Estefanía. Guillermo Aristiguieta se presentó en la casa, cuando las cosas no podían haber estado peores. En el momento de su llegada, yo me encontraba en las barracas, Adrián había salido muy temprano con su padre, llevaba varios días haciéndolo y en las tardes se perdía a cabalgar por los extensos campos de la propiedad. Yo sabía que era por mi causa, adoptó esa actitud para dejarme muy en claro que no le gustaba mi proceder; mis palabras y mi débil carácter por defender nuestra relación lo hirieron, aun así, era mejor que él se desilusionara de mí, algún día me lo agradecería, aunque eso conllevase a perderlo para siempre. Lo que me ayudaba a aliviar un poco mi dolor, era que al no verlo muy seguido me calmaba, le di gracias al cielo porque la casa era grande. Mi ensimismamiento se esfumó cuando la voz de Joaquina llegó hasta mí, me dijo: —Estefanía, ¿sabes quién acaba de llegar? —¿Quién? —inquirí, sin darle mucha importancia. —El rubio —me respondió. —¿De qué rubio me habl
Leer más