Cloe aceleró el paso para alcanzar a su padre. Él ya le llevaba algo de ventaja cuando salió de la casa y, aunque no iba demasiado rápido, sus pasos eran largos. Pensó en llamarlo, pero eso solo iba a atraer la atención del resto y lo menos que necesitaba en ese momento era que su familia se enterara de lo sucedido, se los iba a decir —había aprendido la lección sobre ocultar las cosas— pero no en ese momento. Su padre caminó por al menos otros cien metros y luego se detuvo cerca de la orilla del mar. Cloe se detuvo a su lado y por unos segundos se quedó en silencio mientras pensaba en lo que le iba a decir. Nunca había visto tanto dolor en los ojos de su padre como en esa noche mientras descubría que le había ocultado cosas. —Papá —dijo cuándo tiempo pasó y él no se giró a mirarla. —Recuerdo cada verano que pasamos aquí mientras crecías. —Su padre sonrió—. Corrías de un lado a otro haciendo de las tuyas. Cloe pensó en lo mismo. Su padre yendo detrás de ella y uniéndose a sus j
Fabrizio marcó el número de su madre, tenía que dejarle algunas cosas en claro y también averiguar quién le había contado lo del acuerdo con Cloe.—Sabía que llamarías en algún momento —dijo ella en cuanto contestó, no se escuchaba nada contenta—. No puedo creer que hicieras algo como eso. Me invitaste a tu casa y me presentaste a esa mujer, incluso la pusiste por encima de mí, y al final resultó ser una farsa.—Te la presenté porque ella es importante para mí y quería que la conocieras.—No necesitas continuar mintiendo. Entiendo que tu padre a veces puede ser demasiado severo y que pareces empeñado en agradarle, pero esto es otro nivel.—Mi padre no tiene nada que ver con esto.—Ambos sabemos que solo la elegiste porque era lo más conveniente, pero no creo que te habrías fijado en ella de ser de otra manera. Es tan… simple.—Mamá, amo a Cloe y, si quieres continuar siendo parte de mi vida, espero no volver a escuchar algo como eso.—Pero…—Pero nada —cortó—. Y lo que sea que te dije
—¿Estás bien? —preguntó Cloe. Tenía la mejilla apoyada en la espalda de Fabrizio. Se había comenzado a preocupar por él cuando comenzó a tardar en aparecer. Era obvio que había hecho bien en ir a buscarlo, él parecía bastante tenso. Fabrizio se dio la vuelta aun en sus brazos y también la abrazó. —Ahora lo estoy —dijo él mirándola a los ojos—. Fue Amanda la que le dijo a mi madre sobre nuestro acuerdo, al parecer ella nos escuchó hablando aquella noche en el restaurante.—Sabía que algo iba mal cuando me dirigió la palabra.Cloe ni siquiera pensaba perder el tiempo molestándose con ella, era Marena quién le preocupaba. Quería llevarse bien con ella porque era la madre de Fabrizio, pero no parecía que alguna vez fuera a ser posible.—No le agrado a tu madre ¿verdad?—Ese es su problema, eres una mujer increíble y yo no pienso renunciar a ti.—Es bueno saberlo porque estaba pensando en usar un par de esposas para retenerte en mi cama.Fabrizio sonrió de lado.—No puedo decir que eso
Toda la familia estaba sentada alrededor de la mesa larga en la que apenas había espacio para todos.Su familia era bastante enorme y solo había crecido con el tiempo. Cuando era niño, solo habían sido él, su hermano, su padre y su tío. De pronto, apareció Ava y con ella Lia… ese solo había sido el comienzo del cambio. Aunque no era tan cercano a todos, en algún momento se encontrarían durante una celebración y se detendrían a conversar.—Pero miren quienes se decidieron unirse a nosotros —exclamó su tío Matteo cuando Cloe y Fabrizio llegaron junto a ellos.—Deja de molestar a los tortolitos —comentó Lia con una sonrisa. Ella y su esposo eran el par perfecto.Fabrizio separó una silla para Cloe y esperó a que sentara antes de ocupar el lugar junto al suyo.—Lo que ustedes están es celosos por no poder perderse durante un rato al igual que ellos —comentó el hijo mayor de ambos, Ignazio. Digno hijo de sus padres.—Bien dicho —dijo Valentino.—Muchachito, te criamos mejor que eso —dijo M
Cloe sonrió divertida mientras escuchaba a su padre con el de Alessandro. No era así como se había imaginado que sería su primera cita con el médico. Sus vacaciones en la playa habían terminado y estaban en la ciudad desde un par de días atrás. Las dos semanas más idílicas que podía haber imaginado y todavía se sentía algo triste por haber regresado.Esa mañana sus padres y los de Fabrizio se habían aparecido en su departamento y se habían invitado a acompañarla hasta la clínica, pese a que su prometido les había dicho que no era necesario.Era algo fuera de lo común, aunque tenía que admitir que lo apreciaba mucho y tal vez le resultaba algo divertido.—Señora Morelli —llamó la enfermera que estaba detrás de un mostrador.Su padre y Alessandro se pusieron de pie al mismo tiempo que ella y Fabrizio. Su madre y Ava sacudieron la cabeza sin moverse de sus lugares, ambas con sonrisas de diversión en el rostro.—Esa soy yo —dijo tanto para la recepcionista como para sus acompañantes esper
Cloe observó a la mesera colocar sus pedidos en la mesa. Estaba reunida con Maurizio en el mismo lugar de siempre, lo había llamado un par de días atrás para pedirle que se reunieran. Desde su último encuentro se habían mantenido en contacto vía teléfono, sus conversaciones con frecuencia eran cortas y seguían la misma dinámica. Se preguntaban cómo estaban y sobre lo que habían hecho, luego se despedían.—¿Qué es lo querías decirme? —preguntó Maurizio tan pronto quedaron a solas—. Aparte de que te vas casar, obviamente —acotó él con una sonrisa de diversión y la mirada en su anillo—. Fabrizio tiene un gusto impecable.Cloe miró su anillo y asintió de acuerdo. El “anillo De Luca”, como lo había bautizado al enterarse de que Alessandro y Ava habían mandado a hacer una serie de tres de ellos cada uno con su propia característica, era precioso.El grabado que venía en el interior, por otro lado, había sido una adición de Fabrizio.—Voy a ser madre —soltó Cloe sin rodeos.Maurizio se quedó
Leonardo se bajó del auto y caminó hasta el hotel que estaba una cuadra delante. Dentro se dirigió directo al recepcionista. —Buenas tardes, ¿hay algo en lo que pueda ayudarle? —Buenas tardes, estoy buscando al señor Conti. —Déjeme ver —dijo el hombre mirando la pantalla de su computadora—. Así es, él está hospedado con nosotros. ¿Desea que lo contacte para decirle que está aquí o dejará algún mensaje? Él estaba al tanto que Maurizio estaba allí, incluso sabía el número de habitación en la que se estaba quedando. No había dejado de seguir sus movimientos, ni dentro, ni fuera de la ciudad, desde que había aparecido. Podría haber ido directo a su puerta, pero eso habría resultado amenazante. —Me gustaría hablar con él. —Está bien, llamaré a su habitación. ¿Cuál es su nombre? —Leonardo Morelli. El recepcionista asintió y tomó el teléfono. —Señor Conti, buenas tardes —dijo él después de un rato—. Hay alguien que quiere verlo —el hombre hizo una pausa—. Leonardo Morelli —continuó y
Cloe sentía que podía a estallar en cualquier momento. Su barriga estaba enorme y apenas podía verse los pies. Tampoco se sentía muy atractiva, aunque si lo decía en voz alta, Fabrizio se aseguraría de convencerla de lo contrario… y sí que tenía métodos muy entretenidos.Fabrizio y ella habían decidido esperar hasta después del embarazo para casarse y esa había sido una decisión sabia. El embarazo estaba resultado toda una aventura y la había unido aún más a Fabrizio, pero no todo había sido mágico o hermoso. Las náuseas y vómitos la habían vuelto loca, era bueno que hubieran acabado el primer trimestre, aunque no sucedió lo mismo con los constantes cambios de humor. Respecto a los antojos a media noche, todavía estaba deliberando si eran algo bueno o malo.El constante cansancio era otro síntoma que había aparecido durante su primer trimestre y parecía que se iba a quedar hasta el final. Era increíble la capacidad que tenía para dormirse en cualquier lugar.Tenía muchas cosas entre m