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Todos los capítulos de Una esposa rebelde: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Magia
Magia. Así lo sentía. ¡En verdad había sucedido todo aquello! Katherine yacía aun sobre el mullido colchón, en la habitación que, a partir de entonces, conservaría el recuerdo de su inicio en la sexualidad activa. Todavía no podía creérselo, se llevó las manos a la cabeza, exhausta y extasiada por aquella experiencia sexual que el muy truhan de Daniel le otorgó sin egoísmo alguno. Su cuerpo logró experimentar un torrente de emociones que no creyó poder experimentar. Cerró los ojos, a la vez que enrojecía de vergüenza.Daniel la miró con detenimiento, apreciando su esbelto cuerpo en completa desnudez, tal como la trajera Dios al mundo. No creyó ser digno de tanta pureza en esa mujer, aun así, no pudo evitar sentirse presuntuoso, altivo y feliz, su macho emergió del fondo con orgullo del que le ofrecen algo que solo será suyo.—Eres hermosa, Ángel.—¿Se lo dices a todas después de hacerlas subir tan alto? —Ella bromeó.—Te lo digo a ti, eso es lo que importa —aclaró.Ella sonrió con reg
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Para una noche especial
El restaurante al que fueron resultó ser de gastronomía italiana y lo acababan de inaugurar hacía unas dos semanas, que pareciera acogedor era un plus agregado. Tenía plena vista al mar, que con la noche y su penumbra le concedía un halo de misterio y magia, la noche parecía concordar con las emociones de anticipación en Katherine y Daniel, como preámbulo a la noche de entrega.El sitio era amplio, con luces tenues acorde al horario, las mesas de madera pulida vestidas elegantes, un largo espejo y biselado cubría una de las paredes laterales del local con su nombre: Ambrosía y el emblema que más resaltaba; Cocina creativa, era un ambiente familiar y delicioso. En la entrada se encontraba una especie de terraza al aire libre con mesas redondas, para quien fuera más informal. Al llegar fueron recibidos por el gerente, quien tras saludar a Daniel y darles la bienvenida, los condujo a una de las mesas más íntimas del lugar, donde todo parecía estar preparado con majestuosidad. Solo para e
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Apuesta al amor
Una vez fuera del automóvil, se dio cuenta de que se encontraban en un muelle. Quedó atónita y descolocada, pensó, en un primer momento, que aquel paseo lo darían en una playa o malecón.—¿No te irás a quedar parada allí? —Daniel la besó sin ella esperarse y solo acabó dejándola queriendo más. La tomó de la mano conduciéndola hacia el muelle.—Pero… ¿A dónde me llevas? —Ella quiso saber, él solo la aferró por la cintura y la besó en la sien.—La curiosidad mató al gato —él se burló.—Ya decía yo que este me parecía un cuento extraño. Tu tan cariñoso y atento, me seduces, me llevas a comer y luego qué… me traes a un muelle ¿Para qué? —Ella lo miró inquisitiva—. ¿Estamos en una versión actualizada y adulta de Hänsel y Gretel? Con la diferencia de que no hay bruja y solo está Gretel.Daniel no pudo evitar reírse a carcajadas, a pesar de que ella aún le sostenía la mirada cómo reclamándole que no la estuviera tomando en serio.—Katherine, solo quiero que pasemos la noche en el mar y amane
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Cuando dos almas se encuentran
Ambos permanecieron abrazados entre las sábanas de seda, sintiendo el calor de su cuerpo, piel con piel. Esa primera vez había sido perfecta y ella lo supo. Sin embargo, su cabeza seguía repitiendo aquella pequeña frase que aun siendo pequeña contenía mucho más de lo que se calcula.Decir «te amo», no es algo que se pueda decir como si nada. Tal vez, ni Daniel hubo apreciado la magnitud y la contundencia de su significado.—¿Por qué tan callada? —Su voz la trajo de sus pensamientos.—Por nada… —mintió—, creí que estabas dormido.—Miénteme que me gusta —él se burló y tomó su rostro para que ella lo mirara.Ella lo miró fingiendo no comprender a lo que se refería.—Entonces… ¿No me dirás que es eso en lo que tanto piensa mi mujer? —La besó con especial ternura en los labios.Ella inhaló y luego soltó el aire, ante la palabra «mi mujer»—Creo que ese nuevo status en tu vida, debo asumirlo sin premuras.—Ajá. Y eso es lo que te preocupa… —Su tono fue de afirmación.—No pretendo que nada d
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La marea puede estar alta
Katherine se revolvió entre la sedosidad de las sábanas que resaltaban la silueta de su cuerpo desnudo debajo de ellas, se estiró a la vez que palpaba el lado de la cama donde debía de estar Daniel.Pero no estaba. Su rostro se contrajo en decepción y se sentó en la cama para observar mejor la habitación.No se suponía que tras una noche como la de anoche, ella debió amanecer con él abrazándola como mínimo, aquello la enfadó. Se levantó de la cama y buscó el vestido con el que llegó la noche anterior, no estaba por ningún lugar. Se dispuso a hallar la ropa interior, que por fortuna encontró sobre el pequeño banco frente a la modesta peinadora. Abrió lo que parecía ser el armario pequeño y consiguió ropa de Daniel y, para mujer un pequeño short de jean, un par de franelillas y una camisa de chifón, lentes de sol y un sombrero de ala ancha.Tampoco le resultó bueno haber encontrado ropa de mujer en el clóset de su esposo, ahora sí que, en todo el sentido de la palabra, se negaba a usar
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Casualidad o destino
Una hora más tarde Katherine y Daniel llegaban a su destino. El centro comercial era bastante grande, aunque de un solo nivel, el diseño estaba basado en una especie de canoa o bote volteado, con un enorme tragaluz en el centro; cada entrada lleva el nombre de una de las playas de la isla. Los pasillos amplios y la luz natural, quedaba atrapada en él. Recorrieron varias tiendas, porque Katherine quería ver todo, entraron a algunas tiendas, entre ellas a Zara en la que se fue directo al departamento de caballeros, donde había visto ropa que, de acuerdo a su pensamiento, le quedaban de un bien a su esposo. Ese cuerpo digno de pecado podía vestir con harapos e igual le quedarían como mandados a hacer.Daniel se mostró renuente a ser un maniquí para su esposa con ropa que le obligaba a probarse, pero como sería costumbre en él más tarde, accedió con algunas, aunque sin tener que pasar por el probador.Pasaron frente a una de las galerías de arte en el centro y Katherine tan impulsiva como
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Una pequeña travesura
La admisión de su pelirroja amiga le pareció triste. No podía concebir que una joven tan preciosa anduviera por la calle de la amargura a causa de un amor, o, mejor dicho, por un hombre. Sin embargo, ante ella estaba una prueba fehaciente de que eso era posible.«¡Vaya y cómo no adivinó antes que se trataba de un hombre!». Ni modo que ella hablara de una madre impositiva.—Lo siento, no sé por qué dije eso.—Supongo que porque lo necesitabas —argumentó. Comenzaba a sentir una fuerte empatía por esa desconocida.La chica parecía haberse calmado en serio, entonces recordó que no se habían presentado, por lo que seguían siendo desconocidas.—Soy Katherine.Después de la pelirroja haberla visto como si fuera de otro mundo, le respondió:—Stefanía, y puedes decirme Nía. —Muy bien dejaron de ser dos desconocidas hablando en un cubículo, lo que a la vista de otros sería loco, interesarse por una desconocida que lloraba al lado, ambas sonrieron—. De nuevo, gracias por ayudarme.—Y cuéntame, N
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Isla de Coche
Cinco minutos después las jóvenes se despedían, no sin antes intercambiar números de teléfono, Facebook y todas las redes sociales habidas para que se mantuvieran en contacto. Stefanía fue la primera en irse, pues Katherine, aunque quería ver al dichoso novio de la pelirroja, se había olvidado de escoger un par de trajes de baños más, a diferencia de su recién adquirida amiga, ella sí podía elegir sin imposiciones y de verdad los necesitaba. Su teléfono sonó, haciendo que sobresaltara.Daniel G; 10:30 a. m.Voy en camino. Espero estés lista, Ángel. Estoy muriendo de hambre y quiero aprovechar la mañana para el paseo. D. Escoge uno que solo me mostrarás a mí…Era un mensaje de su esposo lo que la hizo reír como una idiota enamorada. Negando con la cabeza guardó de nuevo su teléfono en el bolso, recogió los trajes de baño que llevaría, apartando los que no le agradaron, salió del probador y allí estaba la joven que no dejó de comerse a su esposo con los ojos, rebuscó su nombre en la m
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Convenciendo a Anna
Guillermo Deveraux le prometió a su hija que daría con Anna Collins, reconocía que se portó como un patán cuando aquella mujer fue hasta sus oficinas a reclamarle, cosa que lo exacerbó al límite de ser indolente y desagradecido. Además, sabía que le había infligido un gran dolor a la nana de su hija. No estaba seguro de por qué ella no formó una familia. Cuidar a su hija a medida que ella crecía no resultaba tan absorbente. Sin embargo, Anna jamás pretendió irse.Su personal de seguridad le informó que lograron dar con la mujer. No obstante, conociéndola como lo hacía, estaba seguro de que ella no regresaría solo porque la mandase a buscar. El orgullo, si bien es un pecado que se puede considerar positivo o negativo dependiendo de para qué se emplease, no se encontraba exento del carácter de las personas, el orgullo muchas veces nos ayuda a sobrevivir cuando todo lo demás falla. Aun cuando en ocasiones se transformase en soberbia.—Isadora, mande a que preparen el helicóptero debo par
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Una oportunidad para el corazón
Deveraux llegó a su casa después de un largo día en la oficina. Lo único que quería era descansar, relajarse en la biblioteca al leer un buen libro o algo simple como sentarse a mirar televisión. Algo que no solía hacer, pues su vida era demasiado ocupada como para perder tiempo procrastinado ante el televisor.El vacío que cohabitaba con él en aquellas paredes no le placía en lo más mínimo, si cuando Katherine se fue sintió un dolor agudo en el pecho, muestra de un corazón roto, el que Anna se marchase lo volvió insoportable y tortuoso. Ella lograba que la sensación de pérdida no fuera tan intensa.Sin embargo, había fracasado al querer que ella regresara. Debió entender sus razones.—Buenas tardes, señor. La cena está lista para cuando quiera que le sirva —su ama de llaves apareció ante él mientras se aproximaba a las escaleras.Resopló y asintió sin decir palabra.—Por ahora, no tengo hambre.—Señor debe comer. Podría enfermar si sigue así… —La mujer lo miró con pena. Él parecía un
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