—La señora Julia ha despertado —fue el aviso que dio el médico—, está fuera de peligro, la vamos a pasar a otra habitación, pero no pueden cansarla, recuerden, aún está delicada. Rosaura se abrazó a su padre y sollozó emocionada. Abel presionó los parpados y agradeció a Dios por aquella buena noticia. —¿Ya podemos verla? —indagó Abel con la voz entrecortada. —En unos minutos contestó el médico. Instantes más tarde, Abel ingresó a la alcoba de su madre, Julia estaba con los ojos cerrados, su rostro estaba blanco como una hoja de papel, él se conmovió al verla, deglutió la saliva con dificultad. —Mamá —susurró bajito, se acercó a ella, tomó asiento en una silla, y la agarró de la mano, y la besó. Julia parpadeó lentamente, y abrió sus ojos. —Abel —carraspeó tenía la garganta seca.—No te agites —dijo él—, debes recuperarte, estuviste delicada. —La miró con ternura, y le acarició la frente. Julia se conmovió ante la dulzura de su hijo, el corazón se le estremeció. —Creo que tení
Días después. Malú observaba con la mirada brillante como los cafetales que sembraron en las parcelas que se quemaron, empezaban a crecer, aunque las matas aún estaban pequeñas, y sabía que en esa cosecha no obtendrían la misma cantidad de café de siempre, estaba satisfecha con su labor. —¿Cómo van las cosas por acá? —investigó Joaquín, miró con regocijo como empezaban a nacer los nuevos cafetales—, me dijo tu mamá que no desayunaste, ¿te sientes bien?Malú sonrió como hacía mucho no lo hacía. —Estoy tan feliz, papá —expresó sintiendo una infinita emoción—, aunque sé que esta cosecha no será como la de años anteriores, ver florecer de nuevo la hacienda me llena de felicidad, es algo que no puedo explicar —manifestó y abrazó a su progenitor—, no tuve hambre, ya me conoces, lo único que ansiaba era venir a mirar las parcelas. —Suspiró profundo—, debo pedirle a mi primo Gabo que nos ayude a conseguir el café que nos hará falta para cumplir con nuestros pedidos, antes de irme a España,
Días después. —Tu ausencia destruye todo mi ser, no encuentro, como volverte a tener, te pediría déjame mostrarte, que soy tu aliado, amigo, siempre amante…—entonaba Abel: «Tu respiración by Chayanne» mientras conducía hacia la Momposina. Suspiró profundo, y lo único que se le vino a la mente fue el rostro de Malú, sabía que ella se había ido a Bogotá a arreglar unos asuntos con unos clientes y luego partiría a Mompox, y así él aprovecharía esos meses de ausencia para remodelar: Rayito de luna, y convertir esa finca en el hogar que siempre ella soñó. —Espero conseguir mi propósito —susurró y aparcó la camioneta frente a la entrada principal. —¿Qué haces aquí? —cuestionó Juan Miguel, el hermano menor de Malú, lo miró con profunda seriedad. —Tengo una cita con tu padre —respondió Abel con la misma seriedad. —Sabes bien que no eres bienvenido en esta hacienda —dijo con molestia el joven, apretó sus puños. —No vine a hablar contigo, ni me interesa saber si soy bienvenido, teng
Mafer despertó de un solo golpe al escuchar la detonación, saltó de la cama, se enredó con las sábanas del susto, y salió despavorida envuelta en una de ellas. Miró a Eduardo de rodillas en el piso, completamente pálido. —¿Estás herido? —indagó Mafer corriendo al lado de él. Entonces escuchó las carcajadas de su hermana, y miró como una lámpara se había hecho trizas en el piso. —¡Te pasas! —recriminó Mafer a su hermana. —¿Por qué jugaste a lo de siempre con Eduardo? —reprochó, y luego inspeccionó a su novio con la mirada para verificar que se encontrara bien. —Eduardo me la debía —expresó Malú encogiendo sus hombros—, en fin, aún no se ha salvado, explicame qué ocurrió, ¿por qué tu ropa está regada desde la entrada? —indagó. —¿Qué tal el que llegaba era nuestro padre? —Arqueó una de sus cejas. Las mejillas de Mafer enrojecieron por completo, miró a Eduardo, quién ya se había puesto de pie, y estaba bebiendo un poco de agua para el susto, María Fernanda, inclinó su rostro, avergo
María Luisa regresó luego de unos minutos, con el semblante lleno de palidez. —Aleja de mí la comida —ordenó a su hermana. —No —enfatizó Mafer—, no te alimentas bien, te vas a enfermar, o algo te sucede. —La observó con preocupación. —¿Tienes otra vez ansiedad? Malú resopló profundo. —Aunque mi papá diga que las cosas van bien, los daños fueron enormes, no lograremos este año suplir a nuestros clientes. —Se llevó la manos a la cabeza—, estuve en Bogotá, hablé con varios de ellos, accedieron a una prórroga, y solo espero que Gabo consiga el café que requerimos para que no nos multen —comunicó a su hermana—, yo juré levantar la hacienda, y a veces siento que no lo voy a lograr, y eso me tiene mal. Mafer apretó los labios, se acercó a ella y la abrazó. —Pero si no te alimentas bien, lo único que vas a lograr es enfermarte, si es que no lo estás ya —manifestó con preocupación—, vamos a que comas algo, por favor. Malú negó con la cabeza. —No tengo hambre, el aroma a comida me causa
Eduardo invitó a Mafer y Malú a cenar. María Fernanda cruzaba los dedos para que dijera que no y así ella y su novio charlar con Abel con calma, entonces el deseo de Mafer, se hizo realidad, María Luisa no aceptó la propuesta, no deseaba hacer mal tercio. —¿Sí vas a cenar? —indagó Mafer—, o Eduardo y yo nos quedamos a cerciorarnos que lo hagas. —La miró a los ojos. Malú abrió sus ojos de par en par, observó a su hermana de manera inquisidora, negó con la cabeza. —Voy a pedir a delivery —indicó con seriedad. —Hazlo en este momento —ordenó Mafer, y se cruzó de brazos. Malú resopló. Eduardo apretaba los labios para evitar reír, su novia también tenía un carácter fuerte. Enseguida María Luisa se puso a mirar en los diferentes restaurantes, solicitó su pedido, comida china, le fascinaba. —Ya jefa, ¿algo más? —cuestionó observando a su hermana. —Yo veré las tarrinas vacías. —Advirtió con su dedo Mafer, y salió con Eduardo de la casa. —Siempre son así ustedes dos —indagó él
Al día siguiente Malú se hallaba en la oficina del padre Teo, revisaba con él, el presupuesto, de la siguiente etapa de la obra. —Soy un despistado, muchacha —se quejó el sacerdote—, tengo varias facturas en otra oficina, es que tuve que mudarme hasta acá. Malú sonrió. —¿Desea que lo ayude?—Muchas gracias —dijo el sacerdote. Malú fue con él hasta una bodega en donde había varias cajas llenas de libros y cosas que el padre Teo necesitaba en su provisional despacho. Enseguida ella levantó uno de los cartones y los llevó hasta la oficina, y así fue haciendo con dos más. —Pero ¿qué haces? —Escuchó ella en esa gruesa y varonil voz que la estremeció. Abrió los labios y su corazón palpitó con fuerza cuando Abel le quitó la caja—. No puedes andar cargando estas cosas tan pesadas —advirtió él con seriedad. Malú frunció el ceño, colocó sus manos en la cintura. —¿Te has vuelto loco? ¿Por qué no puedo cargar estas cajas? —cuestionó señalando con su mano a los cartones. Abel resopló, rec
—¡Auh! —Se quejó Malú al instante que clavaron la aguja en su vena para tomarle la muestra de sangre. Abel la tomó de la mano, no se desprendió de ella ni un solo instante. Malú suspiró profundo. —No puedo creer que me traten como si fuera una niña —Se quejó y arrugó el ceño. —Pues te comportas como tal —advirtió Abel—, con la salud no se juega, y mucho menos sí…Malú resopló, apretó los párpados al escucharlo. —Ya te dije que eso es imposible, lo lamento —murmuró. —Ya veremos qué dicen tus exámenes, por ahora descansa —solicitó y le acarició la mejilla con ternura. ****—¿Por qué demoran Abel y Malú? —cuestionó Mafer con la voz temblorosa, angustiada por su hermana. —¿Habremos hecho mal? ¿Y si en verdad no está embarazada? —cuestionó y deslizó sus dedos por las hebras de su cabello—, ay no Malú va a estar furiosa conmigo —resopló. Eduardo inhaló profundo se acercó a ella, y la abrazó. —Tranquila, deben estar revisando a tu hermana, y esperemos no habernos equivocado, caso con