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Todos los capítulos de Los Matices de mi Vida.: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Capítulo sesenta y uno: El huracán.
(Al otro lado del océano) William volvió a mirarme seriamente, — Antes de responder cualquiera de tus preguntas tienes que prometerme una cosa— asentí con la cabeza y dejé que prosiguiera, —Te responderé dos preguntas por semana. Cuando quise protestar, él me pidió que hiciera silencio y continuó hablando, — Responderé todas tus dudas, pero dos preguntas a la vez; a medida que te vayas mejorando, te irás enterando de todo poco a poco, ¿está bien? Dado que no iba a ceder por más que insistiera, terminé aceptando el trato, — Bueno, escucho tu primera pregunta. Luego de pensarlo seriamente pregunte, — ¿Por qué no recuerdo nada, ni siquiera mi nombre? Él se acomodó en su asiento para luego responder, — Hace dos años y medio, tuviste un accidente; producto de él, quedaste en coma. Por esa razón perdiste la memoria y tu nombre es Fernanda— por fin encontraba una respuesta, sabía mi propio nombre, — ¿Qué relación nos une, acaso somos familia o amigos? — Bueno
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Capítulo sesenta y dos: Mar de emociones.
— Renata. Ella seguía caminando enfurecida, ignorando por completo que la estaba llamando, ya llevábamos más de una hora caminando y yo seguía sin entender a dónde se dirigía, — ¿Renata puedes parar? — ya me estaba cansando de seguirla, — Deja de seguirme Matt. — ¿Puedes decirme a dónde vas? — esa chica comenzaba a resoplar, hasta que paró por completo sus pasos, —¿Acaso no es evidente que busco a Dilan? — me dijo con rabia, — Pues lamento informarte que no creo que lo encuentres. — ¡Entonces lo buscaré hasta que aparezca estoy demasiado enojada! Nuevamente, saqué un cigarro, lo encendí y luego de sacarlo de mi boca, volví a prestarle atención al huracán que tenía enfrente, — Vale, está bien, si tanto quieres encontrarlo te ayudaré. De nuevo comenzamos a caminar, pude notar como ella se calmaba, gastando energía; a tal grado que ya había vuelto a meter su navaja favorita en su bolsillo. (En el merendero) El teléfono de Jesua comenzó a sonar, la llamada e
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Capítulo sesenta y tres: Planeando una locura.
(En el hospital) Ya ha pasado una hora y media y nosotros tres seguimos aquí sentados como bobos mirando esa puerta que no termina de abrirse. La cara de impaciencia de mis amigos se hace cada vez más evidente, la señorita a mi lado ya ha dejado varias marcas en la pared con la punta de su navaja. Por otro lado, la otra persona, a mi lado contrario, ya no tiene uñas que comerse y yo no puedo evitar querer irme a fuera y fumarme un cigarro. — ¿Familiares del paciente Dilan? — pregunta el doctor con calma, — ¡Sí!, somos nosotros. — Bueno, quiero informarles que por suerte está fuera de peligro, si bien ha recibido muchos golpes, ninguno ha afectado a sus órganos internos. Pero por precaución lo dejaremos internado esta noche y si todo está correcto mañana en la tarde podrá ser dado de alta, pero deberá permanecer en reposo una semana en su domicilio— nos informó sin apuro, — ¿Podemos pasar a verlo, doctor? — la voz impaciente de Renata nos sorprendió mucho a Jesua y a mí,
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Capítulo sesenta y cuatro: Secuestrando al novio.
— Lo, lo siento Renata. Su voz adolorida me da un susto, que no puedo evitar darle un manotazo mientras él volvía soltar un alarido de dolor, — ¿Pero eres estúpido o qué? — cuando reaccioné a sus palabras no pude evitar volver a hacer esa estúpida pregunta, — ¿Qué dijiste? — Dije que lo siento, siento haber sido un bruto contigo— insistió entre quejidos por el golpe que le había propiciado. Nunca me esperé que este chico me pidiera disculpas, muchas veces nos habíamos peleado; pero no era lo típico en nosotros eso de andar disculpándonos, — ¿Te aflojaron un tornillo?, ¿desde cuándo te disculpas? —, no pude evitar volver a enojarme por su comportamiento, — ¡Crees que puedes venir a tomarme el pelo! Nuevamente, volví a desatar mi furia contra él, no me importaba que estuviera lastimado, le rompería cada hueso que le quedara sano, pero él; se sentó de golpe en la cama, bajando una pierna hacia el suelo. Tomo mis manos y las dejo presionadas en el medio del colchón, s
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Capítulo sesenta y cinco: asfixiantes momentos.
Luego de 40 minutos conduciendo; llegamos a nuestro destino, una de las tantas casas que el padre de Renata colecciona, — Vaya Jesua, creo que te pasaste con ese aparato, ha pasado casi una hora y media y este aún sigue noqueado— él se ríe un poco nervioso antes de contestar, — Ja, ja, ja, me parece que me entusiasme demás. Renata, que está a su lado, le pega un tate quieto en la cabeza, por no ajustar bien el voltaje eléctrico de la máquina, — Auch chica, eso dolió— refunfuña, — ¡Y más te va a doler si algo malo le pasa a él! — Lupe le pega otro tras decir esas palabras. Luego de estacionar, nos bajamos y estiramos un poco las piernas, para acto seguido meter a nuestro bello durmiente dentro de la casa. Lo dejamos en el sillón, pero no lo soltamos; no sabemos cómo va a reaccionar cuando despierte y no quiero averiguar que sería capaz de hacer si se pone violento. Mientras Jesua y yo fumamos afuera, Renata sale con nosotros con un par de latas de cerveza en la mano. Lu
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Capítulo sesenta y seis: Enfrentándome por ella.
Una nueva mañana se hacía presente entrando por el ventanal de la casa, anoche luego de las disculpas, el llanto y varias cervezas, los cuatro nos habíamos quedado dormidos en ese salón. Cuando me desperté, me quedé embobado al notar a quien tenía en mis brazos, dormida pacíficamente, a pesar de lo ocurrido; fue mi despertar más feliz en toda esta semana, no despertar en esa farsa de luna de miel que habían preparado para después de la boda, me supo a gloria. Poco a poco caí en cuenta de lo que me esperaría una vez estuviera de regreso, mis padres estarían furiosos y de seguro más de una persona estaría buscándome, — Buenos días— su dulce vos me saco de mis pensamientos mientras levantaba su mirada hacia mí, aún recostada en mi pecho, — Hola bonita, buen día— le hice una señal para salir afuera, así no despertábamos a los otros tres personajes que estaban esparcidos por el salón durmiendo pacíficamente. Una vez afuera, volví a tomar su mano y pedirle disculpas por mi comporta
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Capítulo sesenta y siete: Cerrando un ciclo.
Por fin, llego tan anhelado día; la graduación, a pesar de todos estos años difíciles, de idas y venidas, de perder y conocer personas importantes en tu vida, por fin; con mi diploma en la mano; vuelvo a pensar en ella, su mayor sueño era llegar a este momento a mi lado, a pesar de tantas circunstancias logré cumplir su sueño por ambos, — Este momento te lo dedico a ti mi princesa, en donde quiera que estés sé que estarás contenta por este logro que es más tuyo que mío— pronuncie en voz baja mirando el diploma. Luego de la ceremonia, todos los chicos nos sacamos una foto juntos para el recuerdo, con estas batas negras puestas y los gorros con terminación cuadrada y su piolita que te molesta cada vez que roza tu rostro, quien lo diría que todos los presentes llegaríamos hasta este momento. Esa noche tomó lugar en la disco, todos decidimos reunirnos ahí y pasar un rato agradable, muchos recuerdos salieron a flote en ese lugar, cada espacio en ese local inundaba mi mente; con dema
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Capítulo sesenta y ocho: Empezando uno nuevo.
En los siguientes 10 meses, todo el mundo estuvo a mil entre nuestros propios trabajos en sanatorios, el merendero y el proyecto del hospital; apenas teníamos tiempo de descansar, pero valía la pena. En este tiempo ya contábamos con un accionista mayoritario que había dado una fuerte suma de dinero con la cual habíamos hecho todos los cambios necesarios en nuestro edificio, haciéndolo más eficiente para funcionar como un hospital, también gracias a varias entrevistas en la prensa y televisión; varias cadenas de supermercados y empresas de renombre se habían vuelto colaboradores con generosos donativos, que ayudaban a cumplir con nuestro deseo. Sin quererlo me había vuelto el director general de este emprendimiento, aparte de eso; tanto mis amigos como yo mismo, íbamos a brindar nuestros servicios en el hospital que abrirá sus puertas el próximo mes. Ya todo estaba en marcha, el lugar era adecuado, teníamos el equipamiento correcto, ya teníamos contratado un buen grupo médico; qu
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Capítulo sesenta y nueve: Eres mi padre.
(Al otro lado del Océano) Dos años después, poco a poco; se han ido llenando esos lugares vacíos en mi mente con infinidad de recuerdos de mi vida pasada, recuerdo todos los momentos bellos de mi niñez, también ese primer año cuando él falleció; recuerdo mis súplicas a una mujer para poder ir a la universidad de mis sueños. Tres personas mayores que no recuerdo sus nombres, pero algo en mi interior me dice que ellos eran mi familia, en las últimas noches he recordado a un chico muy simpático y una chica con el pelo rojizo, sé que son parte de mis recuerdos porque cada noche los veo, charlo y hasta lloro con ellos. Aún hay cuatro figuras que también me visitan, pero no logro entenderlas, Dante, que ha estado a mi lado en estos 4 años desde que he despertado, también me ha contado cosas de mí misma que obviamente desconocía; aunque algunos de sus relatos de mi forma de actuar y como era mi desempeño en emergencias me despeja las dudas de por qué sin recordarlo todo, inconscientemen
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Capítulo setenta: Redescubriendo mi pasado.
Poco tiempo después decidí comenzar a trabajar en la empresa de papá aprendiendo todo lo que lleva la parte de contaduría, he administrativa, me resultaba revitalizador; sentirme útil y aprender cosas nuevas. Si bien no es el plan que tenía para mi vida; no me desagrada, aún hay cosas que no recuerdo bien, pero cada día algo se desbloquea, y sí, aunque; la medicina me apasiona y ahora lo recuerdo, no está de más aprender algo diferente. —Hola padre, ya estoy de regreso —le di un beso en su frente, —Hola hija, ¿cómo estuvo tu día en la empresa? — Muy bien, sabes que soy buena en lo que hago— comenté notando que algo estaba mal, apenas puse un pie en su despacho; así que pregunté, — ¿Por qué estás tan serio padre? — Hijita mía, llego el momento de que sepas toda la verdad— pronuncio con seriedad, — ¿A qué te refieres? — él tomó mi mano haciendo que me sentara frente al escritorio. Encima de ella había una carpeta bastante cargada, podía notar como se escapaban alguna
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