—¿Estás bien? —preguntó Cloe. Tenía la mejilla apoyada en la espalda de Fabrizio. Se había comenzado a preocupar por él cuando comenzó a tardar en aparecer. Era obvio que había hecho bien en ir a buscarlo, él parecía bastante tenso. Fabrizio se dio la vuelta aun en sus brazos y también la abrazó. —Ahora lo estoy —dijo él mirándola a los ojos—. Fue Amanda la que le dijo a mi madre sobre nuestro acuerdo, al parecer ella nos escuchó hablando aquella noche en el restaurante.—Sabía que algo iba mal cuando me dirigió la palabra.Cloe ni siquiera pensaba perder el tiempo molestándose con ella, era Marena quién le preocupaba. Quería llevarse bien con ella porque era la madre de Fabrizio, pero no parecía que alguna vez fuera a ser posible.—No le agrado a tu madre ¿verdad?—Ese es su problema, eres una mujer increíble y yo no pienso renunciar a ti.—Es bueno saberlo porque estaba pensando en usar un par de esposas para retenerte en mi cama.Fabrizio sonrió de lado.—No puedo decir que eso
Toda la familia estaba sentada alrededor de la mesa larga en la que apenas había espacio para todos.Su familia era bastante enorme y solo había crecido con el tiempo. Cuando era niño, solo habían sido él, su hermano, su padre y su tío. De pronto, apareció Ava y con ella Lia… ese solo había sido el comienzo del cambio. Aunque no era tan cercano a todos, en algún momento se encontrarían durante una celebración y se detendrían a conversar.—Pero miren quienes se decidieron unirse a nosotros —exclamó su tío Matteo cuando Cloe y Fabrizio llegaron junto a ellos.—Deja de molestar a los tortolitos —comentó Lia con una sonrisa. Ella y su esposo eran el par perfecto.Fabrizio separó una silla para Cloe y esperó a que sentara antes de ocupar el lugar junto al suyo.—Lo que ustedes están es celosos por no poder perderse durante un rato al igual que ellos —comentó el hijo mayor de ambos, Ignazio. Digno hijo de sus padres.—Bien dicho —dijo Valentino.—Muchachito, te criamos mejor que eso —dijo M
Cloe sonrió divertida mientras escuchaba a su padre con el de Alessandro. No era así como se había imaginado que sería su primera cita con el médico. Sus vacaciones en la playa habían terminado y estaban en la ciudad desde un par de días atrás. Las dos semanas más idílicas que podía haber imaginado y todavía se sentía algo triste por haber regresado.Esa mañana sus padres y los de Fabrizio se habían aparecido en su departamento y se habían invitado a acompañarla hasta la clínica, pese a que su prometido les había dicho que no era necesario.Era algo fuera de lo común, aunque tenía que admitir que lo apreciaba mucho y tal vez le resultaba algo divertido.—Señora Morelli —llamó la enfermera que estaba detrás de un mostrador.Su padre y Alessandro se pusieron de pie al mismo tiempo que ella y Fabrizio. Su madre y Ava sacudieron la cabeza sin moverse de sus lugares, ambas con sonrisas de diversión en el rostro.—Esa soy yo —dijo tanto para la recepcionista como para sus acompañantes esper
Cloe observó a la mesera colocar sus pedidos en la mesa. Estaba reunida con Maurizio en el mismo lugar de siempre, lo había llamado un par de días atrás para pedirle que se reunieran. Desde su último encuentro se habían mantenido en contacto vía teléfono, sus conversaciones con frecuencia eran cortas y seguían la misma dinámica. Se preguntaban cómo estaban y sobre lo que habían hecho, luego se despedían.—¿Qué es lo querías decirme? —preguntó Maurizio tan pronto quedaron a solas—. Aparte de que te vas casar, obviamente —acotó él con una sonrisa de diversión y la mirada en su anillo—. Fabrizio tiene un gusto impecable.Cloe miró su anillo y asintió de acuerdo. El “anillo De Luca”, como lo había bautizado al enterarse de que Alessandro y Ava habían mandado a hacer una serie de tres de ellos cada uno con su propia característica, era precioso.El grabado que venía en el interior, por otro lado, había sido una adición de Fabrizio.—Voy a ser madre —soltó Cloe sin rodeos.Maurizio se quedó
Leonardo se bajó del auto y caminó hasta el hotel que estaba una cuadra delante. Dentro se dirigió directo al recepcionista. —Buenas tardes, ¿hay algo en lo que pueda ayudarle? —Buenas tardes, estoy buscando al señor Conti. —Déjeme ver —dijo el hombre mirando la pantalla de su computadora—. Así es, él está hospedado con nosotros. ¿Desea que lo contacte para decirle que está aquí o dejará algún mensaje? Él estaba al tanto que Maurizio estaba allí, incluso sabía el número de habitación en la que se estaba quedando. No había dejado de seguir sus movimientos, ni dentro, ni fuera de la ciudad, desde que había aparecido. Podría haber ido directo a su puerta, pero eso habría resultado amenazante. —Me gustaría hablar con él. —Está bien, llamaré a su habitación. ¿Cuál es su nombre? —Leonardo Morelli. El recepcionista asintió y tomó el teléfono. —Señor Conti, buenas tardes —dijo él después de un rato—. Hay alguien que quiere verlo —el hombre hizo una pausa—. Leonardo Morelli —continuó y
Cloe sentía que podía a estallar en cualquier momento. Su barriga estaba enorme y apenas podía verse los pies. Tampoco se sentía muy atractiva, aunque si lo decía en voz alta, Fabrizio se aseguraría de convencerla de lo contrario… y sí que tenía métodos muy entretenidos.Fabrizio y ella habían decidido esperar hasta después del embarazo para casarse y esa había sido una decisión sabia. El embarazo estaba resultado toda una aventura y la había unido aún más a Fabrizio, pero no todo había sido mágico o hermoso. Las náuseas y vómitos la habían vuelto loca, era bueno que hubieran acabado el primer trimestre, aunque no sucedió lo mismo con los constantes cambios de humor. Respecto a los antojos a media noche, todavía estaba deliberando si eran algo bueno o malo.El constante cansancio era otro síntoma que había aparecido durante su primer trimestre y parecía que se iba a quedar hasta el final. Era increíble la capacidad que tenía para dormirse en cualquier lugar.Tenía muchas cosas entre m
Cloe abrió los ojos y recorrió con la mirada la habitación. Su mirada se detuvo al ver a Fabrizio. Él estaba recostado con la cabeza sobre su vientre y sujetaba una de sus manos. Tenía los ojos cerrados y la respiración acompasada.Llevó su mano libre hasta su cabeza y con movimientos delicados empezó acariciarlo. Fabrizio había estado bastante increíble durante las últimas horas. El parto había durado cerca de catorce horas y durante todo ese tiempo él había estado a su lado sujetando su mano, ofreciéndole agua y sujetándola mientras caminaba de un lado a otro.Cloe recordaba haberlo maldecido en más de una ocasión, no recordaba algunas cosas de las que había dicho, pero seguro no habían sido coas agradables; sin embargo, él se había limitado a estar de acuerdo con ella en todo.Fabrizio se despertó, la miró directo a los ojos y esbozó una sonrisa de lado.—¿A qué hora despertaste? —preguntó él casi en un susurro.—Apenas unos minutos atrás. ¿Y Leandro?—En el área de recién nacidos,
Cloe podía escuchar el bullicio proveniente del jardín. Sonrió al pensar en los miembros de su familia lanzándose indirectas y discutiendo sobre cosas sin mucho sentido.La puerta detrás de ella se abrió y la sacó de su ensoñación y se dio la vuelta preparada para lo que venía a continuación. Estrechó la mirada al ver que no era su padre el que acababa de entrar, sino Fabrizio.Era muy tarde para cubrirse o para pedirle que cerrara los ojos. Él ya la había visto en su vestido de novia.—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó cruzándose de brazos como quien regaña a un niño—. Se supone que deberías estar…Se quedó a media frase cuando él la alcanzó y le robó un beso. Después de unos segundos se separó de ella.—Te ves absolutamente hermosa y sexy, no puedo esperar para ver lo que hay debajo de ese vestido.Cloe le dio una palmada en el pecho.—No deberías estar aquí.—Te extrañaba, odie pasar la noche lejos de ti.Ella también lo había hecho y había estado cerca de llamarlo a media noche