La mirada de Gerald se iluminó por completo, al enfocarse en el pequeño, sonrió al verlo dando pasitos en su andador, y agitando sus manitas, había recuperado el color en el rostro, y llevaba en la cabeza un gorrito del mismo tono que el pijama, pues hacía frío. —Necesito lavarme las manos —le dijo a Myriam, sin dejar de ver al niño, no lograba descifrar lo que sentía en ese instante, era una extraña mezcla, entre alegría, emoción, tristeza, enojo con él mismo, él no era bueno para demostrar sus sentimientos. —Ven por aquí —indicó ella y lo llevó por el pasillo al baño. Gerald se lavó las manos y las desinfectó con alcohol, luego cuando salió a la sala, notó que era un apartamento muy pequeño, con dificultad Tony lograba moverse, aunque estaba amoblado era evidente que así lo rentó, y de nuevo volvió a sentirse culpable por haberla despedido sin justificación. Entonces notó que Myriam tenía en sus brazos al bebé. —Ya se cansó —comentó. —Se ve muy sano —dijo él carraspeando.
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