Cloe se apoyó en el borde del lavamanos y se levantó con cuidado. Después de vomitar todo lo que estaba en su estómago, se sentía sin fuerzas.—¿Estás bien? —preguntó Fabrizio por tercera vez desde el otro lado de la puerta. Su voz dejaba en claro que estaba preocupado.—Sí, salgo en un momento.El espejo le devolvió su imagen pálida. Encendió el grifo y se lavó el rostro antes de cepillarse los dientes. De tan solo sentir el sabor desagradable en su boca, sentía que podía comenzar a vomitar de nuevo.Terminó y abrió la puerta solo para encontrar a Fabrizio parado justo allí. Al verla, él se acercó y colocó una mano en su cintura.—Llamaré a un doctor —dijo él ayudándola a llegar a la cama.—No es necesario, estoy segura que fue algo que comí anoche.—¿Estás segura? Te ves pálida.—Sí, se me pasará en un momento. De hecho, ya me siento mucho mejor.Fabrizio arqueó una ceja como si no la creyera.—Es enserio —insistió.—Bueno, pero permanecerás en cama hasta que te veas mejor —ordenó F
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