—Leo, ¿podrías prestar atención al menos un segundo?La petición susurrada de Sophia despertó su simpatía, pero Leonardo, por mucho que quisiera, tenía dificultades para concentrarse en la junta de Industrias Gold. Sus socios hablaban, unos por aquí, otros por allá. Al final, todos decían lo mismo. Bestias superficiales.Su teléfono personal pesaba en el bolsillo dentro de su saco. Sus dedos inquietos, sus nudillos apretados.—Tal deberíamos considerar una negociación con la Corporación Le Roux si queremos pensar en el futuro —opinó uno de los más jóvenes, ¿Frank? Leonardo no recordaba, pero el muchacho apenas tenía más de veinticinco años.—A ver, chiquillo puberto, mi padre mantuvo el futuro sin depender de nadie. Yo tampoco lo voy a necesitar —intervino, empleando su sarcasmo.Sophia tenía la suficiente confianza con él como para pisarle el pie por eso, pero ella se quedó quieta, disparándole una mirada de advertencia.—¿Puberto? —El apodado “Frankie” bufó, ofendido—. Formo parte d
Leer más