Roma, Italia:Vitorio se contempló en el espejo de la sastrería. A pesar del paso de los años, y de sus dedos artríticos, el viejo Ira aún conservaba su toque.El sastre había entallado los trajes de su abuelo, su padre y ahora los suyos. Cada vez que hacía una nueva compra, acudía con el viejo. No confiaba en nadie más, para este trabajo ni para cualquier otro que involucrase contacto físico con su persona.La arrogancia, la avaricia y el orgullo, eran las principales virtudes de las que se jactaba el Padrone. Su posición y su riqueza lo ponían a la par de los reyes y reinas de la tierra. No había puerta cerrada que no se abriera para él, no había lujo u ostentación inalcanzable para él, no había mujer que tuviera un “ No” en sus labios para él, por qué lo que Vitorio Visconti no conseguía por las buenas lo tomaba a la fuerza.Su vida era un paraíso de drogas, armas, carros veloces, apuestas, intimidaciones, asesinatos y putas, sin embargo, había una espina incrustada en su costado q
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