CAPITULO IUNA VIDAEl viento anunciaba el otoño, que llegaba prematuramente, llevando en sus fríos brazos olores a madera y hojas secas. Barría las calles levantando remolinos, y echando a las gentes de las aceras. Ramón, enfundado en su gabardina beige, penetraba en una cafetería dispuesto a esperar tomándose un chocolate caliente. Ana aún tardaría un poco en llegar, trabajaba cerca de allí, pero hoy se iba a retrasar, ya se lo había advertido. Su jefe la necesitaba para cuadrar unos informes, y eso le llevaría su tiempo correspondiente. Echó una ojeada al local, casi siempre lleno, y que ahora, más que nunca, se veía abarrotado, y se dirigió a una mesita que en un rincón aparecía desocupada. Una pesada cortina ocultaba parte de la cristalera, y Ramón la apartó para mejor ver el exterior. Aspiró el aire cálido, y se desprendió de su gabardina, que colgó en el respaldo de la silla. Se frotó las manos, e hizo un gesto a la camarera, que se acercó para tomar nota. -Un choco
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