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Todos los capítulos de Los Matices de mi Vida.: Capítulo 71 - Capítulo 80
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Capítulo setenta y uno: Los años sin mí.
Estuve dos días inconsciente luego de esa dura realidad. Cuando abrí los ojos; mi padre se encontraba a mi lado sujetándome la mano, — Por fin despiertas, ¿cómo te sientes? — me pregunto con calidez en la voz, — Como si me hubiera arrollado un camión— conteste, suspirando y estirándome en la cama, — ¿Quieres un calmante?, ¿tienes hambre? — No, no quiero nada, discúlpame; pero podrías dejarme sola— aún tenía cosas que aclarar, deseaba revisar esa carpeta una vez más. Muy a su pesar, él hizo caso a mis palabras, pero antes de retirarse me dijo, — Si me necesitas, sabes dónde encontrarme— asentí y lo vi marcharse. Volví a tomar la pesada carpeta desplegándola sobre la cama, saqué todo aquello que ya sabía y solo me concentré en el “después de mí”, ahora que lo recordaba todo, quería saber más que nunca, todo lo que me había perdido en estos 4 años que he estado muerta, “Pág. 106: Madre de la víctima, recibe seguro de vida; única beneficiaria de suma importante. Empresa f
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Capítulo setenta y dos: La razón de seguir viva.
La última noticia no me la esperaba en absoluto, que Renata y Dilan se hayan casado, me resulta de película, recordar sus tediosas peleas; esos arranques e impulsos que ambos compartían. No es de extrañar; ahora que lo pienso, que todo eso allá terminado en amor, para ser franca, son tal para cual, se complementan, y eso también me alegra, saber que todos ellos han triunfado me hace feliz. Un folio separado de la carpeta llama mi atención, había estado tanto tiempo perdida en todos los demás que no me había dado cuenta, con desconfianza decido tomarla entre mis manos y leerla, “Apta de defunción: Fernanda Wellington. Hora de muerte: 20 horas 5 minutos. Motivo: desconexión de máquina vital Pedido por: familiar directo, madre de la fallecida, nombre Rebecca Wellington” Mi asombro y bronca no tenían precedentes, esa mujer despreciable no perdió su tiempo para hacer lo imposible y no perder el maldito efectivo, me desconectó sin esperar ni un minuto por mi vida, sin darme l
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Capítulo setenta y tres: Conociendo a mi sombra.
Ya estaba decidida, volvería a como dé lugar. Preferí hablarlo con mi padre hoy mismo, pues; consideraba que no era necesario esperar más tiempo. — ¿Permiso, padre, puedo pasar? — él, escucha mis palabras luego de tocar a su puerta, — Adelante. Entré en su despacho, y me senté frente a él, — Dime, hija mía, ¿qué sucede? Sabía que algo rondaba en mi cabeza solo con mirarme, él me conocía muy bien, — Voy a volver— le dije sin vacilaciones, — ¿Cómo que volver, a dónde? — su vos se notaba angustiada, — Volveré a donde pertenezco, are pagar a los que destruyeron mi vida. Él se puso de pie enseguida y exclamó, — No puedes Fernanda, volver ahí es firmar tu sentencia, ellos no te dejarán vivir. — ¡Ellos me mataron! — le grité con rabia, — ¡Ella y Bruno fueron los culpables de mi accidente, y no fue un accidente; fue un intento de asesinato por qué sigo viva! — él se acercó a mí intentando calmarme y persuadirme de no volver, — ¡No!, no voy a dejar que sigan sa
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Capítulo setenta y cuatro: Un encuentro accidental.
El viaje había sido agotador, luego de arribar en el aeropuerto, decidimos alquilar un auto para movernos cómodamente, — ¿A dónde nos dirigimos ahora, señorita? — Steven me miraba pacientemente, sentado en el volante, — Por favor, si vamos a estar bastante tiempo juntos, llámame Fer— termine por pedirle, ya que eso de señorita me resultaba incómodo, —Muy bien Fer. — Vamos al hotel, nos registramos y luego veremos por donde comenzamos— le comenté y él comenzó el camino. (media hora después afuera del hotel) Mientras iba caminando por la acera, me detuve para tomar mi teléfono en el montón de cosas que llevaba en mi cartera, cuando un auto gris paraba a unos metros delante de mí y la vos de la chica que bajo de él me resulto familiar. Inmediatamente, levante la vista hacia ella como un reflejo. Con el teléfono en la mano me quedé de piedra en ese instante, ¿acaso estoy alucinando, puede ser que sea ella?, una mujer vestida finamente entraba en el hotel, no había dudas p
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Capítulo setenta y cinco: La aparición de un fantasma.
Luego de despedirnos en el hotel, ambos se fueron cayados rumbo a la reunión, Steven se acercó a mí y pregunto, — ¿Estás bien?, parece que ese momento fue muy emotivo— yo lo miré y le dije, — Sí, lo fue, ellos son o eran mis mejores amigos, aún no lo sé. Y bueno, no me esperaba que ellos me encontraran primero. —¿Estás lista para ver a los demás? — me dijo notando que a pesar de todo mis manos temblaban, — Más que nunca— respondí mientras él ponía en marcha el coche. (En la sala de reuniones del hospital) — ¿He Matt, porque nos pediste a todos que viniéramos aquí hoy? — pregunto Dilan bostezando, — Si yo me estoy preguntando lo mismo— comentaba Pablo acomodándose en su silla, — Tranquilos chicos, les pedí que vinieran por qué hoy se presenta en el hospital nuestro accionista principal y quiere conocer a todo el comité — me senté alado de Luisa entrelazando mi mano en la suya. En ese momento Lupe y Luca entraron en la sala, — Por fin vinieron— les dije riéndome
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Capítulo setenta y seis: Enfrentamiento.
Jesua ni corto ni perezoso, toma mi mano herida apretándola para que sangre de nuevo, — Auch Jesua para con eso— le digo ofendida, pues; el corte dolía, — Lo siento chica, tenía que confirmar que no estamos en una histeria colectiva, Renata a su lado le emboca unos golpes en sus lados nobles y este cae sentado quedando rojo en un instante, — ¿Acaso eso te confirma que no es una histeria colectiva animal?, ¡yo le clave una navaja en la mano idiota! — dicho eso volvió a mirarme mientras volvía a tomar su jugo sin mucho drama. Pablo se pone de pie y mira a las únicas dos personas calladas de la habitación, — ¿Ustedes dos lo sabían verdad? — Lupe agacha la mirada y Luca decide responder, — Sí, la encontramos por casualidad, antes de venir aquí. — ¿Y por qué no dijeron nada? —la vos frustrada de Matt retumba en mi espalda, vuelvo a ponerme de pie y me giro hacia él, quien ya se ha apartado de ella, — Porque yo se los pedí, me presentaría frente a ustedes yo misma, así q
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Capítulo setenta y siete: Un momento en el recuerdo.
Mientras limpiaba mis manos, Luisa se acercó a mí, — ¿Estás bien? — me preguntó mientras me abrazaba por la espalda, — Sí, ¿por qué no lo estaría? — le dije cerrando el grifo, — ¿Sabes?, no soy boba Matt; sé que verla nuevamente, debe haber movido muchas cosas en ti. — No digas bobadas. Admito que saber que está viva fue una gran sorpresa, pero no solo para mí; sino que lo es para todos— ella solo sonrió, alejándose de mí y caminando hacia la puerta, — Te espero en la cama, no demores— me dijo haciéndome un guiño, — Tranquila, voy enseguida— le contesté mostrándole una leve sonrisa. Cuando ella se marchó saqué los cigarros del bolsillo de mi campera y caminé hacia la terraza, encendiendo uno e inundando con él; mis pulmones. Luego de retener un momento el humo, dejé que se escapara lentamente el sobrante que no me había tragado. En mi mente ella estaba presente, lo que dijo; su forma de actuar se notaba que había cambiado; pero seguía siendo ella, mi más dulce amor,
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Capítulo setenta y ocho: Seguimos reapareciendo.
La mañana siguiente se hizo hueco en el borde de mi ventana, permitiendo que ese impertinente rayo de luz tocara mi rostro. El agotamiento y la resaca de tomar una bebida media caliente estaban atentos en mi sistema para joderme el día. Tome el teléfono de la mesa de noche y confirmo que tengo cuatro mensajes de vos, con pereza reproduzco el primero que es de mi padre preguntando como estuvo el encuentro con todas las personas del hospital, el segundo; es de Lupe, que me pregunta si estoy bien y si necesito algo, me alegra escuchar su vos de nuevo, ella siempre fue así en el pasado. El tercero era de Luca, me decía que le avisara cuando tuviera espacio libre para reunirnos, quería mostrarme su casa y a su hijo Fausto, un gato juguetón que adoraba romper los zapatos de Jesua y dejar regalos en el baño. El último mensaje casi me tira de la cama, era de Steven, preguntándome a qué hora tenía decidido ir a ver a mis tíos. M****a, eso era temprano y ya eran las once de la mañana, apr
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Capítulo setenta y nueve: Rearmando mis planes.
— Lo sé, lo sé; pero esta vez voy a defenderme yo sola, prométeme que no intervendrás, no quiero que nada malo les pase a ustedes dos. Si los pierdo también no lo soportaría— muy a su pesar volvió a sentarse, depositando un beso en el revés de mi mano, — Tranquila; mi niña, nada malo nos pasará a nosotros. Si estoy viejo, pero aún puedo darle sus buenos golpes a más de uno— sonrió sacando pecho, — De eso no queda duda, eres muy fuerte— le aseguré mientras tomaba la taza de té. Las horas pasaban, mientras los tres seguíamos ahí en nuestro mundo, olvidando la maldad que se escondía afuera, por lo menos por esta tarde. Contemplaba con melancolía una de las tantas fotografías donde mi querida Clara, sonreía rebosante de vida, era inevitable recordarla, todo en esta casa aún tenía su aroma; en ella los años no habían pasado, cada espacio seguía igual, solo su presencia faltaba. Ambos me contaron, hasta con detalles, todo lo que me había perdido en estos años, es lindo saber que
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Capítulo ochenta: ¿No merezco una explicación?
Tras un breve momento para desayunar, la mañana se veía bastante cargada, fuimos a ver el apartamento y en efecto este estaba cerca de todo. Un lugar bonito y amplio. El apartamento estaba en el último piso y eso era bueno, podía perderme en el enorme espacio de la terraza. Contaba con tres habitaciones; dos baños, cocina; comedor y un living espacioso. También tenía un buen precio de venta y terminó convenciéndome, sin dudar firme los papeles, haciéndome la propietaria de ese lugar. Luego le pedí a Steven que me dejara en el hospital y fuera a levantar las maletas y hacer los arreglos pertinentes en el nuevo hogar. Este para mi suerte ya estaba amueblado, pero de todos modos quise hacer algunos cambios menores, ahí tendríamos cada uno su intimidad y un cuarto extra para cuando papá viniera a verme. —Buenos días— una enfermera encargada de la recepción me saludó apenas cruzando las puertas, — Hola buen día, soy Fernanda la accionista, ¿podrías decirme donde queda mi oficina?
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