Seguía junto a la cuna de la pequeña, aunque tenía sueño y estaba agotado, no quería separarme de ella. — ¿Cómo está la niña? — pregunto Jesua mientras entraba en la habitación, se acercó a mí y me beso, — Está mejor por suerte, duerme más tranquila ahora— le comenté con una leve sonrisa, él me miró a los ojos, — ¿Qué pasa flaquito, por qué lloras? — me preguntó al notarlo, Sabía que esperaba una respuesta de mi parte, pero yo no podía decirle lo que sentía… — Hey amor, cuéntame— insistió al ver mi negativa, — Lo siento, sé que esto te puede sonar difícil, pero…— las palabras se quedaban atoradas en mi garganta, —Pero ¿qué? — pronuncio haciendo que lo mirara a los ojos, con ambas manos sobre mis hombros, — Mañana se la llevarán y yo no quiero perderla— terminé diciéndole y comencé a llorar de nuevo, Jesua al verme así él me abrazó de inmediato, — Calma; flaquito, tranquilízate— me pidió mientras me consolaba, — Sé que nunca hablamos de adoptar, que Fausto es un
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