Sekhmet. Estoy mentalmente agotada, incluso psicológicamente, pero eso no quita que golpee el saco de boxeo del gimnasio. Mi respiración está algo ofuscada, pequeñas, pero molestas gotas de sudor bajan por mis hombros, mejillas, el medio de mis pechos y mi abdomen plano cubierto en la parte de mi pelvis por las llamas del mismo infierno. Ejecuto dos golpes certeros en el objeto, abasteciéndome de toda la rabia que tengo contenida, dejando que mi visión se nuble y la adrenalina se apodere de mi sistema. Me detengo por unos pequeños instantes limpiando los restos de sudor de mi coronilla, agarrando después mi botella de agua para ingerirla en segundos. Siento el agua caliente bajar por mi garganta, calmando la ansiedad que he tratado de liberar, pero que a causa de mi adrenalina no reduce, alcanzo mi pequeño bote de pastillas agarrando una en el proceso e ingiriéndola sin cuestionarme el asqueroso sabor o los malestares que este mismo me provoca en ocasiones.
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