Arlen caminaba por la amplía calle con destino en casa de sus parientes, pero tuvo que desviarse ya que unos hombres lo seguían. Frunció el cejo, desde hace un mes que lo seguían, pero últimamente lo vigilaban más. Seguramente era el maldito de Antonio que había mandado hombres a perseguirlo para averiguar si pretendía traicionarlo, quizás, no había escogido el mejor camino, ni el más legal, pero con los Roche en la ruina después de que ese infame de Carl Renfield lo heredara todo, no había demasiado por hacer. Maldito, él era quien debería vigilar a ese infeliz. Cuando dobló en una esquina vio a una mujer de cabello rojizo que estaba a punto de caer y evitó a que esto pasara. Sus ojos se perdieron en los ojos verdes la joven.—¿Está bien, mi lady? — preguntó él.La mujer asintió mirando sus ojos azules, se apartó de él y lo tomó de la mano y comenzó a leer su mano.—Veo que huye del amor, mi lord — comenzó a decir. — Pero pronto aparecerá una mujer en su vida que le haga perder la ra
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