Cuarenta y cinco minutos más tarde, solo quedaban Marian y Katherine, Diego, un amigo de ambas, se había llevado a Florencia, según él, para evitar un «escenario sangriento».—Ha sido muy sabio de parte de Diego llevarse a la Florencia. ¡Dios! Te juro que, si no la golpeabas tú, lo hacía yo —Marian agregó haciendo que se disolviera la tensión.—No te preocupes, la verdad es que por muy molesta que resultara, tenía razón en algunas cosas.—A ver, Katherine. ¡Qué razón, ni qué nada! Eres una mujer bella, inteligente y muy independiente, además de testaruda. Pero posees cualidades, que quizá, tu Daniel no había encontrado en aquellos romances eventuales. Contigo se casó, con las otras no lo pensó… Bueno, sí con una, sin embargo, no se consolidó como tal —acotó.Katherine asintió. Ambas llegaron a la entrada principal de la universidad, cuando un carro se detuvo frente a ellas.—¿Las llevo? —El joven sonreía dentro del carro.—Marcelo desaparece. Ahora no estamos para tus tonterías. Si te
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