Mi madre se mantiene de pie viéndome con mucha fijeza, el gato en mi regazo como si presintiera la tensión del momento alzo sus ojos grises hacia mí y maúlla; paso saliva, nerviosa.—Puedo explicarlo —digo rápidamente.—Estoy esperando por eso —responde con voz plana.Y como si ya la situación no fuera complicada, el minino salta con mucha agilidad hasta el piso de mi habitación y camina hasta encontrarse con los elegantes zapatos de tacón alto de mi madre, peor que eso, comienza a frotar su blanca y peluda cola contra su pierna cubierta por unas medias de nylon beige.— ¡Shu, shu, gato! ¡Fuera de aquí! —me levanto con torpeza y corro hasta ella intenta echar al gato.No quiero que lo patee.— ¡Ya basta, Gigi! —Me sorprende con un grito y para agrandar mi asombro, se agacha y toma al felino en sus brazos—. Tú no eres un simple gato callejero.Me quedo callada viendo como mi madre examina al animal, e incluso lo acaricia.¿En qué luna estamos? Esto no es para nada normal en Úrsula.—Ja
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