No terminaban de cortar el pastel y posar para la foto, cuando de la nada apareció Francesca.―¡Maldita zorra, no te saldrás con la tuya!Uno de los guardaespaldas se acercó a la mujer y la detuvo del brazo.―Suéltame, imbécil ―gritó desaforada.―Le ruego que se vaya, señorita, usted no tiene nada que hacer aquí.―Yo debía estar aquí, yo debía ser la novia, pero claro, yo no le servía, pero este matrimonio es una farsa, ya lo verán cuando se separen en un tiempo más.―Cállate, Francesca y sal de aquí ―le ordenó Baltazar.―No, tú cállate, porque no quieres que exponga tu plan delante de todos, ¿o sí?―No sabes nada.―Lo sé todo, querido, tú estás utilizando a esta mujer para que se case contigo y consigan la herencia, pero no podrá
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