Amor, aquel sentimiento que siempre, aunque no querremos admitirlo, añoramos todos experimentar un día. Aquel sentimiento, el único capaz de llevarte por senderos en el paraíso o abismos en el infierno. Tan ambiguo, tan efímero, que al igual que una flor, en un instante se marchita…o tambien, como el fénix, de las cenizas renace. Héctor miraba a esa mujer, la misma que había abandonado años atrás, tocar con tanto sentimiento y devoción las teclas de aquel piano, que, por un instante, parecía no ser la misma mujer que dejo llorando en el frio suelo de aquella casa a la que una vez llamó hogar, había descubierto que su ex mujer se había convertido en una famosa pianista, un talento que siempre había tenido, pero que nunca creyó la llevaría lejos. Sus cabellos rubios caían como cascadas de oro enmarcando su hermoso rostro de muñeca, sus ojos brillantes, del color de los zafiros, permanecían concentrados, iluminados por algún sentimiento que le era desconocido, sus pequeños labios, rosad
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