Les dejo estos dos capítulos más, por pedido de Míriam Martínez, para mañana en la noche más capítulos. No olviden dejar reseñas.
Kevin frunció los labios. —Dudo mucho que ella te deje, he visto como se le ilumina la mirada cuando está contigo —declaró. Gerald lo inspeccionó con la mirada. —¿Estás saliendo con la amiga de Myriam? —cuestionó. —¿Qué te ha dicho? —indagó con desespero. Kevin carcajeó. —Solo somos amigos —declaró—, pues según Elsa… Myriam solo habla de ti, y dice que has transformado su vida, que se ve más segura de sí misma, que no es la sombra de la mujer abnegada a quien Raymond humillaba, a tu lado es otra. Gerald parpadeó pensativo. —Siente agradecimiento por mí, es todo. Kevin negó con la cabeza. —Ella también siente cosas por ti, se le nota, pero eso solo lo puedes descubrir si le confiesas tu amor. Gerald rascó su cabeza. —No puedo, tengo miedo de su rechazo, no, no se lo diré, al menos no por el momento —indicó—, cuando sea mi esposa, me encargaré de conquistarla, y haré que me ame con todos mis defectos —sentenció. * Los días transcurrían y se aproximaba el día
El hombre era corpulento, alto, quizás medía alrededor del metro noventa, su cabello y sus ojos eran oscuros, su piel trigueña, sus gruesos labios estaban enmarcados por una barba de candado, además la ropa que lucía era muy costosa. —Un placer —respondió Myriam, correspondió el saludo, pero no le agradó la manera en la que el hombre presionó sus dedos, por varios segundos, ella intentó soltarse, y él comprendió el mensaje. —Perdón —se disculpó. —Me comentó que desea enviar un cargamento, si desea puedo mostrarle nuestros barcos, contamos con una flota de ocho navíos por el momento —informó—, en estos días parten tres a Europa, pero tengo los contenedores llenos. El hombre sonrió con amplitud, dejando ver su perfecta dentadura. —Lo que yo deseo enviar es varias cajas de medicinas —informó—, tengo una pequeña industria farmacéutica. Myriam sacó su iPad, y empezó a revisar, cuál de los contenedores aún estaba con espacio disponible. —Tengo un navío que puedo poner a su disp
Días después Noemí fue dada de alta; sin embargo, no acusó a Raymond como todos esperaban, sino que dijo que fue atacada en un callejón de la ciudad, y no recordaba el rostro de sus agresores. —A mí me vas a decir la verdad —expresó Myriam con seriedad—. Fue él, Raymond Wilson —enfatizó una vez que ambas hermanas se quedaron solas. Noemí inclinó su cabeza. —Te van a poner una trampa, ten cuidado, quieren que Gerald desconfíe de ti —expresó—, se ha confabulado con una tal Bianca, ahora ellos son amantes. Myriam sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pasó la saliva con dificultad. —¿Cómo sabes eso? —indagó con la voz trémula. —Yo los escuché, la idea era reclamar la paternidad del bebé, pero al enterarse de que es hijo de Gerald enloqueció —declaró agitada—, se desquitó conmigo, pero no lo puedo denunciar. —Sollozó con angustia—, amenazó con hacerle daño a Tony. Myriam abrió los ojos de par en par, se llevó la mano al pecho, sintiendo una punzada. —Qué no se atreva a m
—Él me besó —susurró Myriam en un hilo de voz. Observó el rostro lleno de seriedad de Gerald, y se estremeció. Él inhaló profundo. —Lo sé —contestó. Myriam sintió un alivio, sin embargo, él seguía serio. —¿Te ocurre algo? —indagó. —¿Cómo lo supiste? Gerald liberó un suspiro, y ladeó los labios. —Lo mandé a investigar y me informaron que es modelo y que desea ser actor, entonces imaginé que alguien lo contrató —resopló gruñendo—, no entendía con exactitud los motivos, pero ahora ya sabemos qué pretendían —expuso con voz ronca. —Así no lo hubieran contratado, yo soy honesta, incapaz de engañar —refirió Myriam, y lo miró directo a los ojos. —Lo sé. —Sonrió—, ya arreglaré cuentas con Bianca, ahora debemos ir a casa, y cambiarnos de ropa. Nuestros amigos: Elsa y Kevin nos invitaron a salir, por ser nuestro último día de solteros. Myriam se estremeció y su corazón palpitó agitado. —Han pasado tantas cosas, que parece mentira que mañana sea la boda —refirió—. Aún estás a t
Cuando finalizaron la melodía, Elsa y Myriam aplaudieron. —Nuestro turno —advirtió Elsa, bebió un sorbo de tequila y solicitó un tema. Las notas de «A quién le importa by Thalia» se escucharon en las bocinas. Elsa tomó el micrófono y jaló a Myriam a bailar con ella y corear el tema. Las chicas contoneaban sus caderas, y bailaban con sensualidad. Gerald bebía su tequila y no dejaba un solo instante de mirar a Myriam, sonreía al escucharla corear: «¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré» —Ojalá nunca cambies —susurró él. Luego de que Elsa finalizó su presentación, Myriam que ya había bebido dos copas más mientras cantaban se armó de valor y solicitó un tema: «De mí enamórate by Daniela Romo» Empezó a moverse con lentitud y sensualidad frente a su novio, se mordió los labios, y empezó a entonar el tema con su dulce y melodiosa voz. El corazón de Gerald se estremeció al oírla, puso toda su atención a
Gerald bebió un sorbo de vino, y por primera vez, no tuvo una respuesta, frunció el ceño. —No sé qué vi en ella —expresó con sinceridad—, la conozco desde que éramos niños, su papá era la mano derecha del mío, Bianca era una niña muy dulce, me agradaba su compañía. —Suspiró—, con el tiempo Isis empezó a trabajar en la empresa, y sedujo a mi padre, mi abuelo que era muy sabio me dijo que no debía juzgar a Bianca por los errores de su hermana, y la seguí tratando, salíamos al cine, a la discoteca, a comer, la pasábamos bien —relató y observó a Myriam a los ojos—, un día le propuse ser mi novia, y me rechazó, pensé que, porque no quería perder la amistad que durante años consolidamos, pero no fue así. —Bebió otro sirvo de vino—, me dejó por un hombre mayor con más dinero, y me decepcionó. —Frunció los labios—, creo que al igual que tú, me refugié en Bianca, confundí el amor con la ilusión, luego de eso decidí no tener pareja estable, la mayoría de mujeres de mi círculo solo buscan homb
Myriam bajó de la cómoda, y con absoluta sensualidad se dirigió hacia el lecho, su verdosa mirada lo observaba con un brillo especial. Gerald enfocó sus ojos en ese cuerpo de curvas perfectas, puso toda su atención en sus voluptuosos senos, en sus amplias caderas, inhaló profundo para contener sus deseos y no irse encima de ella como un animal en celo. —Eres perfecta —susurró él. Myriam sonrió al escucharlo, con sensualidad subió a horcajadas encima de él, entonces tomó los labios de Gerald en un apasionado beso, y a pesar de que él aún traía la ropa puesta, pudo sentir como por debajo de sus pantalones su erguido falo punzaba en su humedecido sexo. Myriam restregaba sus caderas en el miembro de él, y lo escuchaba gruñir y respirar agitado, sus labios besaron su cuello, guardando en su boca y en su memoria su aroma tan varonil a cedro. Luego ella se dio a la tarea de empezar a despojarlo de las prendas, pero fue el propio Gerald, el que se puso de pie y se desnudó. Los lab
Los amplios jardines de la mansión Lennox estaban decorados con rosas rojas y blancas, sillas vestidas de dorado y azul, estaban acomodadas en hileras frente al altar. El sitio donde los novios contraerían nupcias estaba adornado con cortinas de seda blancas y flores del mismo tono. Desde temprano los organizadores ultimaban detalles. Anne fue por la novia, golpeó la puerta de la habitación de Gerald. —¿Quién? —indagó él, aún somnoliento, aferrado al cuerpo de su futura esposa. —Vine por la novia, no puedes verla antes de la boda —replicó al otro lado de la puerta. —¿Puedo pasar? ¿Están vestidos, tortolitos? —indagó y carcajeó. Myriam talló sus ojos, parpadeó aún adormecida, entonces se sentó de golpe. —¡La boda! ¡Tony! —exclamó y se puso de pie. Gerald ladeó los labios, y los mordió, la recorrió con la mirada. —¿Vas a salir así? —cuestionó. Myriam se dio cuenta de su desnudez, y por instinto se cubrió. —Cierra los ojos —ordenó. Él carcajeó, divertido. —Parece