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Increpancias
No entendía su reacción…No podía comprender como había actuado de esa manera… restregarles el anillo a esas mujeres desconocidas, de alta sociedad, dándoles a entender que era un honor estar con él, cuando en realidad lo aborrecía con todas las ganas del mundo. Había, en cierta manera, manifestado unos celos terribles por esas mujeres que, en algún momento de su vida, habían tenido que ver con su marido, sexualmente hablando, y no tenían reparo de decírselo en sus propias narices. Es mas, esa mujer en particular, parecía orgullosa de haber pertenecido al lote de amantes, de Carlisle Stone. Pero era esa actitud, de mujer celosa y ofendida, lo que más le molestaba. Ella a Kalem nunca le había hecho una escena de celos, y a Carlisle por poco le salta a los ojos cuando salió del tocador y lo vió ahí tan tranquilo. Se sentó en la mesa y continuó comiendo dulces. Lo único bueno en esa fiesta para ver de Eleanor, era la rebosante cantidad de platillos que ofrecieron de postre. Ella acostumbr
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Furia
Se levantó temprano y decidió darse una ducha. Se sentía sucia, después de la noche pasada. Es que sin ningún tipo de resquemor, se había entregado a un desgraciado… Carlisle había vencido cada una de las barreras de defensa que ella había levantado, de una manera tan fácil… Mientras el agua caía por su cuerpo, restregaba cada parte de su piel, tratando de borrar las sensaciones que le causaron los besos y las caricias de Carlisle. Se sentía acalorada, cada vez que recordaba su lengua en esa zona tan íntima, y jadeó de solo revivirlo mentalmente. Veinte minutos tardó en salir del baño y una vez que estuvo seca, se puso su pijama de algodón, de dos piezas, un short, no muy corto y una camisa de mangas cortas. No quería volver a la cama. Aun estaba con las sábanas de la noche. La cama, mudo testigo de la pasión, estaba toda desarreglada. Ella, se acercó a una banqueta larga que había justo frente al ventanal, y sin ganas de hacer nada, levantó los pies, que tenían puestos sus pantuflas
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Dolor
Los días en Inglaterra eran fríos… Eleanor pasaba la mayor parte del tiempo trabajando, y como si fuera un ritual al que estaba acostumbrada, siempre llegaba a Grimmauld Place antes de las seis. Aunque a veces se negaba a hacerlo, se veía todos los días renegando porque cuando el reloj daba las seis, ella le entregaba el abrigo a Arnold. La casa se sentía tan extraña. Algunas veces pasaba por ahí Farrah… Emerson nunca quiso entrar. Sus otros hermanos, se mostraban reticentes a querer visitarla. Se sentía sola… La casa era demasiado grande para ella. “Si al menos me hubiera dado permiso para redecorarla… es tan fría, y oscura…” Solía pensar cada vez que se quedaba sola en la sala. Y si contamos las personas que la habitaban en ese momento, dos sirvientes y una mujer joven, la casa parecía desierta. Si por ella fuera, hubiera tirado todo a la basura y comenzado a decorarla a su gusto. Lo primero que se le vino a la cabeza fue cambiar esas pesadas y enmohecidas cortinas, por unas de géne
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Sin opciones
Llegó a su cuarto y se puso su pijama. No tenía mucho sueño. Tomó un libro , que había comprado en una librería de Londres, una novela de misterio. Comenzó a leerlo sin ganas. Se trataba de un multimillonario que había sido misteriosamente asesinado y todas las pistas dejaban como único sospechoso, a su esposa… “Típico” Pensó Eleanor “Se muere un viejo ricachón, casado, y en quien piensan como asesina? En la joven y escultural esposa”. Siguió leyendo. A medida que leía se le hacía imposible dejarlo… la trama se ponía mas interesante… cuando el asesino estaba a punto de matar a la joven viuda, el golpe de la puerta le hizo dar un pequeño gritito y sobresaltarse. Miró el reloj. Eran las 8. La puerta volvió a golpearse y ella se acomodó en la cama para seguir leyendo. Se había acurrucado en la cabecera, sentada y con las piernas apretadas a su estómago. El pijama que vestía era de frisa, con florcitas, y sus adoradas pantuflas en los pies. Sin mirar a la puerta, siguió leyendo. La puerta
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Seguridad
Quería más. Era algo que nunca había pasado por su mente, pero ahora que estaba viviendo con Carlisle, a Eleanor se le hacía mas fácil pensarlo y desearlo. El sexo con Carlisle Stone, y en esto odiaba darle la razón a él, era empresarial. No podía entender como había dejado de pensar en Kalem. Hasta dudaba de que los sentimientos hacia su antiguo novio hayan sido verdaderos. Tampoco creía sentir amor por Carlisle. Pero este, había despertado algo en ella que nunca podría creer tener… había despertado la lujuria. Se sentía con la necesidad de tener sexo con su esposo a cualquier hora del día.Llegó a su trabajo como siempre, aunque con menos ganas. Carlisle, una vez terminado el desayuno, la habia ignorado completamente y se habia ido de la casa rumbo a su trabajo. “Al menos hubiera esperado un beso” Pensó, mientras dejaba su capa en el perchero y se disponía a empezar la jornada. Suspiró. Tenía en frente una veintena de carpetas con informes que redactar, y otra tanda de archivos que
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Maladita su suerte
El horario de llegada siempre estaba pautado para las seis. Ni un minuto más. Eleanor era conciente del aluvión de reproches que tenía que soportar cada vez que rompía las normas. Así que, muy a su pesar, dejó de charlar con su cuñada y se dirigió hacia su casa. Apareció en el parque de la esquina y se apresuró en dar los pasos que la separaban de su hogar. Se extrañó de no ver el coche de Carlisle en el jardín. Entró rápidamente y se quitó el abrigo. Arnold como siempre la esperaba cerca de la entrada para recibir sus pertenencias. Ella le sonrió, mientras el hombre hacía una exagerada reverencia. Sin decir nada, se acercó a la chimenea. Estaba segura de que él no estaba… aun no regresaba de su trabajo. Se sintió nerviosa. No sabía como iba continuar su relación con Carlisle. El era tan impredecible. Winky Apareció desde la cocina, trayéndole una taza de té. Ella lo agradeció.Dime Winky¿el señor se encuentra en casa?No mi señora — dijo la elfina mirándola a los ojos.— El señor llam
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Momentos
El horario de llegada siempre estaba pautado para las seis. Ni un minuto más. Eleanor era conciente del de que tenía que soportar cada vez que rompía las normas. Así que, muy a su pesar, dejó de charlar con su cuñada y se dirigió hacia su casa. Apareció en el parque de la esquina y se apresuró en dar los pasos que la separaban de su hogar. Se extrañó de no ver el coche de Carlisle en el jardín. Entró rápidamente y se quitó el abrigo. Arnold como siempre la esperaba cerca de la entrada para recibir sus pertenencias. Ella le sonrió, mientras el hombre hacía una exagerada reverencia. Sin decir nada, se acercó a la chimenea. Estaba segura de que él no estaba… aun no regresaba de su trabajo. Se sintió nerviosa. No sabía como iba continuar su relación con Carlisle. El era tan impredecible. Winky Apareció desde la cocina, trayéndole una taza de té. Ella lo agradeció.Dime Winky¿el señor se encuentra en casa?No mi señora — dijo la elfina mirándola a los ojos.— El señor llamó para decir que s
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Crueldad y humillacion
Los días pasaron sumidos en una total indiferencia entre ambos. Más de Carlisle para con Eleanor. El se pasaba todas las noches fuera de la casa. Y ella se la pasaba dando vueltas en la cama, sin dormir, producto del desconsuelo. A veces rogaba que Carlisle abriera la puerta y le hiciera el amor… pero sabía que eso nunca se daría. ¡El estaba feliz con su querida Sara! Las cenas o los almuerzos eran en silencio. Ni los sirvientes emitían sonido alguno. Carlisle comía y se largaba a su escritorio o la cita de turno, y Eleanor se mantenía firme en su lugar, rogando que el tiempo pase lo suficientemente rápido para largarse de allí. Lo único que la mantenía con ánimos, era la ilusión de saber que sus padres muy pronto estarían con ella como antes… como siempre. Pero, a pesar que lo odiaba, no podía dejar de esperarlo en las noches. Era algo adictivo. Haber probado las mieles del sexo con Carlisle había sido contraproducente para ella. Y lo odiaba más por eso. Porque él había logrado alter
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Estupidez
David se paseaba nervioso de un lado al otro de su sala. Sandra, estaba sentada en una butaca cerca del dorado, miraba a su esposo… él estaba rubio y murmuraba cosas sin sentido. La mujer se preguntó que le habría sucedido cuando se comunico con Carlisle. Sin poder elucubrar una posible respuesta, vio como la chimenea se iluminaba con el verde de los flu, y que Carlisle salía, descalzo, sin camisa y con el pantalón prendido pero con el cinto desabrochado. El joven miró a Sandra, que Aun tenía los ojos bien abiertos por la sorpresa, y luego a David, que le esquivaba la mirada, y sin más, rió aparatosamente. David se acercó, diciéndole algo, pero como Carlisle no paraba de reír, le dio una colleja en la nuca. Carlisle dejó de reír y lo miró.¿Y ahora por qué me pegas? — preguntó, sobándose la parte de atrás de la cabeza.¿No era que tenías un perfecto plan de venganza? — él asintió — ¿así te tomas revancha de tus enemigos? — él sonrió — ¡Dios, estás perdido! — dijo golpeándose la frent
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Dispuesta a todo
Los días para Carlisle se volvían inmensamente desesperantes, porque la mayor parte del tiempo se la pasaba pensando en todo lo que ocurría la noche anterior con su rubia. Los negocios ya no le importaban, su intención de humillarla y dejarla en ridículo quedaban en la nada, cada vez que llegaba a su casa, y se encontraba con esa mirada brillante, esa mirada que le hacia pensar que ella tal vez… sacudía su cabeza, tratando de convencerse que eso era solo una ilusión. Era casi imposible que ella se enamorara de él. Sabia que no estaba haciendo las cosas bien. Tenía esa necesidad de hacerle entender que la amaba, pero estaba esa parte siniestra, dolida, que clamaba por sangre. Por otro lado, estaba aun latente, las palabras de David “¿Qué pasaría cuando Kalem y ella se encontraran?” Trataba en vano no pensar en eso. Si ella se fuera con ese infeliz hurón… respiraba entrecortadamente cada vez que esa imagen venía a su mente. Sentía que cada célula de su cuerpo, se revolucionaba, de solo
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