25. El cristal con el que miras
Sin parpadear miré a través de la pequeña ventana que daba a la calle, se había hecho de noche y ni siquiera me había percatado. Las luces siempre habían logrado hipnotizarme, pero esta vez, no eran ellas las me mantenían atrapada, sino mi propia mente. Sí, estaba presa dentro de aquel cuerpo que no era el mío y viviendo dentro de una espiral sin fondo. Nunca había creído en aquello que no era tangible, y ahora, todo aquello impactaba con fuerza contra mí. Resoplé cuando los ojos comenzaron a dolerme y me volví resuelta. Tenía que salvar a Evan, Shamsiel o como demonios se llamara aquel ángel de pacotilla que se negaba a tomar el lugar que le correspondía en el cielo y no pude evitar recordar la paz que había sentido entre sus brazos. Si aquello era el cielo, lo quería todos los malditos días, para mí, tan solo para mí. Poco después, las dudas comenzaron a asaltarme, me había acostado con Evan, ¿eso no lo alejaba lo suficiente del lugar al que había pertenecido siempre? Sequé
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