Myriam ladeó los labios, aunque las empleadas de la boutique pensaron que ella se miraba en el espejo, su vista se hallaba anclada en la expresión de Gerald, fue inevitable que su estómago no se encogiera al notar como esa fría mirada se transformó en fuego, y le quemó la piel, sus entrañas se apretaron, y por un instante ambos anhelaron lo mismo, pero al igual que Gerald un resquicio de conciencia se apoderó de la mente de ella. «Esto no está bien» se dijo así misma. «A él le interesa Bianca» se repitió en la mente, y eso causó dolor, entonces sacudió su cabeza y volvió al vestidor. Tras probarse varias prendas más, entre vestidos, faldas, blusas, pantalones, y adquirir varios zapatos, bolsos y bisutería, partieron rumbo a casa. En el auto de nuevo aquel incómodo silencio apareció; Myriam deslizó sus dedos hacia el reproductor de música, aunque parecía que a Gerald no le agradaba, sin embargo, él parecía tan concentrado en la carretera, que no se inmutó. «Al otro lado de la l
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