—Di una orden, princesa —expresó Felipe airado—. Y ni tú ni nadie va a revocarla.—No si yo no lo haré. Lo harás tú —afirmó calmada. Podía jurar que veía el humo saliendo de las orejas de su marido—. Y no deberías gritar tanto, te escucharán hasta en el pueblo. —Gregory no va a regresar. Es mi última palabra.—Oh sí, sí lo hará. No me lo vas a quitar. Sé que te arrepientes de esa decisión porque la tomaste en un momento de ira. Como mismo la de dejarme encerrada en las mazmorras. Así que te ahorre el trabajo de pedirle que vuelva. Ante la única persona que te puedes arrodillar es ante mí y eso como señal de que vas a hacer maravillas con tu boca y lengua. Si no quieres dirigirle la palabra, no lo hagas pero Greg volverá o dejo de llamarme Elena.—Hey, hey ¿a dónde vas? Sabes perfectamente que odio que me dejes con la palabra en la boca.—A la cocina. Tengo hambre. Y estoy segura que sobró tarta de manzana. Podemos continuar discutiendo allí. Felipe no escuchó nada más. Una carcaja
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