Pasado un mes, y después de hacerme algunas visitas más, Carlos y Esthela me invitan a pasar un fin de semana en su casa. Me costó mucho tomar la decisión, pero al final, me atreví y fui a Portugal. Un poquito antes de llegar allí, llamo a Esthela para que vengan a recogerme a la estación de autobuses. Una vez en Portugal, bajo a toda prisa del bus, y le pido mi maleta al chófer; antes de darme la vuelta, veo que Carlos y Esthela están detrás de mí por el reflejo del autobús. —Hola, Esthela. —Hola, Keyla. —Hola, Carlos —le digo sin mostrar mucho interés, cuando termino de abrazar a Esthela. —Hola, preciosa. ¿Nos vamos a casa? —dice dándome dos besos. —Sí, vámonos, pero… necesito estirar mis piernas un poco —les digo entre risas. Carlos coge la maleta de mis manos, nos guía hasta el coche, introduce la maleta en el maletero, y abre la puerta para que monte. Esthela va con él de copiloto. Al cabo de unos treinta minutos, llegamos al parking donde Carlos deja su coche, lo detie
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