El hombre era corpulento, alto, quizás medía alrededor del metro noventa, su cabello y sus ojos eran oscuros, su piel trigueña, sus gruesos labios estaban enmarcados por una barba de candado, además la ropa que lucía era muy costosa. —Un placer —respondió Myriam, correspondió el saludo, pero no le agradó la manera en la que el hombre presionó sus dedos, por varios segundos, ella intentó soltarse, y él comprendió el mensaje. —Perdón —se disculpó. —Me comentó que desea enviar un cargamento, si desea puedo mostrarle nuestros barcos, contamos con una flota de ocho navíos por el momento —informó—, en estos días parten tres a Europa, pero tengo los contenedores llenos. El hombre sonrió con amplitud, dejando ver su perfecta dentadura. —Lo que yo deseo enviar es varias cajas de medicinas —informó—, tengo una pequeña industria farmacéutica. Myriam sacó su iPad, y empezó a revisar, cuál de los contenedores aún estaba con espacio disponible. —Tengo un navío que puedo poner a su disp
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