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Todos los capítulos de ¿De nuevo a tu lado? : Capítulo 81 - Capítulo 90
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Capítulo 78: Arreglando cuentas.
Mafer contemplaba a Eduardo dormido, suspiró profundo. —Eres muy guapo demonio español —susurró, y se acercó con lentitud, deslizó sus dedos por el rostro de él—. Despierta —murmuró. Eduardo se removió en la cama. —Es muy temprano —dijo.—Hace un día maravilloso —comentó ella—, vamos no seas flojo —indicó. Eduardo se acomodó en la cama. —Dejame dormir un rato más, ayer nos quedamos hasta tarde en la playa —comentó. Mafer frunció los labios. —Pareces mi abuelo —bromeó ella. Eduardo abrió los parpados, entonces la miró, ella estaba de pie a un costado de la cama, lucía unos shorts de mezclilla cortos y una blusa tipo top, la garganta se le secó, entonces la tomó de la mano, y la jaló hacía él. Mafer se estremeció cuando su pecho quedó pegado al de él, y sus rostros muy cercanos. —Mejor quédate un ratito más conmigo —susurró la tomó de la nuca y la besó. Mafer sintió de nuevo aquel cosquilleo en toda su piel, correspondió al beso de él, abriendo sus labios, entonces tembló cua
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Capítulo 79: Heridas que sangran.
Luego de que Abel se tranquilizara llegaron hasta el edificio de Asoexport Manizales, enseguida luego de identificarse subieron al piso de presidencia. —Buenas tardes, deseo hablar con mi tío —avisó Malú a la asistente de Carlos Duque. —Claro, enseguida le aviso al doctor Duque que usted está aquí. —Sonrió la asistente, y digitó el teléfono, de inmediato Carlos le dijo que la dejara entrar. Malú miró a Abel, inhaló profundo y con la mano lo guio a la oficina de su tío. Ella abrió la puerta y él la estaba esperando, María Luisa se lanzó a los brazos de Carlos, lo abrazó con fuerza. —¡Qué alegría verte con vida! —exclamó él conmovido. —Me da tanto gusto verte —respondió ella con la voz entrecortada—, me han pasado tantas cosas, que no he podido ir a visitarlos. ¿Cómo está mi tía Ely, y mis primos? —indagó. —Resentidos contigo, no has aparecido por la casa —reprochó. Abel desde su lugar observaba aquella interacción, nunca cruzó palabra con Carlos Duque, apenas el saludo, pues Lu
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Capítulo 80: Heridas que sanan.
Malú cerró los ojos, tuvo miedo de que algún guardia se acercara y lo llevara preso por profanar la tumba de esa mujer, por suerte nadie se dio cuenta, se vio tentada a impedir que siguiera destrozando aquel sepulcro, pero podía entender su enojo, esa mujer tan solo lo había utilizado. Pasaron varios minutos cuando Abel dejó de llorar, y Malú lo vio más sereno, entonces se acercó a él, y se inclinó a su lado. —Vamos a casa, ya no vale la pena, ella está muerta —dijo Malú y le tocó el hombro. Abel con los ojos rojos, hinchados y el semblante completamente descompuesto, levantó su rostro y se reflejó en la dulce mirada de Malú. —Nos destruyó la vida —susurró sintiendo que el alma le dolía tanto que el pecho le ardía—, perdimos a nuestro bebé, todo fue mi culpa, tienes razón en odiarme, no te merezco, vete Malú, aléjate de mí, yo no soy bueno, soy igual de miserable que Luz Aída, no soy digno de tu perdón —espetó con profundo dolor, cerrando en sus puños un poco de arena de la sepult
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Capítulo 81: Aunque no sea conmigo.
Cartagena de Indias, Colombia. Varios jadeos salían de los labios de Mafer, su respiración era agitada, algunas gotas de sudor bañaban su cuerpo. —Ya no más —suplicó a Eduardo—, me duele. —Pero si solo es el comienzo, cariño —rebatió él, sonriente—, vamos, bajaré el ritmo, lo haremos más suave. Mafer negó con la cabeza, se tiró sobre la blanca arena, y empezó a sobar sus pantorrillas. —Ya no más, el ejercicio no se hizo para mí —jadeó—, siento que estoy agonizando. —Cerró sus ojos casi desfalleciendo—, anota en tu iPhone lo que te voy a dictar. Eduardo carcajeó sin poder evitarlo. —Sois la reina del drama, chiquilla, no has trotado ni un kilómetro, yo acostumbro a correr cinco, cada mañana —expresó con orgullo. —¿Qué me vas a dictar?Mafer rodó los ojos, frunció el ceño. —Mi testamento, apunta: Mi ropa, zapatos y demás se lo heredo a mi hermana Majo, las joyas a Malú, mi auto a mi hermano Juan Miguel, mi parte de la hacienda a Juan Andrés. —Se llevó las manos a los labios—, cr
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Capítulo 82: Hoy que no estás.
En horas de la noche Malú acompañada de su hermana menor Majo, llegaron a Salento, a la finca de los padres de Sebastián. Durante todo el trayecto María Luisa había permanecido en profundo silencio. —¡Hay un baile! —exclamó Majo y aplaudió con emoción cuando aparcó el auto—, y a mí me fascina bailar. Malú ladeó los labios, fingió sonreír. —¡Diviértete! —recomendó. —Pero con esa cara de tragedia que traes, mejor te hubieras quedado en la hacienda, ya olvidate del diablo, no sufras por él, que tal aquí en este retiro encuentras al hombre de tus sueños. —Sonrió Majo. Malú bufó al escuchar a su hermana menor. —Agradezco tus buenos deseos, pero recuerda lo que dice nuestro padre, un Duque cuando se enamora lo hace para siempre, y creo que ese será mi caso —mencionó con tristeza. —Habiendo tantos hombres guapos en el mundo, que desperdicio —dijo Majo y miró que Sebastián se acercaba a ellas—, como el que viene por allá, ese sí que es un papacito. —Se mordió los labios. —¡Majo
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Capítulo 83: ¡Peligro mortal!
Horas antes, cuando el sol empezaba a caer, Mafer y Eduardo recorrían el castillo de San Felipe, una antigua construcción española, que en el pasado sirvió de fortaleza para proteger a Cartagena de los ataques de piratas. Aquella fortaleza tenía túneles y pasadizos. La feliz pareja, con las manos entrelazadas, caminaban junto a los pocos turistas que quedaban a esa hora, escuchando la explicación que hacía el guía. Sin embargo, Mafer volvió a sentir un escalofrío, fue una extraña sensación que le recorrió la espina dorsal, divisó a sus alrededores, pero no vio nada sospechoso. —¿Todo bien? —indagó Eduardo al notarla intranquila. —Sí —contestó ella y sonrió—, a qué no me encuentras. —Carcajeó y se soltó de la mano de él para correr a esconderse en uno de esos pasadizos. —¡Mafer! —exclamó Eduardo, resopló, aunque el sitio era seguro, tuvo una especie de mal presentimiento, caminó a toda prisa y empezó la búsqueda de su novia. Mafer de vez en cuando asomaba su cabeza entre los túnel
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Capítulo 84: Disyuntiva.
Eduardo buscaba a Mafer con desesperación, percibía una opresión en el pecho, ya la persona encargada había avisado que debían desalojar el castillo, entonces él dio aviso a las autoridades de la desaparición de su novia. —¡Mafer! —exclamaba a gritos Eduardo, buscándola por los pasadizos de aquel castillo. Entre tanto Martín, esperaba que todos se fueran para salir con ella y secuestrarla como lo tenía pensando, Mafer se removía con fuerza intentando soltarse, entonces él la levantó tomándola de la cintura, y ella aprovechó ese momento para golpear la entrepierna de su captor. Martín gruñó adolorido la soltó y Mafer aprovechó para salir corriendo. —¡Auxilio! —gritó con fuerzas, mientras agitada intentaba buscar una salida. —¡M@ldita sea! —vociferó Martín golpeó con uno de sus puños y con todas sus fuerzas uno de los muros—, debo esconderme de las autoridades, me van a buscar —apretó los dientes. Eduardo escuchó el eco de la voz de Mafer, pidiendo ayuda, entonces a prisa caminó s
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Capítulo 85: Desahogo.
Al día siguiente Majo se vistió de mala gana, lanzaba las cosas en su maleta con evidente molestia. —Amanecimos de mal humor —advirtió Malú, observando como lanzaba las cosas. —¿Qué te sucede? —investigó colocando su mano en el equipaje. —Sebastián es un… Imbécil —gruñó, apretujó una de sus camisetas con fuerza. Malú arrugó el ceño, su rostro mostró profunda seriedad. —¿Se sobrepasó contigo? —cuestionó con la respiración agitada—. Dime para ir a reclamarle —vociferó. Majo negó con la cabeza. —No, él es un caballero —resopló y se sentó en la cama, entonces empezó a narrarle a Malú lo del beso—, me rechazó —vociferó conteniendo las ganas de llorar—, jamás antes me había ocurrido algo así, me dijo que yo era una niña, que él no podía darme esperanzas, ni aprovecharse, que está muy interesado en ti —resopló y soltó las lágrimas—, quedé como una atrevida. Malú la abrazó para consolarla. —Sebastián tiene razón, no puedes forzar las cosas, agradece que es un caballero, otro en su lug
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Capítulo 86: Nuevo comienzo.
Malú se aclaró la garganta, tomó asiento en una banca, bajo un frondoso árbol que le daba sombra. —Cuando no sabía quién era yo, se comportó muy bien conmigo, no todo era color de rosa, porque teníamos nuestras diferencias, ambos tenemos el temperamento fuerte, pero jamás me faltó el respeto —comentó frunciendo los labios—, pero cuando empezó con su venganza, todo cambió, me humilló, le hizo daño a mi familia; sin embargo, estuve leyendo las cartas que me mandaba a dejar cuando me creyó muerta, son realmente conmovedoras, sé que son palabras que fueron escritas desde el fondo de su alma, se ve arrepentido y muy enamorado —declaró suspirando profundo. Matilde la miró con ternura. —Si quieres llorar hazlo, aquí estás para desahogarte —recomendó—, yo no te puedo decir lo que debes hacer, mi deber es solo darte pautas para seguir adelante, y que tu corazón sane —expresó—, tampoco estoy para juzgarte, sabes he conocido gente que les ha hecho bien el divorcio, se han separado un tiempo,
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Capítulo 87: Esperanza.
—La señora Julia ha despertado —fue el aviso que dio el médico—, está fuera de peligro, la vamos a pasar a otra habitación, pero no pueden cansarla, recuerden, aún está delicada. Rosaura se abrazó a su padre y sollozó emocionada. Abel presionó los parpados y agradeció a Dios por aquella buena noticia. —¿Ya podemos verla? —indagó Abel con la voz entrecortada. —En unos minutos contestó el médico. Instantes más tarde, Abel ingresó a la alcoba de su madre, Julia estaba con los ojos cerrados, su rostro estaba blanco como una hoja de papel, él se conmovió al verla, deglutió la saliva con dificultad. —Mamá —susurró bajito, se acercó a ella, tomó asiento en una silla, y la agarró de la mano, y la besó. Julia parpadeó lentamente, y abrió sus ojos. —Abel —carraspeó tenía la garganta seca.—No te agites —dijo él—, debes recuperarte, estuviste delicada. —La miró con ternura, y le acarició la frente. Julia se conmovió ante la dulzura de su hijo, el corazón se le estremeció. —Creo que tení
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