—Vamos a Casa Blanca… —Anunció André a su conductor, mientras a su lado, Samara miraba afuera de la ventanilla totalmente perdida en sus pensamientos. Había estado callada desde que su abuelo le ofreció todo el apoyo y le dijo ese montón de cosas cursi y surrealistas, que, a la larga, ella no iba a disfrutar con plenitud. Pierre había jodido sus propios planes diciéndole que no permitiría que se quedara en otra parte que no fuera su casa, y, por ende, estas dos semanas, serían más horribles de lo que André había imaginado. Casa Blanca era la mansión familiar donde siempre se reunían todos los integrantes Roussel, y donde en el pasado, la abuela Adeline realizaba grandes eventos que en conclusión resultaban ser solo un intento para unir a la familia. La conversación con Pierre se había alargado mucho más de lo que pensó, y literalmente su presencia ante el abuelo, había sido remplazada por esta niña. Pasaron un par de minutos cuando entraron a la mansión. Todos bajaron con las poca
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