Luego de 40 minutos conduciendo; llegamos a nuestro destino, una de las tantas casas que el padre de Renata colecciona, — Vaya Jesua, creo que te pasaste con ese aparato, ha pasado casi una hora y media y este aún sigue noqueado— él se ríe un poco nervioso antes de contestar, — Ja, ja, ja, me parece que me entusiasme demás. Renata, que está a su lado, le pega un tate quieto en la cabeza, por no ajustar bien el voltaje eléctrico de la máquina, — Auch chica, eso dolió— refunfuña, — ¡Y más te va a doler si algo malo le pasa a él! — Lupe le pega otro tras decir esas palabras. Luego de estacionar, nos bajamos y estiramos un poco las piernas, para acto seguido meter a nuestro bello durmiente dentro de la casa. Lo dejamos en el sillón, pero no lo soltamos; no sabemos cómo va a reaccionar cuando despierte y no quiero averiguar que sería capaz de hacer si se pone violento. Mientras Jesua y yo fumamos afuera, Renata sale con nosotros con un par de latas de cerveza en la mano. Lu
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