CAPITULO III
LO QUE PARECE NO ES
En ese preciso instante, el sonido de una llave girando en la cerradura, le sacó de su ensimismamiento, y volvió la cabeza sorprendido. Era María, que venía con su amiga Marisa de Ordea Illana, tenía llave de su apartamento, llave que nunca había usado a pesar de todo en momento alguno. Se paró en medio del umbral con los ojos desorbitados, y pálida como la cera. Su amiga tras de ella, se tapó la boca, abierta de par en par con una mano. Ana ajena a cuanto ocurría a su alrededor, tardó unos minutos en retornar a la realidad, para ver la escena que en completo silencio, se estaba desarrollando en la entrada que daba directamente al salón principal del apartamento. Se separó de Ramón y miró a uno y a otras desconcertada.
-¿Cómo puedes ser tan cerdo?¿cómo puedes ser capaz de traicionarme con “esa”…”esa ”prostituta barata…?-acabó la frase con el asco reflejado en su rostro.
-¡Eh, no te pases!, ella no es ninguna prostituta, es una amiga y ya lo está pasando bastante mal como para que tu le eches más leña al fuego. Veras…
¡¡No!!, no me expliques nada, ahórrame los detalles escabrosos por favor,-le cortó volviendo la cabeza a un lado-esto es asqueroso, vámonos Marisa, por favor no puedo seguir aquí.
-Pero María, por favor escucha lo que tengo que decirte, esto solo es un malentendido… no te vayas, aquí no ha pasado nada de lo que te piensas…
Pero María ofuscada, ya estaba frente al ascensor, pulsando frenéticamente el botón, lloraba con gesto de amargura, y su amiga lejos de calmar los ánimos le incitaba más a exasperarse que a escuchar lo que él tenía que decirle.
-No tengo nada que escuchar, he visto como le pagabas en la cafetería, le dabas dinero por sus servicios, ¡es una puta! y tu eres peor, ¡déjame! no se te ocurra tocarme ¡cerdo!.
-Y yo lo he visto también, ¿no lo vas a negar verdad? Faltaría más, ¡que miserable eres!, con lo que ella te quiere…-aumentó la tensión generada Marisa, que la abrazaba como se hace con una niña indefensa.
-Pero ¿Qué estáis diciendo? Lo estáis liando todo, solo le prestaba un dinero para una necesidad, tiene problemas y la estoy ayudando…
-Una necesidad ¿eh?, ¡claro, una necesidad de “ese tipo” que tu y yo sabemos.-Le respondió Marisa que parecía haber tomado las riendas de la situación, cosa nada buena para Ramón pues desde el principio mismo de su relación ser había puesto en contra de él, metiendo cizaña entre ambos.
-¿Quieres mantenerte al margen? Esto no te concierne a ti, ya se cual es tu opinión sobre mí, así que ¡cállate!-le gritó con desesperación al ver que no se le permitía expresarse y desenredar aquella madeja de raras casualidades. Si… ella sí que te conoce bien y no yo que he sido una tonta…-le respondía entre hipidos sollozando –ya me decía que tú eras un falso… que me engañabas con otras…-el miró a Marisa con el odio reflejado en sus nobles rasgos, como si la llama de la ira se encendiese por vez primera en su mente. Así que eso era lo que le decía cada vez que le era posible…así las cosas no era de extrañar que ante la situación que se estaba dando, pensase lo más terrible que se le pudiese antojar. El estaba abrazado a una mujer a la que le había visto dar dinero en la cafetería, y ahora …los dos juntos en su apartamento…el semidesnudo con una toalla mal puesta alrededor de la cintura, y ella con la cabeza apoyada en su hombro…si sumaba dos y dos, ¿Qué le saldría?. Pues cuatro naturalmente.
El ascensor que bajaba al piso que daba a la calle, abrió sus puertas como las mandíbulas de una bestia que se tragase a sus víctimas. Marisa Ordea, tiró del brazo de su amiga María, y las puertas se cerraron tras de sí. Nunca más se volverían a ver, pero eso no lo sabían entonces ninguno de los protagonistas del drama que acababa de escenificarse allí.
El capricho de las parcas, que tejen los hilos del destino, iba a enredar el camino de Ramón di Marinia, un hombre en la plenitud de la vida, para entregarlo en otras manos. Tenía veinticinco años, y su cuerpo perfectamente musculado, y en forma, le daba un aspecto de modelo. Su pelo rubio y sus ojos azules conquistaban a quienes se atrevían a mirarlo de frente. Se podía leer en el fondo de su alma misma, la sinceridad que rebosaba por cada poro de su piel. Ana boquiabierta, no supo decir nada, y solo le abrazó de nuevo, con la fuerza que el cariño da en esas ocasiones, transmitiéndole su apoyo en silencio. Ramón la miró, y le sonrió.
-No te preocupes verás cómo se le pasa, es que esa m*****a amiga suya…solo le sirve para meterle en canción… y se le da bien a la muy…-se cortó.
-Ramón por favor que tú no eres así… deja que las cosas se aclaren, yo les explicaré lo que haga falta, aun a riesgo de que esa mujer y tu novia me pongan a caldo…-le acarició una mejilla.
-Gracias cariño, eres tan buena… no sé como tu marido no te valora más…es un…dejémoslo, ahora lo más importante es solucionar tu problema, es más grave.
En la calle Marisa Ordea, “consolaba” a su amiga, reprochándole que no le hiciese caso cuando se lo advirtió por su bien , la primera vez. Y María, inconsolable, solamente lloraba y gemía como un animal herido de muerte, al que no le quedaba nada. Ella había puesto todas sus ilusiones y esperanzas en aquel matrimonio, que le proporcionaría la felicidad que tanto anhelaba al lado de Ramón, un hombre educado como ella misma en “La obra” bajo unas normas estrictas que se enorgullecían de llevar al pie de la letra. El procedía de una de las mejores familias de su círculo de relaciones, y su fortuna era considerable. También ella venía de otra familia de similares características, aunque ni mucho menos tan acomodada económicamente. Ahora todo se disolvía como un azucarillo en medio del café, y su vida daría un vuelco, cosa a la que no estaba acostumbrada, dado que había seguido hasta ahora un derrotero lineal, seguro y sin sobresaltos.
-María por favor tranquilízate, y deja de llorar, es solo un hombre, los hay a patadas. Todo se arreglará y volverás a ser la de siempre… le olvidarás…
-¡Ay Marisa! eso no es verdad, yo no podré dejar de pensar en el nunca, han sido demasiados años de relación tu no lo puedes comprender…le amo ¿lo entiendes? Es algo que no se controla, no puedo dejar de pensar en el así como así. Ramón lo era todo para mi.-Volvió a llorar con desconsuelo, mientras continuaba hablando-¿porqué, porqué a mí ?no me lo merezco, no lo entiendo…
-Ay hija que quieres que te diga, ellos son así, y no hay más…vamos que te me vas a deshidratar, sentémonos a tomar algo.
Se acomodaron en una terraza, frente a la catedral que se erguía como un guardián de la ciudad dispuesto a desenfundar una imaginaria espada. Sus vetustas piedras, se alineaban de tal forma que el tiempo temía su respuesta, y las dos amigas se sintieron arropadas por su imponente presencia. Un solícito camarero, se acercó para tomar nota del pedido. Marisa Ordea, que llevaba de momento las riendas, cavilaba como dar el golpe de gracia a Ramón, acusándolo ante su maestro espiritual, para que lo expulsasen de “La obra”. Sonrió en un gesto controlado, que pasó inadvertido para la desdichada María que con la cabeza baja, pensaba en que le había podido fallar para que el reaccionase así con ella. Nada le hacía pensar que Ramón pudiese ser de ninguna manera, ese tipo de hombre que paga por obtener sexo, y su educación le convertía en un marido perfecto para ella, que se había criado bajo la filosofía de “el camino” en un grupo apartado de lo mundanal.
-Pónganos una tila, y un té con leche, la leche fría en una lecherita aparte, y unas pastas de té para acompañar.
-¿Algo más señora?
-Nada más puedes retirarte…ya te llamaremos si necesitamos algo…-la displicencia de Marisa, se tradujo en un gesto de desprecio en el camarero cuando este les dio la espalda.
-Hala hija, venga, que el mundo no se termina ahí, -le levantó la barbilla con dos dedos, en lo que quiso ser un gesto amable. Mira esta tarde nos vamos de compras las dos, y cambiamos ese aspecto tuyo tan clásico, que ya está muy pasado de moda…verás como entonces cuando te mires al espejo, mejorará tu ánimo considerablemente. Serás otra, y dejarás atrás la historia de ese… ese…no sé ni cómo denominarle.
El camarero llegó con el pedido que le habían hecho, sobre una bandeja plateada, y dejó frente a cada una de ellas, su taza correspondiente. Se retiró, y Marisa Ordea, continuó con su retahíla, como si la vida dependiese tan solo de la apariencia y el status que se pudiesen demostrar. Esperó a que se le abonase el total, de las dos consumiciones, y Marisa se dio por aludida. Extrajo un billete de cincuenta euros, y se lo ofreció con desdén. El camarero le solicitó uno más pequeño, a lo que ella, con aires de “reina”, le respondió:
-“No tengo más que billetes de cincuenta euros, cóbrate de ése. ¿O te lo cambio por otro idéntico?”
El camarero, ante la evidente estupidez de su clienta, tomó el billete, y le devolvió los cambios para retirarse bufando. A aquel lugar, una cafetería de lujo, llegaban cada día, más de doscientos clientes, y se veía de todo, pero aquella mujer, se llevaba la palma en cuanto a presunción se refería. María por su parte, reflexionaba con la escasa capacidad que la naturaleza le había concedido, y analizaba como resolver aquel terrible problema. Ella amaba a su manera a Ramón, y dependía emocionalmente de él, tal y como le habían dicho que debía suceder entre una mujer y un hombre. No encajaba nada de lo que le estaba sucediendo, y sus ojos enrojecidos, y llorosos, con el pelo cayéndole a mechones por la cara, le conferían una imagen patética.
EL RENACER DECAPITULO IVEL TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓNDos días más tarde Marisa Ordea, se reunía con el padre Julián, un hombre de elevada estatura, de cuerpo enjuto y afilado rostro, que decían resultaba implacable con los que superaban las normas marcadas por el padre Escrivá de Balaguer, y que regían el devenir de “La obra”. Tenía una especial debilidad por “Marisina“, como él la llamaba desde pequeña, y es que la había visto crecer ante sus ojos y convertirse en una mujer de férreas convicciones. Escuchó las graves acusaciones de ella, con el entrecejo fruncido, lo que no auguraba nada bueno para Ramón que ajeno a todo, no dejaba de llamar a María para aclarar el malentendido que había surgido entre ellos dos. Pero el teléfono de María se hallaba desconectado, y sus padres le decían que no quería salir de su habitación ni tan siquiera para comer, cosa que hacía pocas veces. Le preguntaron qué sucedía, dado que ella no quería hablar de ello, y cuando le hacían mención del asunto,
CAPITULO VLA PRESENTACIONLa librería estaba abarrotada de gente, y a Jean Pierre le Monéc le costó trabajo pasar entre el público Para sentarse en la mesa de presentación, y dar comienzo a su discurso. Previo a sus palabras el agente Joan Miralles, orgulloso de su autor, le presentó como una promesa de la literatura española, en el campo de la novela de género dramático. La gente en un absoluto silencio, se arracimaba en el espacio, que aunque amplio, era francamente insuficiente para dar cabida a tantas personas.-“Hablar de un nuevo escritor es siempre agradable, pero si este es como el caso de Jean Pierre le Monéc, un hombre dedicado a satisfacer las necesidades de los menos afortunados, es además un honor hacerlo. El libro que hoy presenta el autor recoge hechos reales, tanto de la vida de niños que fueron maltratados como de su experiencia con ellos. Naturalmente se han cambiado los nombres de los afectados, y se ha dramatizado cada historia para acrecentar el dramatismo, sin e
EL SEGUNDO VIEJO VIJesús de Montiel, volvió a dejarse caer pesadamente en el orejero desgastado que tanto le acogía su cuerpo cansado, como le expulsaba de su cómodo respaldo para realizar sus tareas cotidianas que cada vez le costaba más llevar a cabo. Sus huesos crujían bajo su peso, y las articulaciones le avisaban de que pronto seria un viejo inútil al que habría de cuidarse. Eso era lo que más temía él, y a lo que no estaba dispuesto. El cuidaba de los demás no podía ser un estorbo en su “misión” de cuidar de los niños, eso era impensable para él. Su pensamiento viajaba a otros tiempos cuando el tan solo era un niño torturado por su cruel destino, y que una mano amiga salvó de él. Llegó a la casa de la mano de un policía que lo encontró vagando por el parque en una noche fría en la que comenzaba a acumularse la nieve en un grueso manto cayendo sin cesar en alegres copos blancos que amenazaban sin embargo con enterrar con ellos al pequeño Jesús de Montiel. Las lágrimas salieron s
CAPITULO VII MAGDALENA, EL NEXOMagdalena se despertó con la boca seca, y un dolor de cabeza que repetía cada vez que dormía demasiado. Miró su reloj de pulsera, y comprobó que eran más de las nueve, llamó a su asistente que siempre puntual se presentaba para ayudarle a las ocho y media. Rafael penetró en la salita en la que ella solía leer hasta altas horas de la madrugada, y le regañó como una vez más. Necesitaba descansar y su costumbre de alargar sus horas de lectura le perjudicaba. Rafael descorrió las pesadas cortinas y permitió que la luz del sol entrase a raudales por los amplios ventanales. Le ayudó a incorporarse y le entregó un bastón con empuñadura de marfil regalo del primer viejo de la casa. Echaba de menos sus conversaciones y consejos que ahora le solicitaban a ella a pesar de estar jubilada desde ya no se acordaba ni cuando-sonrió comenzando a andar en dirección a la cocina donde le gustaba desayunar-. Rafael ya le había preparado, como siempre, su zumo de naranja,
LAS SIETE MUERTES DE UN HOMBRE VIIIEl libro apilado en sendas torres, destacaba por el número de ediciones que llevaba siendo editado, cien. Nunca un libro tan especial en su género había despertado tanto interés en el gran público, como lo había hecho aquel. Le solicitaban para dar conferencias en casas de cultura, en foros de alcohólicos anónimos, en universidades, en centros de reeducación , incluso le pedían consejo por correo electrónico y por carta, tenía de hecho miles de ellas para leer.El nombre de Jean Pierre le Monéc era ya internacional y su cuenta bancaria rebosaba como nunca. Era hora de poner en marcha el proyecto más ambicioso que había soñado jamás. Quería montar una casa en la que por fin los niños maltratados tuviesen su refugio, sin las normas rígidas que poseen las casas del estado. Su agente Joan Miralles se encontraba absolutamente satisfecho con haber representado a tan importante escritor, que le estaba dando dividendos muy sabrosos. La televisión le había l
CAPITULO XVIIIEL LIBRO DEL DOLOREn los días que siguieron a la entrevista las ventas se multiplicaron de tal forma que los medios de comunicación se hicieron eco de tal fenómeno que atribuyeron a la mediática Miriam Sóen y su capacidad de convocatoria. En España, se vendieron tres millones de ejemplares, algo que jamás se había dado con aquel género tan difícil de colocar en las librerías. En Europa avanzaba con mayor discreción, a pesar de que ya contaba el libro con un millón y medio de ejemplares en manos de los lectores, que veían que por fin un libro hablaba por boca de quien no puede siquiera gritar. Joan Miralles con el rostro resplandeciente, se felicitaba por su decisión de representar a aquel escritor que a partir de entonces llegaría a donde quisiera. Solo esperaba que no se contentase con lo que había conseguido, y continuase escribiendo otros libros que el colocaría en el mercado con toda seguridad en las mejores editoriales. Tenía ofertas de editoriales en un taco sobr
CAPITULO XVIIIEL LIBRO DEL DOLOREn los días que siguieron a la entrevista las ventas se multiplicaron de tal forma que los medios de comunicación se hicieron eco de tal fenómeno que atribuyeron a la mediática Miriam Sóen y su capacidad de convocatoria. En España, se vendieron tres millones de ejemplares, algo que jamás se había dado con aquel género tan difícil de colocar en las librerías. En Europa avanzaba con mayor discreción, a pesar de que ya contaba el libro con un millón y medio de ejemplares en manos de los lectores, que veían que por fin un libro hablaba por boca de quien no puede siquiera gritar. Joan Miralles con el rostro resplandeciente, se felicitaba por su decisión de representar a aquel escritor que a partir de entonces llegaría a donde quisiera. Solo esperaba que no se contentase con lo que había conseguido, y continuase escribiendo otros libros que el colocaría en el mercado con toda seguridad en las mejores editoriales. Tenía ofertas de editoriales en un taco sobr
CAPITULO XIX EL AYER-Ay Alfonso…que emocionante resulta ver a nuestro hijo en la televisión, y que frustrante no poder abrazarlo –comenzó otra vez a llotrar Maria Luisa di Marinia.-Sí, pero acostúmbrate a verlo de lejos, no regresará a casa nunca, y es culpa de unos padres como nosotros, que no hemos sabido apreciar lo que teníamos en casa.-No seas tan cruel Alfonso, una madre sabe de estas cosas y sé que retornará a casa en cuanto supere el trauma que le causamos con la…-Dilo querida, dilo y te quedarás mejor, EXPULSIÓN. Lo expulsamos de casa sin darle la ocasión de hablar, bueno el dijo lo que tenía que decir pero no le escuchamos…Maria Luisa di Marinia sollozó y se tapó la cara con las manos retirándose.No muy lejos de allí una reacción bien distinta se producía en casa de Ana, que delante del televisor se alegraba por su amigo, siempre preocupado por los demás y que ahora en una situación desahogada veía cumplidos sus sueños de ayuda