora? Debería estar feliz, al fin y al cabo las cosas entre nosotros vuelven a estar en orden.—Sí.- susurra compungida- sois mi amado, mi amo y mi Señor.***No hubo terminado de pronunciar las palabras Umara, cuando ya Alessios estaba nuevamente sobre ella, reclamando su boca con renovada pasión y brío. Despojándola velozmente de sus ropas y adorándola con su boca y sus manos.Es así como las domina. Pensó Umara al borde de estallar en llanto. Las enloquece con sus caricias, las esclaviza con sus besos…¡Oh, no!Las manos del emperador separaron los muslos de ella y acto seguido su ardiente boca conectó co
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Agua en el desierto:
—¿Crees que tendrá solución nuestro problema?¿Seremos capaces de darles hijos a nuestro amado algún día?- susurró Cítiê, visiblemente consternada.—Quizás, con el tiempo. Tal vez dentro de unos cinco a diez años…- aventuró a explicar Umara, lo cierto es que ni ella misma estaba muy segura, la mezcla de dos venenos hacía las predicciones inexactas . La única persona que podía darles una respuesta clara y segura, se negaba a hablar. Habiendo tomando un voto de silencio desde la muerte de su hermano: Cassandra.—¿Que hará nuestro amado con ella?- preguntó Mem a Cítiê.—Aun no nos lo ha comunicado, pero sospecho que la dejará en prisión por el resto de sus días.***El desempeño de las Lunas en sus diferentes cargos era brillante. Cítiê y Burya escuchaban las querellas del pueblo con gran paciencia y justicia, intentando llegar a un acuerdo entre ellas primero antes de impartir un veredicto.Zai y Mem mantenían al ejército a raya, al principio hubo sus roces con los recién nombrados gener
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