¿Qué habrá hecho la loca de Malú? ¿Habrá dejado a Edu sin descendencia? ¿Qué opinan? Leo sus comentarios.
Mafer despertó de un solo golpe al escuchar la detonación, saltó de la cama, se enredó con las sábanas del susto, y salió despavorida envuelta en una de ellas. Miró a Eduardo de rodillas en el piso, completamente pálido. —¿Estás herido? —indagó Mafer corriendo al lado de él. Entonces escuchó las carcajadas de su hermana, y miró como una lámpara se había hecho trizas en el piso. —¡Te pasas! —recriminó Mafer a su hermana. —¿Por qué jugaste a lo de siempre con Eduardo? —reprochó, y luego inspeccionó a su novio con la mirada para verificar que se encontrara bien. —Eduardo me la debía —expresó Malú encogiendo sus hombros—, en fin, aún no se ha salvado, explicame qué ocurrió, ¿por qué tu ropa está regada desde la entrada? —indagó. —¿Qué tal el que llegaba era nuestro padre? —Arqueó una de sus cejas. Las mejillas de Mafer enrojecieron por completo, miró a Eduardo, quién ya se había puesto de pie, y estaba bebiendo un poco de agua para el susto, María Fernanda, inclinó su rostro, avergo
María Luisa regresó luego de unos minutos, con el semblante lleno de palidez. —Aleja de mí la comida —ordenó a su hermana. —No —enfatizó Mafer—, no te alimentas bien, te vas a enfermar, o algo te sucede. —La observó con preocupación. —¿Tienes otra vez ansiedad? Malú resopló profundo. —Aunque mi papá diga que las cosas van bien, los daños fueron enormes, no lograremos este año suplir a nuestros clientes. —Se llevó la manos a la cabeza—, estuve en Bogotá, hablé con varios de ellos, accedieron a una prórroga, y solo espero que Gabo consiga el café que requerimos para que no nos multen —comunicó a su hermana—, yo juré levantar la hacienda, y a veces siento que no lo voy a lograr, y eso me tiene mal. Mafer apretó los labios, se acercó a ella y la abrazó. —Pero si no te alimentas bien, lo único que vas a lograr es enfermarte, si es que no lo estás ya —manifestó con preocupación—, vamos a que comas algo, por favor. Malú negó con la cabeza. —No tengo hambre, el aroma a comida me causa
Eduardo invitó a Mafer y Malú a cenar. María Fernanda cruzaba los dedos para que dijera que no y así ella y su novio charlar con Abel con calma, entonces el deseo de Mafer, se hizo realidad, María Luisa no aceptó la propuesta, no deseaba hacer mal tercio. —¿Sí vas a cenar? —indagó Mafer—, o Eduardo y yo nos quedamos a cerciorarnos que lo hagas. —La miró a los ojos. Malú abrió sus ojos de par en par, observó a su hermana de manera inquisidora, negó con la cabeza. —Voy a pedir a delivery —indicó con seriedad. —Hazlo en este momento —ordenó Mafer, y se cruzó de brazos. Malú resopló. Eduardo apretaba los labios para evitar reír, su novia también tenía un carácter fuerte. Enseguida María Luisa se puso a mirar en los diferentes restaurantes, solicitó su pedido, comida china, le fascinaba. —Ya jefa, ¿algo más? —cuestionó observando a su hermana. —Yo veré las tarrinas vacías. —Advirtió con su dedo Mafer, y salió con Eduardo de la casa. —Siempre son así ustedes dos —indagó él
Al día siguiente Malú se hallaba en la oficina del padre Teo, revisaba con él, el presupuesto, de la siguiente etapa de la obra. —Soy un despistado, muchacha —se quejó el sacerdote—, tengo varias facturas en otra oficina, es que tuve que mudarme hasta acá. Malú sonrió. —¿Desea que lo ayude?—Muchas gracias —dijo el sacerdote. Malú fue con él hasta una bodega en donde había varias cajas llenas de libros y cosas que el padre Teo necesitaba en su provisional despacho. Enseguida ella levantó uno de los cartones y los llevó hasta la oficina, y así fue haciendo con dos más. —Pero ¿qué haces? —Escuchó ella en esa gruesa y varonil voz que la estremeció. Abrió los labios y su corazón palpitó con fuerza cuando Abel le quitó la caja—. No puedes andar cargando estas cosas tan pesadas —advirtió él con seriedad. Malú frunció el ceño, colocó sus manos en la cintura. —¿Te has vuelto loco? ¿Por qué no puedo cargar estas cajas? —cuestionó señalando con su mano a los cartones. Abel resopló, rec
—¡Auh! —Se quejó Malú al instante que clavaron la aguja en su vena para tomarle la muestra de sangre. Abel la tomó de la mano, no se desprendió de ella ni un solo instante. Malú suspiró profundo. —No puedo creer que me traten como si fuera una niña —Se quejó y arrugó el ceño. —Pues te comportas como tal —advirtió Abel—, con la salud no se juega, y mucho menos sí…Malú resopló, apretó los párpados al escucharlo. —Ya te dije que eso es imposible, lo lamento —murmuró. —Ya veremos qué dicen tus exámenes, por ahora descansa —solicitó y le acarició la mejilla con ternura. ****—¿Por qué demoran Abel y Malú? —cuestionó Mafer con la voz temblorosa, angustiada por su hermana. —¿Habremos hecho mal? ¿Y si en verdad no está embarazada? —cuestionó y deslizó sus dedos por las hebras de su cabello—, ay no Malú va a estar furiosa conmigo —resopló. Eduardo inhaló profundo se acercó a ella, y la abrazó. —Tranquila, deben estar revisando a tu hermana, y esperemos no habernos equivocado, caso con
Anochecía en Mompox, Malú no respondía su móvil, estaba desaparecida. Mafer no dejaba de llorar en los brazos de Eduardo. —Tranquila, voy a llamar a Abel, seguro él tiene noticias de tu hermana —murmuró y le acarició el cabello. Mafer asintió. Eduardo enseguida tomó su iPhone y marcó a Abel.—Buenas noches —respondió a secas. —Hola, te llamo para averiguar si sabes algo de Malú —dijo Eduardo—. Además, Mafer desea disculparse con ambos, ¿quieres cenar con nosotros?Abel suspiró profundo. —No sé nada de Malú, tiene el móvil apagado, pero Mafer debe tener el contacto de uno de los escoltas —sugirió, y se quedó en silencio—. Está bien, voy a cenar con ustedes, me envías la ubicación del lugar. —Gracias por aceptar —dijo Eduardo y colgó. —¿Qué pasó? ¿Están juntos? —indagó Mafer. Eduardo negó con la cabeza, se aclaró la voz. —No sabe nada de tu hermana, pero los escoltas que la custodian sí, llámalos —sugirió. Mafer reaccionó de inmediato, tomó su móvil y marcó a uno de los guardae
Jorge se quitó el mandil y lo colgó en la percha, tomó su saco y se lo colocó, entonces la puerta de su consultorio se abrió. Karina su novia entró y lo observó con profunda seriedad. —Cambié mi turno, porque necesito hablar contigo. Jorge la observó con atención, arqueó una de sus cejas. —¿Qué sucede, cariño? —cuestionó. —Aquí no te lo puedo decir, vamos a mi apartamento —propuso. Jorge tomó sus cosas, y salió con ella hasta su apartamento. ***** Malú y Abel decidieron regresar a la casa de ella, caminando. Transitaban por las calles de Mompox con las manos entrelazadas. María Luisa frunció el ceño al mirar todo oscuro en su residencia. —Parece que Mafer se quedó con Eduardo —mencionó, observó a Abel, y se mordió los labios. Abel sonrió de lado, con esa expresión de cinismo que Malú conocía bien. La recorrió con los ojos y se mojó los labios. El estómago de Malú se encogió, sintió un corrientazo recorrer por sus venas. —¿Quieres pasar? —indagó ella. —Con gusto
Lo primero que hizo Mafer al llegar a la lujosa habitación del hotel donde se hospedaba Eduardo, fue quitarse los zapatos y lanzarse a la cama. —Estoy rendida —mencionó—, ha sido un día muy estresante. Eduardo se sentó en la cama, y le sonrió, acarició con sus dedos el empeine de Mafer. —Espero hayas aprendido la lección, y antes de dar una noticia, asegurate que sea verdad. —La miró con atención. Mafer resopló, y frunció los labios. —Tienes razón, no lo volveré a hacer —indicó. —Voy a bañarme —dijo Eduardo. Mafer suspiró profundo, tomó en control del TV y la encendió, empezó a buscar un programa para entretenerse mientras su novio salía de la ducha. —Buscaré que tienes de comer, me hacen falta unas palomitas —mencionó en voz alta, pues él ya se metió a bañar. **** Malú apretó más sus caderas en la firme virilidad de Abel, sus piernas se enredaron en la cintura de él. —Vamos, cariño —gruñó Abel, con voz ronca, mientras empujaba su falo en el humedecido y cálido sexo