—¡Auh! —Se quejó Malú al instante que clavaron la aguja en su vena para tomarle la muestra de sangre. Abel la tomó de la mano, no se desprendió de ella ni un solo instante. Malú suspiró profundo. —No puedo creer que me traten como si fuera una niña —Se quejó y arrugó el ceño. —Pues te comportas como tal —advirtió Abel—, con la salud no se juega, y mucho menos sí…Malú resopló, apretó los párpados al escucharlo. —Ya te dije que eso es imposible, lo lamento —murmuró. —Ya veremos qué dicen tus exámenes, por ahora descansa —solicitó y le acarició la mejilla con ternura. ****—¿Por qué demoran Abel y Malú? —cuestionó Mafer con la voz temblorosa, angustiada por su hermana. —¿Habremos hecho mal? ¿Y si en verdad no está embarazada? —cuestionó y deslizó sus dedos por las hebras de su cabello—, ay no Malú va a estar furiosa conmigo —resopló. Eduardo inhaló profundo se acercó a ella, y la abrazó. —Tranquila, deben estar revisando a tu hermana, y esperemos no habernos equivocado, caso con
Anochecía en Mompox, Malú no respondía su móvil, estaba desaparecida. Mafer no dejaba de llorar en los brazos de Eduardo. —Tranquila, voy a llamar a Abel, seguro él tiene noticias de tu hermana —murmuró y le acarició el cabello. Mafer asintió. Eduardo enseguida tomó su iPhone y marcó a Abel.—Buenas noches —respondió a secas. —Hola, te llamo para averiguar si sabes algo de Malú —dijo Eduardo—. Además, Mafer desea disculparse con ambos, ¿quieres cenar con nosotros?Abel suspiró profundo. —No sé nada de Malú, tiene el móvil apagado, pero Mafer debe tener el contacto de uno de los escoltas —sugirió, y se quedó en silencio—. Está bien, voy a cenar con ustedes, me envías la ubicación del lugar. —Gracias por aceptar —dijo Eduardo y colgó. —¿Qué pasó? ¿Están juntos? —indagó Mafer. Eduardo negó con la cabeza, se aclaró la voz. —No sabe nada de tu hermana, pero los escoltas que la custodian sí, llámalos —sugirió. Mafer reaccionó de inmediato, tomó su móvil y marcó a uno de los guardae
Jorge se quitó el mandil y lo colgó en la percha, tomó su saco y se lo colocó, entonces la puerta de su consultorio se abrió. Karina su novia entró y lo observó con profunda seriedad. —Cambié mi turno, porque necesito hablar contigo. Jorge la observó con atención, arqueó una de sus cejas. —¿Qué sucede, cariño? —cuestionó. —Aquí no te lo puedo decir, vamos a mi apartamento —propuso. Jorge tomó sus cosas, y salió con ella hasta su apartamento. ***** Malú y Abel decidieron regresar a la casa de ella, caminando. Transitaban por las calles de Mompox con las manos entrelazadas. María Luisa frunció el ceño al mirar todo oscuro en su residencia. —Parece que Mafer se quedó con Eduardo —mencionó, observó a Abel, y se mordió los labios. Abel sonrió de lado, con esa expresión de cinismo que Malú conocía bien. La recorrió con los ojos y se mojó los labios. El estómago de Malú se encogió, sintió un corrientazo recorrer por sus venas. —¿Quieres pasar? —indagó ella. —Con gusto
Lo primero que hizo Mafer al llegar a la lujosa habitación del hotel donde se hospedaba Eduardo, fue quitarse los zapatos y lanzarse a la cama. —Estoy rendida —mencionó—, ha sido un día muy estresante. Eduardo se sentó en la cama, y le sonrió, acarició con sus dedos el empeine de Mafer. —Espero hayas aprendido la lección, y antes de dar una noticia, asegurate que sea verdad. —La miró con atención. Mafer resopló, y frunció los labios. —Tienes razón, no lo volveré a hacer —indicó. —Voy a bañarme —dijo Eduardo. Mafer suspiró profundo, tomó en control del TV y la encendió, empezó a buscar un programa para entretenerse mientras su novio salía de la ducha. —Buscaré que tienes de comer, me hacen falta unas palomitas —mencionó en voz alta, pues él ya se metió a bañar. **** Malú apretó más sus caderas en la firme virilidad de Abel, sus piernas se enredaron en la cintura de él. —Vamos, cariño —gruñó Abel, con voz ronca, mientras empujaba su falo en el humedecido y cálido sexo
Mafer colocó sus manos en el pecho de Eduardo, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban se separó de él, inhaló profundo. —Comprendo que deseas llevar la relación a otro nivel —expresó y se aclaró la garganta—, es lo más lógico, no somos unos adolescentes —indicó—, pero…—Se mordió los labios—, yo tengo miedo, no quiero equivocarme, durante años me he mantenido virgen esperando por el hombre de mi vida, y deseo que cuando lo haga sea con la persona que voy a compartir mi existencia —enfatizó y suspiró profundo—, tal vez te parezca anticuado, entiendo que las mujeres con quién tratas, tienen experiencia en la materia, y no les importa solo tener sexo; sin embargo, yo no busco eso —declaró. Eduardo la observó con infinita ternura, su corazón se estremeció al escucharla, ella era pura, inocente, alguien muy especial, Mafer era la persona con quién por primera vez deseó unir su existencia, entendía sus miedos, y temores, entonces le acarició la mejilla. —Te comprendo, y no m
—¡Jorge! —exclamó Mafer balbuceando. —¿Acabas de llegar? —indagó él, con profunda seriedad al verla entrar de la mano de Eduardo. Las mejillas de Mafer se tiñeron de carmín, la garganta se le secó. —Los mandamos por el desayuno —intervino Malú. —¿Qué haces aquí, Jorge? —indagó. Mafer dejó salir el aire que estaba conteniendo. Eduardo la notó nerviosa, además que apenas vio a Jorge le había soltado la mano. —Vine a visitarlas, hace mucho que no sé de ambas, en especial de Mafer. —La observó a los ojos. Mafer no pudo sostenerle la mirada, para ella era como si tuviera escrito lo que pasó con Eduardo la noche anterior, sintió vergüenza, y no supo por qué. —He tenido mucho trabajo. —Se aclaró la garganta. —¿Recuerdas a Eduardo, mi novio?Jorge elevó su barbilla, miró a los ojos al español. Eduardo hizo lo mismo plantó su vista en él, ambos se observaron desafiantes. —Sí lo recuerdo bien —masculló. —Bueno, ¿por qué no salimos a desayunar? —propuso Malú—, parece que el restaurante
Abel luego de pasar por su hotel a ducharse, cambiarse de ropa y desayunar, fue en busca de Eduardo hasta la carretera. Miró como iba la obra, y sonrió con beneplácito, saludó con varios obreros, y otros trabajadores y luego alcanzó a Eduardo. —¿Cómo estás? —indagó Abel.—Preocupado —confesó Eduardo. Abel negó con la cabeza. —Pero tú la pusiste en bandeja de plata, yo no me habría movido del lugar, Mafer es tu novia —dijo con firmeza. Eduardo resopló, y se aclaró la garganta. —Ella aún no tiene claro sus sentimientos —enfatizó—, siempre supe a lo que me exponía, Mafer siempre ha sido sincera. —¿La amas? —indagó Abel, lo miró con seriedad. Eduardo observó a su amigo. —Es inevitable no hacerlo, ahora entiendo por qué perdiste la cabeza por Malú, las hermanas Duque nos vuelven locos. —Ladeó los labios. Abel esbozó una amplia sonrisa, pensó en Malú, la mirada le brilló. —No cometas mis errores, lucha por Mafer —recomendó—, aunque no soy santo de su devoción, y tenemos el sentim
Risas, murmullos, y coqueteos de parte de ambas parejas se escuchaban en el restaurante donde los cuatro se hallaban compartiendo el almuerzo. —Son terribles —dijo Eduardo a las gemelas—, siento pesar por sus padres —bromeó. —Me hubiera gustado conocerte de niña —dijo Abel reflejándose en la mirada de Malú—, te imagino corriendo por los cafetales, seguramente dando órdenes a todo mundo, o disparando al que aparece. —Carcajeó. Malú soltó una risotada al escucharlo. —Y yo te imagino a ti: rebelde, desobedeciendo a todo mundo, haciendo lo que te da la gana. —Sonrió. Abel carcajeó al escucharla. —Me conoces muy bien. —Y tú, ¿cómo eras de niña? —indagó Eduardo, acarició la mejilla de Mafer. —¿Cómo me imaginas? —indagó ella. Eduardo ladeó los labios. —Te imagino jugando con tus muñecas, inventando historias con tu príncipe azul, soñando con tu boda. Mafer liberó un suspiro, recordó sus anhelos de niña, sintió pesar por Jorge. —Siempre fui muy fantasiosa —comentó. —¿Y