Sekhmet. Era primera vez en muchos años en donde finalmente me sentía en paz, me es practica imposible no sonreír a las dulces y aburridas parejas que pasan de la mano por delante de la ventana, besándose y sonriendo como sino hubiera un mañana; sin embargo, lo que calma mi desespero era el suave olor a incienso, el silencio que se extiende por la estancia entera en donde muy pocas personas se encuentran. Degusto un delicioso y nutritivo almuerzo que llevo una buena cantidad de tiempo sin sentir en mi refinado paladar, estremeciendo mi estómago con su apetitoso sabor. Cierro mis ojos con cada mordida que ejecuto, relamiendo mis labios por el proceso; ya que está lazaña era el plato principal de los que devoraría en segundos, incluyendo aquel tamal que muchas veces mi madre solía prepararme cuando pequeña. Sostengo entre mis finas manos la copa de vino blanco de antaño, mientras le propino el último bocado a mí comida. Mi estómago no decide gruñir al sentirse satisfecho,
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