Mikael —Sírveme otro, Carlos —le insisto al barman, el cual me conoce desde hace tiempo. —Claro, jefe. —declama el moreno alejándose en búsqueda de lo que le pedí. Es que es cierto, soy su jefe. El bar es mío, aunque son muy pocas personas que lo saben. No me gusta andar alardeando sobre mis bienes. Siento que mi mente está abotargada y por eso se me ocurren todas estas tonterías en estos momentos. Trato de evitar el doloroso recuerdo de sus ojos, esos que por un instante ínfimo se apagaron al verme con Melisa. “Soy un verdadero estúpido”, me repito incansablemente mientras golpeo con un puño la mesa maciza. Agradezco haber hecho los reservados vip bien aislados porque de no ser así en estos momentos tendría a un montón de curiosos intentando saber el origen de los golpes. Cuando llevo un par de vasos más caen los otros recuerdos, los que no he podido evitar con nada, ni siquiera estando con otra mujer, a la cual le susurré su nombre en el oído. Cierro y abro varias veces los ojos
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