—Pero me has quitado mi libertad.—Tienes horas aquí, fierecilla, no predispongas tu mente a todo lo negativo.Se separó de mi cuerpo respirando pesadamente y mi cuerpo tembló cuando se dio la vuelta y pasó sus dedos por su cabello tratando de calmar el fuego que había visto en esos hermosos ojos azules.Ya no eran témpanos de hielo dispuestos a congelar todo a su paso.Ahora eran un hielo derretido que amenazaba con quemarme si me acercaba demasiado. Y ese fuego de alguna forma fue tan familiar que no dudé el haberlo visto en algún otro lugar.—Tendrás un trabajo en una de las más prestigiosas compañías del país, tu hijo podrá tener una educación de acuerdo con sus capacidad intelectuales, podrás descargar un poco del peso que has estado llevando desde que tu madre enfermó y sobre todo seguirás siendo libre. No quiero mantenerte atada a estas cuatro paredes, Dalia, no limitare tus salidas, definitivamente no. El trato es claro, vives conmigo, trabajas conmigo y ningún otro hombre se
Leer más