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Todos los capítulos de Cicatrices y amargura —Luto—: Capítulo 11 - Capítulo 20
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XI
La tarde de ese martes se sentía muy lenta y aburrida, ya Sophie iba por su tercer taza de café mientras habla con sus amigas de temas sin importancia solo para seguir el hilo de la conversación. Estaba bastante hundida en apatía al no sentirse lo bastante emocionada por algún tema de la charla. Mientras que sus amigas seguían hablando de los detalles de alguna noticia reciente de cualquier novedad o sobre anécdotas personales, Sophie se iba distrayendo cada vez más, viendo hacia la calle por las ventanas, se veían extrañamente pacíficas y demasiado serenas. Casi se sentía como una fantasía donde escapar de la realidad. El chasquido de los dedos de Lana justo frente a ella la sacó de su distracción, atrayendo su atención a ella. —Hola, ¿estás con nosotras? —preguntó, pero Sophie estaba perdida de la conversación y solo pudo quedar con la boca abierta sin poder decir una respuesta. —¿Me repites la pregunta? —susurró de forma sumisa con sonrisa incómoda al sentirse vigilada por sus a
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XII
Por un lado la salvó de seguir con la agonía de estar allí sintiéndose de tal manera que resentía la amargura que Lucyan traía a su mente. —Discúlpenme, pero tengo que irme. —Se apresuró a tomar su bolso y salir evitando mirarlos, con paso ligero salió por la puerta sin decir nada más. —¿Señor?... —murmuró Claire mirando a Lucyan, quien había estado callado con una mirada indescifrable pensando en algo. Inhaló antes de dejar ir un suspiro mudo y darse la vuelta para retirarse, cerrando la puerta detrás de él sin decir absolutamente nada. Todo quedó en silencio mientras que el sonido de una tormenta afuera inundó sus oídos con el ensordecedor golpeteo de las gotas que caen ferozmente. Al paso de las horas se hallaba en la habitación que había sido el último lugar donde su esposa había estado con él. El libro en sus manos era un recordatorio más de su ausencia, paulatinamente lo veía tras lo que finalmente lo dejó sobre la cama. Cada cosa le planteaba que ella ya no estaba, eso le d
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XIII
—¿Estás bien? —preguntó Sophie mirando a Lucy, ella aún era incapaz de hablar y asintió como respuesta antes de que Sophie la envolviera con los brazos— tranquila, vamos adentro, me haré cargo. Lucy volvió a mover la cabeza para asentir mientras sollozaba de nuevo contra su hombro. Luego volteó hacia Lucyan al recordar que estaba parado allí todavía. Permanecía sereno e inerte bajo la lluvia que empapaba su ropa, la playera tenía la humedad bajando desde sus hombros a la mitad del abdomen extendiéndose por la tela. En su rostro a través de los mechones mojados pudo notar su expresión lejana y distante similar a un solitario soldado que mira hacia la perpetua infinidad de los desmanes de una guerra, una ligera brisa movía algunos mechones de su cabello mojado sobre sus ojos. Las marcas negras en sus párpados delataban lo poco que dormía y lo pálido de su piel le hacía saber a ella el encierro en el que debía permanecer aún. El inquieto brío que resultaba dentro de su pecho cuando ve
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XIV
—Está bien... gracias por prestarme esto —respondió sin darle importancia al asunto. Para cuando él y Evans se marchaban ella quedó pensativa tras haber cerrado la puerta, ¿qué podría haber en la caja? Sentía miedo y no sabía si se encontraba capaz de abrirla en ese momento. Conversó con Lucy un poco más para que terminara de contar los detalles hasta que estuvo completamente más tranquila y se fue a su departamento. Afortunadamente no preguntó acerca de nada respecto a Lucyan mientras hablaban, en otro momento la hubiera ahogado de preguntas, cuando finalmente quedó sola volvió a darle vueltas y vueltas a la caja. Tras dudar mucho finalmente se atrevió a ver lo que había, encontrando en ella solo una foto de ellas dos juntas en la propiedad de su abuelo, además también de un oso de peluche bastante viejo aunque en perfectas condiciones. —Haley —dijo en voz de risa al ver ese peluche y recordar que de niñas solían compartirlo cuando tenían seis años, le traía buenas memorias, con el
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XV
—Muy bien, ve a asearte, estás arrastrado —dijo de forma inexpresiva. —No necesitas decírmelo, es algo que no tengo que esperar que alguien me lo ordene —respondió con voz gélida sujetando la mano de Sophie para apartarla y que lo suelte. Lo vio irse por la puerta dándole la espalda y cerrándola tras de él. Se sintió diferente de las otras veces que habló con él. No parecía ser el mismo, estaba más a la defensiva. Como si de nuevo avivara una intrínseca hostilidad entre ambos. —Por dios santo, no tiene remedio. —Así parece algunas veces —habló Lily, llegando por la puerta. Se acercó llevando en su mano una bolsa tejida donde estaba la ropa que le había prestado a Lucyan, estaba limpia y planchada—. Me tomé la libertad de arreglarla. —Muchas gracias —respondió de forma distraída, cada día le agradaba un poco más la serena actitud de Lily—, la dejaré por aquí por el momento —dijo colocándola sobre el escritorio. Al fijarse sin querer, logró ver el libro de cuentos que le había deja
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XVI
Solo podía dejarse torturar por el dolor y sentir cómo lo iba devorando por partes, desmoronando cada partícula de su ser. Era como asfixiarse, similar a estar en un incendio y que no pueda respirar, le dolía de solo intentarlo, las pocas fuerzas que le quedaban lo abandonaron cuando echó su cabeza para atrás, recostándola contra la madera y cayó presa de la fatiga, quedando prisionero de el sueño que había acumulado. Pocas horas habían pasado cuando el sonido del teléfono en su estudio lo despertó, ¿quién llamaría a tal hora? Se levantó caminando a paso lento descolgando el auricular, a las nueve de la noche debe ser algo que no puede ignorar. Pero en ese momento no quería hablar con nadie y frunció los labios. Volviendo a colgar se mantuvo en silencio de nuevo, caminó a la puerta y se quedó una vez más recargado de ella, mientras veía por la ventana con la mente centrada en un pensamiento nebuloso. Dejando su brazo apoyado en su rodilla flexionada, bajó el izquierdo junto a él, to
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XVII
—Bien… —suspiró Lana una vez más, esta vez con alivio—, al menos estás bien. —Casi toda… —Sophie señaló el obvio detalle de su brazo izquierdo—. Me lo han puesto muy ajustado, casi no puedo mover un dedo. —Sí… Lo que pasa… —Parecía incómoda—. Es que te has golpeado muy fuerte el brazo, por suerte no te has roto la muñeca, pero estuvo increíblemente cerca. —La mirada de Sophie reflejó espanto, pero ella se dio prisa en aclarar el tema. »Sólo si se hubiera roto, pero no es tan grave. —Parecía alarmada y le corrigió la confusión—. Solo tomará unas semanas hasta que sane, pero igualmente… no podrás tocar mientras lo tengas puesto, al menos quince días. La expresión pálida de Sophie quedó helada en su semblante. —¿No podré tocar por dos semanas? —No es tan grave, pero descuida, ya he avisado al estudio y podrán aplazar las grabaciones hasta que estés mejor. Pudo ser más serio, pero por suerte no fue así. —Lana se enfocó en las rosas y aprovechó cambiar el tema—. Veo que te dejaron un
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XVIII
Había pasado más de una semana desde que huyó después de gritarle a Lucyan y un par de días de que salió del hospital, se sentía muy avergonzada aún para atreverse a confrontarlo, cada vez que pensaba en el asunto no sabía cómo reaccionar, excepto recluirse por la vergüenza. Volteó a su reloj, eran poco más de las siete. Más tarde ese mismo día, en el café de siempre. Estuvo sola, pensando por un rato en absoluto silencio, todavía estaba inquieta por lo de la mañana, sus días se habían vuelto una completa confusión agobiante. No comprendía el motivo de su azaro ni la razón de sus inquietudes. Simplemente estaba perdida, tal como en una alucinación. Trató de ignorarlo, pero era un nudo cada vez mayor, le era imposible no pensar en lo que había dicho, tampoco se sacaba de la mente la forma en que reaccionó. Haber huido, derrumbarse en lágrimas y luego el accidente. Se sentía extraña si intentaba pensar en todo eso y lo que pasó después. Cuando volvía caminando a su departamento, se d
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XIX
—No lo debería hacer —dijo, mirando la pantalla de su teléfono muy pensativa—. No, en serio Sophie ya te lo habías dicho, sabes que no es una buena idea, no lo hagas —se decía a si misma—, pero tengo que arreglarlo... No puedo dejar esto así, me lleva, voy a hacerlo. —Finalmente se rindió y marcó el número. —Esto se siente como una mala idea —dijo escuchando el tono, esperaba que Rose ó Lily no tardaran mucho en contestar, en los días anteriores que habían pasado logró reunir el valor para llamar a Rose y tratar de pedirles disculpas por lo menos a ella y Lily, por haberse ido así. Aunque sentía que eso no era suficiente, todavía se hallaba muerta de pena para profundizar en el tema. Sin embargo haría lo que le había dicho Lana, comenzaría por enmendar lo que hizo, pero el proceso iba demasiado lento debido a su escaso valor de hablar con alguien más acerca de ello. Había dejado que esos días pasaran, distanciándose de todo, tratando de comprender sus nuevas emociones, se estaba sin
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XX
—Y tú eras la que no quería salir al principio —le dijo Lana a Doria con una sonrisa sorna, viendo como se ponía inquieta y se rindió soltando un suspiro. —Los hiciste huir —murmuró Lucy. —La mamá del grupo chicas, ¿qué esperaban? Doria es problemática, es la mayor, Sophie una ternura rebelde obviamente es la del medio, finalmente Lucy es delicada y coqueta por lo que sería la bebé del grupo. —Aguarda, ¿y yo por qué era la bebé en tu comparación? —dijo tras pensar un segundo. —Es cosa de juicio, soy mayor que ustedes, tengo veintisiete, me sigue Doria y sus veinticinco, luego están Sophie y tú con sus veintitrés, pero tú eres la menor de ambas. Miró en su reloj la hora y buscó las llaves de su auto. »Ya está tarde y creo que ya nos deberíamos marchar. Tras pagar sus cuentas e irse, pasó a dejar a Sophie en su departamento, por lo menos estar cerca de ellas le había servido para no pensar en ese dilema. Había podido mantener a raya sus pensamientos sin que le pesara el arrepentim
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