Sekhmet. Era primera vez en muchos años en donde finalmente me sentía en paz, me es practica imposible no sonreír a las dulces y aburridas parejas que pasan de la mano por delante de la ventana, besándose y sonriendo como sino hubiera un mañana; sin embargo, lo que calma mi desespero era el suave olor a incienso, el silencio que se extiende por la estancia entera en donde muy pocas personas se encuentran. Degusto un delicioso y nutritivo almuerzo que llevo una buena cantidad de tiempo sin sentir en mi refinado paladar, estremeciendo mi estómago con su apetitoso sabor. Cierro mis ojos con cada mordida que ejecuto, relamiendo mis labios por el proceso; ya que está lazaña era el plato principal de los que devoraría en segundos, incluyendo aquel tamal que muchas veces mi madre solía prepararme cuando pequeña. Sostengo entre mis finas manos la copa de vino blanco de antaño, mientras le propino el último bocado a mí comida. Mi estómago no decide gruñir al sentirse satisfecho,
Sekhmet: Me es inevitable no mirar con atención todo el jodido entorno, mientras en mi cabeza solo esta el maldito pensamiento de cogérmelo como el tío prepotente que es, demostrándole que las mujeres podemos ser igual de valientes que ellos. Trago, soportando la fuerte opresión en mi parte baja, ahogándome más de lo pensando en una sensación de placer que pide a gritos un poco de atención. Nuestros conjuntos ya se encuentran despojados en el suelo. El calor es lo que más prevalece en aquella enorme sala. Nuestros cuerpos sudan con varias gotas deslizándose por nuestros torsos desnudos. Mis manos no están quietas y ni hablar de las suyas que tocan, explorando cada parte de mi cuerpo. Lamo ese tatuaje que comprenetra a la perfección con su piel pálida. Me sorprende ver aun hombre con una piel tan perfecta e intacta como la suya. Sus labios se esmeran en el lóbulo de mi oreja succionando y mordiendo de vez en cuando mientras sus manos masajean mis pezones, y le dan p
Sekhmet. Los rayos del sol se cuelan por la ventana y apesar de no sentirme muy bien que digamos me levanto con cuidado de aquella cama totalmente desnuda. Mis ojos se quedan fijos en el rostro del chico que no puedo ver al poseer aquella extraña máscara que parece imposible de quitar. Me decanto por no darle tanta importancia y antes de que se despierte salgo de la habitación cerrando la puerta con sumo cuidado. Estoy acostumbrada a ser una persona sigilosa, en mi trabajo es algo que siempre me han pedido. No detallo la casa para nada cuando mi principal objetivo es salir de ahí. Fijo mi vista en el reloj de mi mano, y veo que a pesar de mi prisa no es tan tarde con pensaba. Llegó a la sala casi corriendo me coloco mis botas, mi mini saya, mi jersey; arreglo mi cabello atandolo en una coleta alta y me coloco la gafas cambiando el cristal a oscuras para soportar la resaca del día de hoy. Tomó una nota adhesiva de no se dónde y con mi labial plu
Sekhmet Me hallaba caminando con mi maleta en mi mano, mi bolso en mi hombro, y varios bostezos se escapaban de mis labios a la vez que me acercaba a la salida de aquel lugar. El mullicio de personas y sus conversaciones me tenían al borde de un colapso nervioso. Divisé la salida de aquel lugar y como si alguien me estuviera persiguiendo salí de aquel lugar en dirección a las puertas automáticas. Mis tacones resonaban en el suelo impoluto de aquel aeropuerto. Mis ojos se abrieron como platos al ver quienes estaban esperándome en aquella salida. —¡Sorpresa! —gritaron llamando la atención de todas las personas que horas antes yo estaba aborreciendo por sus parloteos molestos. —No griten —hable entre dientes mientras me aproximaba a dónde estaban ellos. —Eres una agua fiestas y una mojigata —susurro en un tono bastante bajo la pelirroja con su mirada fija en mí. —¿El jefe las dejo venir? —cuestioné introduciendo la maleta de color negro en la parte trasera del
Sekhmet: Mis pasos cada ves son más apresurados mientras voy descendiendo por las escaleras al nivel -23 que es donde se realizan las armas, experimentos de sustancia letales. Paso la mano por mí cabello y lo ato en un moño desaliñado mientras respiro de manera agitada Ya me hayan con mi uniforme en mi cuerpo, mis botas en mis pies y poseía una pequeña bolsa con la droga. Deslizo mi identificación por el panel de la puerta que da a los laboratorios, a la vez que pasó mi dedo por el detector de huellas y este me muestra la luz verde para mí entrada. —Buenos días —anuncio entrando por las dos enormes puertas mientras alguien que conozco desde pequeña llega a mí con sus brazos cálidos. —Buenos días mi niña —los brazos de aquella pelinegras me envuelven por completo y siento como mis músculos se relajan—, hacía tiempo que no venías a verme, ya me estaba poniendo celosa. Sus palabras ocasionan que una risita se escape de mis labios a la vez que camino a su lado. —He e
Sekhmet: Con mis ojos fijos en Sebas mientras corría de aquí para allá realizando sus entrenamientos, y mis labios moviéndose con aquella deliciosa hamburguesa en mis labios, disfrutaba de sentirme orgullosa por aquel rubio de ojos celestes. Mis labios se alzaron en una sonrisa cuando con su pecho agitado, el sudor corriendo por su cara, su cabellos despeinado y con sus cachetitos sonrojados se aproximaba a mí lugar respirando con sus labios entreabriertos. —¿Cómo está mi liebrecilla? —lo molesté feliz. —Hermana —vociferó envolviendo mi cuerpo en un abrazo fuerte y seguro. —Aquí estoy —susurre con mi cabeza pegada a la suya, a la misma vez que dejaba un delicado beso en su frente. —Le rese a diosito para que te protegiera en aquella misión —hablo con su rostro preocupado y sus hermosos ojos celestes fijos en los míos de color verde. —Como vez estoy perfectamente —lo solté permitiendo que me viera complemente. —Lo sé, solo que a veces temo no poder volverte a ve
Sekhmet. Abro el closet verificando que conjunto quedaría perfecto para aquel evento. Rebusco entre los millones que poseo, pero ninguno cumple los espectativas hasta que lo encuentro a el. Mis labios se alza en aquella sonrisa coqueta y satisfactoria al ver el hermoso vestido rojo intenso que acabo de hallar. Tomó la percha que lo sostiene y con el me acerco al espejo viendo cómo me quedaría. —Es perfecto —digo en voz alta dejándolo con cuidado encima de la cama. Segundos después ya el vestido se encuentra enfundado en mi cuerpo. El vestido es de un color rojo intenso, el escote con tirantes hace ver mis senos de manes voluptuosa y bella. Su extensión llega hasta el suelo cubriendo los tacones de aguja negro Louboutin. Es ajustado a mis curvilíneas curvas. Mi cabello es atado en una trenza francesa. Mi maquillaje es sencillo, mi labial es rojo intenso para que convine con aquel vestido. Me vuelvo a observar en el espejo y me siento más hermosa de lo que ya
Sekhmet. Salimos todas en la camioneta. El estado de confusión en el que estaba sumida era bastante comprensible. —El chico con el que pelee —murmuro por lo bajo llamando la atención de mis amigas. —¿Lo conoces? —cuestiono Soraya y yo me giré en su dirección con una mirada que solo Darla era capaz de descifrar. —Es el del polvazo; ¿Verdad? —realize un asentimiento de cabeza, cerré mis ojos a la par de aquella acción y respire profundamente; provocando que todas soltaran un gritillo un poco ensordecedor. —¡Joder! —exclamó Monica. —Pues está buenísimo —alega con una sonrisa maliciosa. —Lo sé —aseguro conociendo aquello. —Y sabe pelear muy bien —argüiro Patrixia que permanecía muy callada. —Tambien me he dado cuenta de eso —hablé de nuevo. —Pero es muy prepotente —aportó Soraya mirando sus uñas con desinterés—, así no lograra nada porque siempre las mujeres lograran darle en su ego si lo superan. —No sabes cómo te quiero amiga —le lanzé un beso que ella rec