Leonardo se bajó del auto y caminó hasta el hotel que estaba una cuadra delante. Dentro se dirigió directo al recepcionista. —Buenas tardes, ¿hay algo en lo que pueda ayudarle? —Buenas tardes, estoy buscando al señor Conti. —Déjeme ver —dijo el hombre mirando la pantalla de su computadora—. Así es, él está hospedado con nosotros. ¿Desea que lo contacte para decirle que está aquí o dejará algún mensaje? Él estaba al tanto que Maurizio estaba allí, incluso sabía el número de habitación en la que se estaba quedando. No había dejado de seguir sus movimientos, ni dentro, ni fuera de la ciudad, desde que había aparecido. Podría haber ido directo a su puerta, pero eso habría resultado amenazante. —Me gustaría hablar con él. —Está bien, llamaré a su habitación. ¿Cuál es su nombre? —Leonardo Morelli. El recepcionista asintió y tomó el teléfono. —Señor Conti, buenas tardes —dijo él después de un rato—. Hay alguien que quiere verlo —el hombre hizo una pausa—. Leonardo Morelli —continuó y
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