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Todos los capítulos de El cielo nos puede esperar: Capítulo 11 - Capítulo 20
32 chapters
10. Sin amor no hay gloria
—¡Despierta, Callie! —gritó alguien en mi oído, y dando tumbos, logré ponerme en pie. Me dolía la cabeza y los oídos me zumbaban. —¿¡Ahora qué!? —respondí llevándome las manos a la cabeza. Era Shamsiel—. ¿Qué demonios haces aquí? —pregunté—. Si vienes a darme tus sermoncitos, no estoy interesada. Tengo dolor de cabeza y… —Ya sé, ya sé, sucumbiste ante el elíxir de los dioses, pero no, no vengo a eso. —¿Y ahora de qué se trata? —Solo pasé a saludar, andaba por el rumbo y… Entorné los ojos y aún medio dormida, me dirigí al frigorífico y lo volví a cerrar derrotada. Necesitaba urgentemente ir de compras. —Sé que pasaste a burlarte, conmigo no tienes que disimular una bondad de la que careces —respondí. —En verdad andaba por el rumbo, Callie, ¿por qué pones en duda mis palabras? —Porque eres un poquitín embustero, Shams. —¡Vaya! Ahora hasta me has dado un nombre de cariño, ¡y no me llamaste Caguiel! ¿Y eso? —Porque des
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11. El anillo maldito
Evan me había estado evitando, de eso estaba segura. No me había llamado en dos días y honestamente yo tampoco tenía el valor, pero necesitaba que me ayudara a vender la joya, así que tuve que reunir un poco de coraje y recoger los pedacitos rotos. Con el corazón desbocado, toqué la puerta de su apartamento y entonces sucedió, una chica de piel morena, de cabello color castaño y largo, como de comercial de shampoo, se asomó. Llevaba tan solo una ligera playera que le llegaba a la mitad de los muslos y que supuse era de Evan. —Ho-hola —dije con una timidez que no me iba. —Hola. —Estoy buscando a Evan, Evan… —Wickham, sí —añadió sonriendo. Sus dientes blancos también eran de comercial de dentífrico. La odié—. Él se está bañando, pero si gustas puedes pasar a esperarlo. Abrió la puerta por completo y entonces también pude apreciar su silueta de infarto a través del sencillo algodón de la camiseta. Sin poder evitarlo, me miré al espejo que Evan
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12. El demonio tiene dos caras
—¿A qué te refieres con eso del anillo maldito? —preguntó Evan con visible interés. —Fue robado hace casi cien años durante una subasta de Sotheby´s, posteriormente fue fundido y… —asentando el anillo sobre la mesa, Vik se levantó de su asiento y entró por una puerta que daba a lo que supuse era su oficina. Evan lo tomó para inspeccionarlo con detenimiento.Volvió con un grueso tomo que abrió ante nuestros ojos. En la foto, un hermoso anillo brillaba en blanco y negro. En cierto modo era muy parecido al que ahora Evan sostenía entre sus dedos, solo que en lugar de dos diamantes contrapuestos uno contra otro, tenía tres, colocados en forma de triángulo.—Se cree que fue vendido en el mercado negro a un lord, quien al morir se lo heredó a su hija que lo llevaba puesto en el dedo el día que fue asesinada. Después, se especula que volvieron a fundirlo y crearon la pieza que ahora ves. Había estado desaparecido por años —explicó Vik ante nuestra mirada atónita.—¿Crees que el padre
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13. Paradoja
Volví a la oficina aquel lunes gris y la tristeza comenzó a apoderarse nuevamente de mí. PicCo no podía darse el lujo de mantener cerrado su Corporativo y había improvisado una pobre oficina en una antigua bodega en Londres, que lucía atestada de cajas de archivo y ratas.Al verse de nuevo, mis antiguos compañeros se unieron en grupos para recordar a sus amigos que no contaban con la suerte de haber vuelto a su lugar de trabajo. Tuve que encerrarme en el baño para que nadie me viese llorar e inevitablemente recordé el día que me nombraron subdirectora de Relaciones Públicas y me burlé de Ivaine por hacer lo mismo. Una vez más comprobé que había sido una persona espantosa y entonces, me propuse cambiar: iba a conquistar el mundo, pero lo haría de la manera correcta, luchando con fuerza y ahínco para conseguir mis objetivos, y después, cuando lo hubiese logrado lucharía por el amor de Evan, pero antes tenía que alejarlo de las garras de Laverne.Ayudé a mover algunos escritorios para qu
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14. Corazonadas
Salí del pub hecha una mierda, si había algo que no había soportado nunca era la incertidumbre y era, esa maldita incertidumbre, quien ahora me abrazaba y se aferraba a mí como si fuese una segunda piel, una que me daba mucha picazón y que anhelaba quitarme de encima. Antes de volver al departamento de Ivy, pasé al supermercado para hacer algunas compras, lo que ella ganaba no alcanzaba para mucho, pero pronto me acostumbraría a comer sándwiches de todas las variedades posibles, pollo, pastel de carne, atún, mantequilla de cacahuate, ¿qué más daba? Mi vida apestaba y ya ni siquiera sabía quién era. ¿Callie? ¿Ivaine? ¿Una muy extraña y pésima combinación de ambas? En la soledad, miré el reloj una y otra vez, era tarde, pero necesitaba contarle a Evan la información que Carol me había dado. El señor Miller había sido uno de los tantos fallecidos y no podía sentirme peor, para colmo, Shamsiel tenía días sin aparecerse y, ¿qué demonios hacía uno sin la guía del ángel guardián
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15. Rompecabezas
Sin que nadie se diera cuenta, me escabullí de mi lugar, necesitaba un buen café y un poco de aire fresco. Shams me había estado presionando y además el In Memoriam, me había sumido en una profunda depresión. ¿Cuán lejos había llegado mi egoísmo, que aun hacía eco en aquellas personas en las que nunca había reparado? Entré a la cafetería y me acerqué a la barra, un chico muy simpático me guiñó el ojo en cuanto llegué a la caja, el maldito de Shams había tomado forma humana. Me llevé una mano a la frente, ¿tanto mal había hecho que aquel ángel se veía en la necesidad de custodiarme por el resto de mis días? —Tengo un plan —fue lo que dijo mientras servía mi bebida favorita, un té chai caliente y con leche deslactosada, sin haberme preguntado siquiera. En un santiamén me lo entregó y quitándose el mandil con rapidez, se fue detrás de mí. —Sé que te parecerá una locura, pero creo que puede funcionar —dijo echándose a andar a mi lado. —Gracias por materializarte porque odio cuando an
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16. In memoriam
Tal como habíamos acordado, a las cinco de la tarde de aquel sábado soleado pero frío, alguien llegó a mi puerta con una maleta en la mano y un pequeño neceser en la otra. El joven, que no tenía más de treinta años, me saludó con un beso en cada mejilla. —Pues bien, cariño —dijo en cuanto lo invité a pasar—, en esta maleta, tengo montones de vestidos de todo tipo para que te pruebes. ¡Tienes que deslumbrar esta noche! —Espero que mi… —iba a decir ángel, pero me contuve—amigo, te haya dicho que el evento es bastante sobrio. —Claro que me lo dijo, pero la sobriedad no está peleada con la elegancia. Sorprendida, lo vi sacar vestidos de todo tipo, largos, tipo coctel, trajes sastre, sedosas blusas y pantalones de vestir. Resoplé, hacía mucho que no usaba ropa tan hermosa y entonces recordé que, en el vestidor de mi antigua habitación, aun había montones de ropa linda que no tenía dueño. Me prometí que haría un bazar para venderla y luego donaría el dinero a un
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17. Un perfecto plan
Eran casi las cuatro de la mañana cuando abrí los ojos. A mi lado, Evan dormía plácidamente. Intentando no hacer ruido me puse de pie y fui a la cocina por algo para beber. Sin desearlo, las dudas me asaltaron. ¿Por qué Evan se había acostado conmigo? Estaba segura de que, si hubiese estado enamorado de mí, jamás se habría involucrado con Laverne. ¿Y ahora qué iba a hacer? Cerrando los ojos, recordé sus manos sobre mi piel y el efecto que causaban sus suaves besos sobre ella. Habíamos bebido un par de tragos en su apartamento, y después de una conversación, basada en recuerdos fugaces de la amistad que lo había unido por años a Ivaine, lo demás se había ido dando. Unos pocos besos al principio, otros pocos más pasionales más tarde y habíamos terminado sobre el sillón para después trasladarnos a la cama, en donde con suma maestría me había hecho suya. Sus dedos habían recorrido con suavidad los frondosos pechos de Ivaine, para después posarse en el centro de su sexo y con ello, me ha
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18. La maldición
El viernes por la noche, después de habernos ignorado casi toda la semana, Evan se acercó a mi lugar. —Llamó Vik y necesita que vayamos a verlo esta noche —anunció evitando mirarme—. Tiene noticias importantes. Por alguna extraña razón, estaba llena de ira y tomé su rostro para obligarlo a que me mirase. Ya no teníamos veinte años, éramos un par de adultos de poco más de treinta y debíamos comportarnos con madurez. —Pasa por mi a las ocho —le dije con determinación, y soltándolo, me eché la bolsa al hombro y apagué el monitor.Me encaminé hacia la puerta sintiendo su indiscreta mirada sobre mí. Después de darme una rápida ducha, me arreglé un poco, no tenía ganas de impresionar a nadie, mucho menos a Evan, de manera que usé unos desgastados jeans y una sencilla blusa roja. Me eché encima un abrigo negro de Ivaine que parecía un poco viejo y pasado de moda, pero qué más daba. Anudé una bufanda a mi cuello y bajé para esperarlo. No quería tiempos muertos en m
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19. No todo es lo que parece
El lunes muy temprano, me levanté para darme una ducha y arreglarme de manera decente. Estaba hecha una m****a y por alguna razón, volví a pensar en mis padres. Necesitaba verlos, pero antes, tenía que cumplir mi promesa de ayudarlos. Sin dudar, le envié un mensaje a Evan, pidiéndole de favor que avisara en el trabajo que iba a llegar tarde, tenía algo importante que hacer. El gerente del banco me miró con la desconfianza propia de las personas que, aunque sepan que tienes un poco de ahorros y un trabajo fijo, no se fían de darle prestado a alguien que solo gana unas cuantas libras al mes. —Escuche, señor… —Wickham, Elric Wickham. Llena de curiosidad lo miré. Sí, tenía un cierto aire de familia a… —¿Es usted familiar de Evan Wickham? ¿O solo es una curiosa coincidencia? —Evan es mi sobrino —afirmó. Me eché hacia atrás relajada. Estaba segura de que iba a darme el préstamo. —Bueno, casi mi hijo… —agregó ensa
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