María Luisa regresó luego de unos minutos, con el semblante lleno de palidez. —Aleja de mí la comida —ordenó a su hermana. —No —enfatizó Mafer—, no te alimentas bien, te vas a enfermar, o algo te sucede. —La observó con preocupación. —¿Tienes otra vez ansiedad? Malú resopló profundo. —Aunque mi papá diga que las cosas van bien, los daños fueron enormes, no lograremos este año suplir a nuestros clientes. —Se llevó la manos a la cabeza—, estuve en Bogotá, hablé con varios de ellos, accedieron a una prórroga, y solo espero que Gabo consiga el café que requerimos para que no nos multen —comunicó a su hermana—, yo juré levantar la hacienda, y a veces siento que no lo voy a lograr, y eso me tiene mal. Mafer apretó los labios, se acercó a ella y la abrazó. —Pero si no te alimentas bien, lo único que vas a lograr es enfermarte, si es que no lo estás ya —manifestó con preocupación—, vamos a que comas algo, por favor. Malú negó con la cabeza. —No tengo hambre, el aroma a comida me causa
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