Marcos nunca se imaginó vivir en un campo de batalla en los tiempos que corrían. Pero en eso se había convertido su casa en los últimos veinte días. Sam y él no podían estar en la misma habitación sin discutir. Su mujer ciertamente parecía una gata salvaje. Cada vez que él se acercaba, se engrifaba. La primera discusión o bueno la discusión continuada, había sido cuando vio donde iba a dormir. Le había gritado que con la cantidad de habitaciones que tenía ese apartamento, no iba a compartir su cama. Marcos no había cejado en su empeño y aunque cada uno dormía en su extremo, lo hacían juntos. Se había regocijado al tenerla a su lado aunque sus mentes estuvieran a años luz de distancia. Esa primera noche en que habían dormido juntos después de tanto tiempo, Marcos se había sentido en paz pero a la mañana siguiente habían vuelto a discutir. Todo llevaba a que se enfrentaran. Que si el biberón de la niña, que si la habitación, que si la ropa de Sam, que si empezaba a trabajar. Y así ll
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